So it goes...

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Horacio vuelve a dejarse caer sobre la cama al volver del baño, y Volkov abre los brazos para hacerle un espacio entre ellos. La ropa de cama está completamente revuelta después de la siesta de la que se acaban de despertar, pero ninguno tiene la energía suficiente como para levantarse ya.

Después de una semana de trabajo duro cuentan con un fin de semana de descanso, y piensan aprovecharlo al máximo. La noche anterior, viernes, salieron a cenar, y las copas de vino les hicieron dormir hasta tarde la mañana siguiente. Ni siquiera salieron a correr tras el desayuno, como casi todos los días, y poco después de comer volvieron a tumbarse en la cama para echarse una siesta. No recuerdan haber dormido tanto y tan bien en mucho tiempo, pero les hacían falta unos días así.

Volkov abraza a Horacio desde atrás, usando su espalda como almohada mientras descansa un rato más con los ojos cerrados, aunque ya no duerme. Horacio está viendo tik toks, con el volumen al mínimo para no molestar a su pareja. Usa una de sus manos para sujetar el móvil y deslizar los vídeos hacia arriba, y con la otra acaricia el brazo de Volkov que rodea su cintura, tan suavemente que le pone la piel de gallina un par de veces.

Cuando Horacio siente los besos de Volkov por la piel desnuda de sus hombros y su espalda sabe que ya no quiere seguir descansando, así que le sube el volumen a los vídeos y se gira momentáneamente para darle un beso en los labios.

—Mira, ¿hacemos esto? —pregunta, y desliza con el dedo hacia arriba para encontrar un vídeo que ha visto hace poco. Volkov observa la pantalla sobre su hombro.

En el vídeo salen un chico y una chica jóvenes, con música romántica de fondo y un texto en letras blancas. Ni siquiera le da tiempo a leerlo antes de que Horacio se lo explique.

—Es un reto en el que hay que estar un minuto muy cerca, pero sin besarse —gira la cabeza para ver a Volkov.

—No es muy complicado, ¿no? —al fin y al cabo, es sólo un minuto. Él ha pasado muchos minutos en su vida sin besar a Horacio, podría hacerlo durante uno más.

La sonrisa de Horacio es retadora, como si lo dudara. Aún así, no le lleva la contraria.

—Vale, pues... pongo el móvil a grabar y estamos un minuto sin besarnos —abre la aplicación de la cámara y comienza a grabar, y después apoya el móvil en la mesilla. Volkov se sienta sobre las almohadas, contra el cabecero de la cama. Horacio gatea hacia él y se sienta sobre sus piernas, lo más cerca posible de su cuerpo. Después, le dedica una mirada de párpados caídos y una sonrisa ladina.

"Es sólo un minuto" pero el minuto se vuelve eterno si Horacio está haciendo todo lo posible por provocarlo.

—¿Listo? —pregunta. Volkov asiente. Alcanza su propio móvil de la mesita de noche para que Horacio lo utilice para poner el cronómetro—. Pues un minuto... desde ahora.

Escucha el pitido suave del contador comenzar.

No puede ser tan complicado.

Horacio se inclina unos centímetros hacia delante, como si fuera a romper las reglas de su propio juego y fuera a besarlo, así que es Volkov el que, muy a su pesar, se ve obligado a echar la cabeza hacia atrás para impedirlo. Horacio sonríe, como si esa hubiera sido su intención, y después inclina la cabeza hacia la derecha. Volkov, inconscientemente, hace lo mismo, de manera que sólo les haría falta acercarse apenas unos centímetros más para besarse.

Volkov echa un vistazo rápido al cronómetro. Todavía tiene por delante cincuenta segundos. ¿Desde cuándo el tiempo pasa tan lento?

Cuando vuelve a mirar a Horacio, él vuelve a estar sonriendo. Le mira los labios, y eso hace que, inevitablemente, Volkov también baje la vista a los suyos. Horacio se muerde el labio inferior para contener la sonrisa, y el ruso traga saliva.

Privatters VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora