C A P Í T U L O 1 0

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El periódico de hoy fue todo un éxito.

A todos les gustó leer la gran —e improvisada— entrevista que tuve con la Academia Umbrella, escuché en los pasillos que había sido nuestro mejor número hasta ahora y las ventas lo confirmaban. Maite felicito eso y casi me mata cuando supo todo lo que pasó para que tuviera esa entrevista.

—¿Por qué tantos periodos?

Las clases habían terminado y podíamos ir a casa, o en mi caso, a la Academia, cargaba con los ocho ejemplares del periódico que le había pedido a Mario.

—Bueno, Reginald debería tener esto —sonreí.

—¿Iras? TN, viniste hoy cuando debías quedarte en casa a descansar, ¿e iras ahí?

—Maite, no quiero encerrarme todo el fin de semana en casa, sabes que odio eso.

—Lo sé, pero tu salud es más importante —sentí una punzada de tristeza.

—Okey, me quedo en casa para cuidarme, ¿qué hay con lo demás? ¿Qué hay de la diversión y la necesidad de todo ser humano por sentirse feliz?

—Lo sé, solo no quiero que te pase nada —me quito cuatro periódicos de la pila—. Iré contigo.

—Me quedaré un rato con Cinco —puso los ojos en blanco.

—Solo te dejaré y me iré.

No discutí, no iba a hacerla cambiar de opinión, era muy protectora y cuidadosa. Fuimos juntas hablando de cualquier tontería que se nos ocurría hasta que llegamos a la Academia, llamé a la puerta y Pogo nos dejó pasar diciendo que fuéramos a la estancia.

—Waoh —Maite miraba a su alrededor.

—Es precioso, ¿no? —le susurré y ella asintió.

—Señorita Ferrer.

Escuchamos a Reginald a nuestras espaldas, al girar lo vimos acompañado de los siete Umbrella, quise reír al ver a Cinco actuando como si no me conociera bien.

—Señor Hargreeves, le presento a mi amiga.

—Maite McLaren —saludo.

—Nos tomamos la libertad de traerles un ejemplar de nuestro periódico con la entrevista de ayer —le tendí uno—. Y nuevamente, gracias.

—Claro —ojeo la noticia mientras Maite le daba el resto de los periódicos a los Umbrella—. ¿Usted también trabaja en el periódico, señorita McLaren?

—Para mi buena suerte, no —sonrió.

—Señorita Ferrer, si decide dedicarse al periodismo, búsqueme porque hace un buen trabajo —me sorprendió.

—Si, lo agradezco —Cinco frunció el ceño.

—Tengan buen día, señoritas.

—Igual usted señor Hargreeves.

Fue una forma muy amable de decir que nos fuéramos, mire a Cinco y vi que entendió que lo vería arriba, salí con Maite de la Academia y suspiró.

—No salió mal —se encogió de hombros—. Vamos por un helado.

—No puedo, te dije que me quedaré un rato con Cinco.

—¿Es en serio? —bufo.

—Lo siento —murmuré.

—Como quieras.

No me dejo decir nada más, ella se fue dejándome ahí, suspiré y caminé a la escalera de incendios; cuando llegue al tercer piso vi a Cinco fuera de la ventana esperándome.

La fuerza del corazón || CHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora