C A P Í T U L O 1 2

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—¿Tan mal se llevan los hermanos?

—Eso parece —suspiré.

—Él no me agrada mucho, pero que mal lo que ocurrió.

—Quisiera hacer algo por él —removi mi almuerzo—, ayer no pude verlo y no se como esté.

—¿Qué quieres hacer?

—No lo sé.

Mire la cafetería de la escuela, era Lunes de pollo y sin saber por qué, eso me recordó lo que llevaba días queriendo hacer.

—¿Está hoy esa señora?

—No, hoy sale con sus amigas esas del casino.

—¿Puedo hacer la llamada que te dije? —sonreí.


...


Tenía el sobre en mi mochila y los nervios a flor de piel, subí las escaleras de incendios y abrí la ventana, vi a Cinco en su escritorio pero estaba tan concentrado que no me escuchó entrar; me acerque a él quedando a su lado, pintaba con acuarela y era algo realmente hermoso, los colores que usaba y principalmente, el cómo los usaba, jugaba con ellos y hacía que la imagen tuviera un toque único y especial.

—Es precioso —se giró a verme y sonrió.

—¿Te gusta?

Asentí con una sonrisa, era una chica de perfil en un descampado, su pelo estaba al aire en un desorden por el viento pero el rostro aún no había sido pintado.

—Es mi musa —me sonrió.

—Pues que tu musa siga haciendo su trabajo, eso es increíble —señale.

—Pues gracias, acosadora —sonrió, me miró unos momentos y volvió a hablar—. Hace mucho que no pintaba en acuarela, pero Vanya me las dio después de lo que pasó —suspiró.

—Sigo sin creer lo que hizo Diego —apreté los puños.

—Tranquila, no lo vale.

Su mano envolvió la mía hecha puño e hizo que aflojara hasta que pudo poner la palma de su mano contra la mía, su mano era evidentemente más grande a la mía, era suave y cálida; sus dedos se colocaron entre los míos entrelazando nuestras manos. Me gustaba como se veían nuestras manos de esa manera, me gustaba como se sentía que nuestras manos estuvieran juntas; mire sus ojos, brillaban o eso me parecía a mí, me gustaba ver ese estallido de alegría después de que hace dos días esos mismos ojos desbordaron lágrimas de furia y tristeza combinadas.

—No te muevas —le pedí.

—¿Qué? —frunció el ceño.

Tuve que soltar su mano para sacar de mi mochila mi cámara, vi su ceño fruncido y aliste mi cámara.

—Quita eso —pase mi dedo entre sus cejas para borrar su ceño fruncido—. Relájate.

—¿Pará qué?

—Tu solo... Haz lo que hacías hace un momento.

—¿Tomar tu mano?

—No, el como mirabas —vi la confusión.

—¿Y cómo lo hacía?

—Como si estuvieras viendo lo más bello del mundo.

—Es sencillo, si estoy viendo lo más bello del mundo.

Sentí el ardor en mis mejillas cuando note que esa mirada volvía a sus ojos, sentí mis manos temblar pero con un poco de esfuerzo, levante mi cámara y enfoque directo a él.

La fuerza del corazón || CHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora