Idilio

1.2K 41 0
                                    



Volkov creyó que no volvería a verlo jamás, porque el destino parecía burlar siempre sus deseos, arrebatarle aquello que moriría por proteger. Y, en esa ocasión, fue Horacio.

Cuando se despertó del coma, tenía la certeza de que no volvería a saber de él, que se había vuelto un nombre más en la lista de personas que habían pasado por su vida, habían dejado una huella imborrable, y luego habían desaparecido para siempre. Era cruel la forma en la que el azar lo dejaba siempre solo, perdido y herido, castigandolo incesantemente por pecados que debía de haber cometido en otra vida.

Pero esta vez no fue así. Volvió a ver a Horacio una tarde de octubre, gracias a la ayuda de Conway, que se aseguró de que los dos tuvieran un momento a solas para disculparse por los errores que ambos habían cometido en el pasado.

Horacio, a los ojos de Volkov, no había cambiado nada. Tenía un semblante más serio de lo que recordaba, y se notaba que había hecho ejercicio, pero seguía siendo ese alumno que abatía a los atracadores sin que le temblara el pulso y se autoproclamaba héroe. Su mirada bicolor denotaba madurez adquirida, enmarcada por las rizadas y largas pestañas y el maquillaje oscuro de sus párpados, pero lo miraba igual que cuando pasaban las noches juntos.

Aunque ahora esos recuerdos eran muy lejanos, complicados de evocar. Había pasado tanto tiempo desde la mañana siguiente al Fame or Shame, cuando Volkov había caído por primera vez rendido ante los encantos del chico. Y después de ese día, las cosas se habían vuelto difíciles de explicar.

Para Horacio, Volkov también estaba igual a cómo lo recordaba. Sus ojos color cielo lo analizaban de arriba a abajo, y su expresión era relajada. Sintió un cosquilleo agradable en su pecho al verle. Él había cambiado, había madurado, pero sus sentimientos no. Y eso le frustraba, porque estaba seguro de que el ruso había seguido adelante.

Habían vivido muchos momentos juntos mientras ambos eran parte del CNP, pero Pogo lo estropeó todo. Horacio sabía que Volkov no estaba preparado para nada serio, y no quiso presionarlo en ningún momento. Además, él también estaba cómodo con la relación que tenían. No le hacía falta ponerle un nombre a lo que había entre ellos, era feliz simplemente pasando las noches junto a él.

Volkov nunca le había dado la mano en público, pero siempre se había quedado a dormir después de acostarse con él. Nunca le había dicho que le quería, pero lo había demostrado con cada acción y cada mirada, y Horacio fue muy feliz durante el tiempo que pasaron manteniendo esa relación. Nunca necesitó que todo el mundo supiera de su relación, necesitaba saberlo él. Nunca le importó que Volkov fuese frío en público, porque sabía que, a solas, era diferente, y eso le hacía feliz.

A pesar de que ninguno habló jamás de ello, ambos eran conscientes de que tenían el corazón del otro en su posesión.

-

Conforme el tiempo pasaba, comenzaron a pasar más tiempo juntos. Al principio por temas de trabajo, con Conway presente la mayor parte de las veces, pero después consiguieron el número de teléfono del otro, y se mandaban mensajes cada noche.

Era casi como si el tiempo no hubiera pasado para ninguno de ellos. Cuando estaban a solas, podían permitirse ser ellos mismos, siempre habían podido. No tenían por qué fingir, no tenían por qué ocultarse tras una sonrisa falsa. Podían actuar tal y como lo deseaban.

Horacio invitó a Volkov a verse con él en su apartamento, y ambos eran conscientes de las connotaciones que podía tener su invitación, a pesar de que su plan principal era simplemente hablar.

-

Horacio había puesto un poco de música suave para no estar en completo silencio, y le había servido a Volkov una copa de su vodka favorito porque, claramente, seguía recordando cuál era.

Privatters VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora