Me senté en aquel vagón vacío y alisé mi uniforme. Odiaba las arrugas, eran algo difíciles de controlar y me desesperaban con gran asiduidad. Estaba deseando llegar a mi destino, y por ende, a ese maravilloso estadio donde, una vez sentado en mi localidad correspondiente, vería rodar el balón esperando disfrutar de un buen partido.
La puerta del vagon se abrió entrando por ella un muchacho bastante alto, de pelo rubio pajizo que me dio una larga mirada a la vez que colocaba su maleta en la parte de arriba del compartimento.
Se sentó justo enfrente de mi haciéndome sentir algo incómoda, pues el vagon estaba totalmente vacío y no entendía del porqué quería sentarse tan cerca.
No me atreví a alzar mi mirada pues los nervios y algo de desconfianza me atacaban en ese momento, odiando estar así por la presencia de una persona y más si era un hombre.
- ¿Sabe a que hora llegaremos a Castellón?
El tono de su voz me hizo revolverme nervioso en mi asiento. Alcé mis ojos con cautela encontrándome con una mirada azulada que sonreía al hablarme.
- En una hora aproximadamente -contesté por educación. Me sumergi de nuevo en la lectura de mi historia pues sentía mis mejillas arder. Este hombre era atractivo y producía en mi sentimientos profundos de deseo y algo mas.
- Buen libro, el que estás leyendo, me refiero
Volví a distraerme de mi lectura para de nuevo, fijar mi mirada en la suya. Señalaba la edición de "Dos días para caer", el cual devoraba con ansiedad. Hace poco había decidido decirles a mis padres sobre mi orientación sexual, y este libro me ayudaba a despejar todas mis dudas.
- ¿Lo has leído?
Mi curiosidad se acrecentó a medida que él se acercaba un poco a mi. Como queriendo compartir un secreto que solo supiéramos los dos.
- Y dos veces
Ambos nos miramos y estallamos en carcajadas. Por fin conocía a alguien como yo. En esta sociedad en la que tener sentimientos por personas que no son como tú y que no es como lo que se ha establecido, el ser diferente está penado con la ignorancia y a veces, con la exclusión social.
Nadie debería mandar en el corazón de otra persona y no obligarte a sentir lo que se siente.
El atractivo rubio se presentó con el nombre de Adolfo. Mantuvimos una agradable charla sobre nuestras inquietudes y experiencias con otras personas. Mi experiencia sexual era escasa, como me atreví a confesarle ante su complicidad.
No sé lo que tenía Adolfo que me llevaba a hablar con él tan abiertamente. Quizás era porque por fin, había encontrado a alguien como yo. Alguien con quien compartir mis experiencias.
- Dicen que la primera vez duele un poco -le confesé algo avergonzado
- No te dejes engañar Damian. Tú lo que tienes que hacer es relajarte y dejarte llevar, lo demás vendrá solo. A uno de los dos le dolerá, espero que lo sea a ti
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La Historia Que Tú Hiciste
RastgeleSegundo reto de nuestra editorial Participa en nuestro reto de escritura al azar. Escribe una historia corta y deja que otra persona te elija a ti para escribir otra historia. Incluye palabras elegidas al azar y diviértete creando Reto para fomentar...