Capítulo 7

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- Horacio Pérez. - Dijo la profesora pasando lista aquella mañana, se quedó pensando. - Ah no.. ya no viene.. - Murmuró tachándole el nombre.

Pasó por desapercibido por toda la clase. Menos a los oídos del adolescente Viktor Volkov.

¿Cómo que Horacio Pérez ya no viene? ¿Qué quería decir eso?

Siguió la clase normal y corriente pensando que quizás estaba malo y no iba a venir en unos días. Hasta la hora del recreo.

- ¿Cómo es que Horacio se ha ido con su padre? - Le preguntó Aleksandra a su hermano pequeño, se quedó mirándola confundido.

- ¿A-A que te refieres? - Los nervios estaban subiendo por su cuerpo.

- Eso dicen.. Que ya no está. Se ve que Andrés finalmente si que llegó y lo pudo convencer.

No podía ser.

¿Su Horacio? No...¿no?

Miró su móvil, ni un mensaje, tampoco le envió el mensaje de los buenos días. Metiéndose en la conversación, no le había llegado tampoco el mensaje de Viktor de buenos días.

Le había bloqueado.

Sentía que el aire le faltaba. No podía respirar.
A los 17 años algo en Viktor Volkov se apagó. Ese chico del pelo moreno, se había llevado la felicidad con el.

Se fue de allí sin decir ninguna palabra más, saltando por la valla alta que hacía muy a menudo, escapando de allí. Tenía que ir a verlo.

Tocaba la puerta fuertemente, como si con la fuerza, el joven iba a volver a aparecer por allí a decirle que era una broma. Que no se preocupara.

Cayó al suelo entre sollozos, mientras sentía que con cada segundo que esa puerta blanca no sé abría, cada segundo se llevaría un pedacito más de su alma devastada, sola y triste.

- ¡Horacio! ¡Abre la puerta po..porf..porfavor! - Sollozó dándole golpes flojos a aquella puerta que a partir de ahora sería su peor enemiga.

Lloró hasta que no le quedaron lágrimas.
Hasta que ya no veía nada más por el cansancio en los ojos de aquel joven con el corazón roto.
Sintiéndose abandonado y traicionado.

Le suplicó a aquella puerta grande blanca que por favor se abriera..

Pero no ocurrió. Esa puerta nunca se volvió a abrir.

- ¿Por qué no llamas a tus compañeros por teléfono? - Le pregunté a las dos de la mañana sentado en el suelo, a estas alturas estaba congelado. La calefacción en esa mierda de sede se apagaba, así que ahora estamos aquí a 10 grados, ni si quiera llevo sudadera ni nada no pensando en que iba a estar muriéndome de frio en la mierda esta del FBI. 

- No tengo sus números. 

- ¿Pero cómo es que no tienes los números de tus compañeros? 

- ¡Pues cómo que no! - Dijo él también apoyado en las taquillas opuestas, suspiré negando con la cabeza. 

- ¿Por qué coño no tienes los números de t-? - Le quise decir pero me entrecortó. 

- Pues porque me dan igual sus vidas, Horacio. ¿Para qué quiero sus números? 

- ¡Para que te saquen de aquí! ¿Qué hubieras hecho aquí solo? 

- Pues lo mismo que contigo, será que me has ayudado a sobrevivir. - Dijo irónicamente. 

- Bueno, te he dado cena, ¿o no? Encima nos hemos distraído también un poco mientras me comías todos los morros. - Le piqué, ahora mismo no estábamos ninguno de los dos como para estar juntos, estábamos pasando frío, enfadados e incómodos. 

El otro lado. (Volkacio AU).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora