Los viernes por la mañana no eran mis favoritos, pero debía ir a la escuela. Había pasado casi una semana desde el cumpleaños de Cinco y me debatía en si contarle lo que le ocultaba pero aún no estaba segura de hacerlo. El salón estaba vacío cuando llegué, había llegado más temprano pero vi a Maite hecha bolita sobre su silla, corrí a sentarme con ella.
—¿Mai? ¿Qué tienes? —levantó el rostro, su labio estaba roto y morado—. Mierda.
—Él no cree en mí, papá sigue pensando que me lo invento todo solo porque odio esa mujer —susurro al borde de las lágrimas.
Maite no era de las que lloraba, no era así, ella solía ser reservada en sus emociones, quizá más de lo que podía ser Cinco.
—Esto no puede seguir así, tenemos que hacer algo ya. Le diré a mis papás, ellos sabrán qué hacer.
—¡No! Si les dices hablaran con mi papá y va a pensar que les mentí a ellos para que estén de mi lado —cerró sus ojos con fuerza para evitar que las lágrimas salieran.
–Esto no puede seguir así —me miró con súplica—. Está bien, buscaré una solución. Ven, tengo la pomada aquí.
Saqué mi pomada y le puse un poco en el golpe, ni siquiera quise saber qué había pasado. El resto del día intenté no pensar en eso, me echaría a llorar si lo pensaba.
Teníamos la primera noticia de la próxima semana, habrá una renovación a la cancha de fútbol, fui con el entrenador a hacerle algunas preguntas y tomar una foto con la cámara de la escuela. Camine hasta la Academia y el recuerdo de mi amiga a casi nada de llorar me dolía, me sentía agitada. Subí como siempre hasta el tercer piso, la ventana ya estaba abierta y Cinco estaba sentado en su escritorio, me miró con una leve sonrisa, sonrisa que se borró al verme bien.
—¿Te pasó algo? ¿Estás bien? —se acercó a mí.
—Es que...
No pude más y comencé a llorar, Cinco se quedó pasmado sin saber qué hacer, me acerque a él y lo abrace por la cintura metiendo mis manos debajo de su saco, poco después sentí sus manos en mi espalda. No podía negar que a pesar de como me estaba sintiendo, abrazarlo de esa forma me reconfortaba.
—¿Te hicieron algo? —negué aún contra su pecho.
—No a mi.
Nos quedamos así un rato más, su abrazo me lleno de paz y seguridad; me sujetaba con la fuerza suficiente y me dejó seguir llorando en su pecho. Una de sus manos se coló en mi cabello y comenzó a pasarme los dedos por él.
—¿Quieres contarme? —murmuró suavemente cuando deje de llorar, me separe un poco para verlo.
—Mi mejor amiga, Maite, no se como ayudarla —suspiré alejando el nudo de la garganta—. Su madre murió cuando teníamos ocho, su padre volvió a casarse cuando teníamos trece —Cinco hizo que me sentará en la cama junto a él—. Al inicio era muy linda con nosotras, pero después de la boda a mi no me quería ni ver y a Maite comenzó a hacerle la vida imposible. Ella es una alcohólica que sabe fingir muy bien frente a su esposo y él trabaja mucho, tanto que no sabe que pasa en su propia casa —Cinco me escuchaba atentamente—. Esa... señora golpea a mi amiga cuando ambas discuten y yo no se que hacer, soy la única que sabe que pasa y quería decirle a mis padres pero Maite no quiere que lo haga. ¿Debería contarles?
—Quizá primero al papá de tu amiga.
—Él lo sabe, pero no le cree, piensa que se lo invita todo —baje la mirada, sentí su brazo sobre mis hombros.
—Todo estará bien, ya lo veras —me atrajo más a él y recargue mi cabeza en su hombro.
Nos quedamos en silencio un buen rato en la misma posición, estar con Cinco me llenaba de un tipo de paz que no sabía que podía sentir.
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La fuerza del corazón || CH
Fanfiction¿Qué tan fuerte puede ser un corazón? Ese que late casi 100 veces por minuto, ese al que culpamos por enamorarnos y al que tratamos de cuidar de que no lo rompan. -¿Por qué no me lo dijiste antes? -Miedo. ¿Qué tanto podría soportar antes de quebrars...