28. Mariana

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Hoy ha venido Luciano a contarnos que va a dejar la universidad. Sabíamos que no le iba bien y que arrastraba varias asignaturas, pero siempre confiamos en que las sacaría tarde o temprano. Resulta que no ha sido así y que es su última semana en la universidad. Por lo tanto, hemos decidido hacerle una fiesta de despedida. Él nos ha dicho que no está de buen humor para fiestas, pero que vendrá a compartir un rato con nosotras.

Hemos preparado la cena temprano: puré de patatas y atún, y tenemos el juego de monopoly preparado. El resto de las chicas del cuarto no están aquí ahora. No están aquí casi nunca, en realidad. O bien van a la biblioteca, o viajan a sus casas cada vez que pueden. El caso es que nadie nos pedirá que hagamos silencio hoy, aunque igual no lo íbamos a hacer.

Los chicos llegan con nada más y nada menos que una bolsa de patatas pre-fritas.

— ¡Fiesta de patatas! —exclamo y todos ríen porque saben que me encantan en todas sus variantes.

Daniela se encarga de freírlas y mientras lo hace Juan Carlos se le acerca y le susurra:

— El año que viene tenemos un nuevo comensal...

Ella lo mira con los ojos como platos.

— ¿Quién?

— Tú sabes quién —le dice, pícaramente. No me molesta el hecho de lo cerca que están, porque sé que nada ocurriría entre ellos, pero una pequeña parte de mí deseó que estuviera así conmigo y no con ella.

— Él que se cocine solo —le dice Daniela, molesta y Juanca solo se ríe.

De pronto, sus ojos se posan en mí, una mirada profunda que me corta la respiración. Nos quedamos un instante...

— ¡A comeeeeer! —grita Daniela, sonando un tenedor en un plato, como si fuera nuestra madre llamándonos.

Cenamos juntos a la mesa Alba, Juani, Luci, Juan Carlos, Yiya, Daniela y yo. El club de los siete, como en los viejos tiempos. Reímos y brindamos, deseándole a Luciano cosas buenas y pidiéndole que no pierda el contacto y que siga saliendo de fiesta con nosotros. Me temo que encontrará otros amigos, y no quisiera perder esta gran familia.

Veo que Yiya y Luciano se alejan a conversar y yo me ofrezco para lavar los platos porque sé que necesitan despedirse. Mientras lo hago, me distraigo pensando en las musarañas y cantando en voz baja una canción de Maroon 5 que me encanta:

"My pressure on your hips,

Sinking my fingertips

Every inch of you

'cause I know that's what you want me to do..."

Y entonces lo siento. Sus manos en mis caderas. Es él. Se me acerca por la espalda y me susurra al oído:

— ¿Eso es lo que quieres que te haga?

Doy un salto, alejándome de él, con las manos llenas de espuma. El muy pillo de refiere a lo que dice la sensual canción.

— Me asustaste —le digo —No deberías hacer eso aquí, cualquiera podría vernos.

Por suerte, aquí no hay nadie más.

— ¿Entonces en otro lugar sí? —me mira pícaramente y quiero lanzarme encima de él.

— No, sabes que no... en ningún lugar podemos...

— Eso dices tú, pero tu cuerpo dice otra cosa...

Me decido a jugar, acercándome a él y pasándole un dedo espumoso por esa cara bonita que tiene.

¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?: cuando dos amigos se enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora