18. Juan Carlos

60 3 0
                                    


He pensado en mil maneras de acercarme a ella. Aunque sepa que no podemos tener nada, me reconforta su amistad, porque siento que puedo ser yo mismo con ella, porque me siento cómodo. Durante las últimas semanas ella ha dejado de juntarse con nosotros. Ya no sale ni va a nuestro cuarto ni al parque de los vikingos y no tengo idea de por qué. Supongo que tenga que ver con su separación de Alba, pero no veo por qué no pueden llevarse bien como adultos. Él estuvo un poco raro con ella, jugando al sube y baja... que si le habla, que si no le habla, que si le gusta, que si la evita. Nos cansó bastante la situación. Lo bueno es que parece haber superado esa etapa porque está con otra chica. Llevan solo unos días pero ya nos cae bien, Lily se llama. Se ha sumado efusivamente a nosotros y todos la hemos acogido genial. Me debato pensando si es el motivo por el que Mariana ya no viene a vernos. ¿Y si le duele ver a Alba con otra chica? ¿Y si tiene sentimientos por él? ¿Y si ella está pasando su tiempo con otra persona?

La verdad, no lo sé, pero el caso es que no quiero que se distancie de nosotros así que la llamo y le pregunto si me puede prestar su laptop para hacer unos proyectos. Hace unos días, el padre del freaky falleció y él se está tomando un tiempo en casa. Normalmente, era él quien me hacía el favor. Ella me contesta que sí y me alegro de que no tenga otros planes... con otro chico, quizás.

Llego a su cuarto y entro, pidiéndole permiso con la mirada. He venido cientos de veces a este cuarto, pero esta vez se siente diferente, se nota la... distancia. Ella me hace un lado en su cama y me siento.

— ¿Cómo está la cosa, Juanki Junior?

— ¿Cómo estás tú? Nos tienes abandonados.

Me mira con cara de circunstancias.

— No me siento muy cómoda últimamente.

— ¿Es por Lily? —le pregunto directamente, temiendo que sea así.

— Noooo, para nada. Hasta me alegra que esté con alguien. Así dejará de molestarme.

— ¿Molestarte? —me sorprende su respuesta.

— Sí. Digamos que me seguía escribiendo.

Uff. Esto no me lo esperaba. Pero al menos ya no es así, al parecer.

— Toma —me da su laptop y se levanta de la cama, intentando darme mi espacio —úsala el tiempo que necesites.

— Nooo —la tomo de la muñeca —No tienes que irte... Bueno, a menos que tengas algo que hacer. No te quiero botar de tu propia cama.

— Ok, voy a hacer cafecito y vuelvo —me dice y la suelto. Soy ridículo.

Un rato más tarde está el café y me lo tomo con las tres en el balcón. Ellas no parecen sorprendidas de que esté aquí. ¿Por qué lo estarían? Somos amigos. Todos somos amigos y nada más.

Intenté todo lo posible por terminar mi estudio rápido para poder conversar con ella. Me acuesto con la cabeza en sus muslos y ella me acaricia el cabello. Es sumamente placentero. Hablamos sobre nuestras familias y nos hacemos cuentos de cuando éramos más chicos. Creo que podemos estar horas hablando sin aburrirnos. Nos sorprende cuando apagan las luces y vemos que son ya las doce. Nos quedamos oscuros, solo con la tenue luz azul de su portátil. Está tan linda. Sus cabellos flotan con el aire del ventilador y el contacto físico me tiene embelesado. Es una verdadera lástima que las cosas hayan resultado así. Y muy a mi pesar le digo:

— Creo que mejor me voy.

*****

Los últimos días han sido una verdadera locura. He salido casi a diario a beber con mis amigos. Por las noches las fiestas no faltan, las chicas tampoco. Me entretengo con cualquier chica que me parezca regularmente bonita, bailamos y terminamos en la cama, todo con el mismo objetivo... borrármela de la cabeza. Pero la verdad es que no consigo besar otros labios sin imaginarme cómo sabrían los suyos. No consigo irme a la cama con nadie sin desear que fuera ella quien estuviera conmigo. Desde la última noche que estuve con Mariana siento que tenemos un lazo mucho más especial de lo que yo imaginaba. Somos amigos, de acuerdo; somos muuuy buenos amigos, lo sabía... pero lo que no sabía era que tenemos una conexión. Viva, sincera y palpable. Tenemos una química tan evidente que no consigo imaginar que ella no la sienta. No consigo imaginar que ella no se sienta como me siento yo cuando la miro a los ojos. No acepto que, luego estar juntos en su cama, luego de esa cercanía, ella no tuviera ganas de besarme... al menos.

No. Creo que, como yo, aquella caricia en mi pelo era una búsqueda del contacto físico que casi nunca hemos tenido, pero que cuando ha existido, quema como el fuego. No nos tocamos como se tocan dos simples amigos. Nos tocamos como se tocan dos personas que se gustan y que no pueden estar juntas: con temor, alejándose rápidamente y sintiendo esa electricidad en la piel. Pero esa noche no fue así.

No. Creo que ella no tenía necesidad de acariciarme el cabello, ni de acostarme en sus muslos. Lo hizo porque así lo quiso, porque fue lo que sintió cuando -finalmente- estábamos solos los dos. O quizás simplemente me estoy volviendo loco de tanto pensar, de tanto beber y de tanta fiesta.

Ella ya no sale con nosotros. Me explicó que no se siente muy cómoda en el grupo y que, aunque eventualmente tendrá que continuar con su vida, ahora se está tomando un tiempo. Lo entiendo, aunque la verdad es que la extraño. Su compañía, aunque fuese en estilo grupal-amistoso, me brindaba cierto consuelo: el consuelo de tenerla cerca, de conversar, de bailar, de reírnos... o simplemente de mirarla cuando ella no se daba cuenta. Ya ni siquiera tengo eso y debo buscar maneras de encontrarme con ella.

*****

Hoy están Yiya y Daniela con nosotros en Cubo de Cristal, la disco súper íntima que se ha convertido en mi favorita... aunque hubiera sido mejor que ella estuviera aquí.

Tomo mi teléfono y le escribo un mensaje de texto: ¨Se te extraña por aquí¨. Ella me responde con un emoji sonriente y diciendo que la pasemos bien. Difícil sin ella, aunque la verdad es que sí lo hacemos. Luciano y Yiya han hecho las paces y se llevan bien. Alba está con Lily, que es divertida pero no le gusta bailar, y Daniela y Juani comparten conmigo. Miro a mi alrededor... ninguna chica consigue llamar mi atención.

— ¿La extrañas, eh? —dice Daniela a mis espaldas y me quedo en shock.

— A tu pareja de baile...

— ¡Ah! —me río, aliviado. La verdad sólo he bailado una vez con ella, aunque siento que Daniela lleva un tono de que sabe más de lo que aparenta.

— Se le extraña, sí —le digo y la invito a bailar. A la primera vuelta pierde el ritmo y se da por vencida.

Pasamos la noche bien, pero al regreso, Yiya se tira del camión con tal fuerza que se joroba un tobillo y va por el camino de entrada cojeando aguantándose de mí. Le preguntamos si quiere llegarse a la posta médica y nos dice que si mañana sigue igual lo hará, pero que ahora solo quiere dormir. ¡Vaya pendeja!

Entonces me siento mala persona cuando me viene a la cabeza la idea. Le digo a Yiya que la cargaré hasta el quinto piso. La pobre, cojeando va a llegar por la mañana. Daniela me dice que lo deje, que ella la ayuda, pero insisto. No sé por qué estoy haciendo esto. Bueno, sí que lo sé. Aunque no sé qué pretendo... ¿despertarla? Sí, despertarla.

Me preparo mentalmente y poco a poco me voy poniendo nervioso. Al llegar a su cuarto le pido a Yiya, susurrando, que se fije si Mariana está sola. No quiero verme en la horrible vergüenza de ir a su cama y que esté con alguien, aunque lo dudo mucho.

— ¡No se te ocurra despertarla! ¡Te mata, ella odia que la despierten! ¡Se pone insoportableee!

Me dan risa sus palabras. No conocía esa faceta de Mariana.

— Le digo algo rápido y me voy, tranquila. Es importante.

Ella hace un gesto como diciéndome: ¨allá tú¨, y se va, cojeando. Cierro la puerta y, a tientas, llego hasta su cama. La ventana a su lado está entreabierta y la veo, totalmente dormida. Me tomo un par de minutos pensando en lo que voy a hacer, pero como no quiero que despierte y me convierta en el raruno que la mira mientras duerme, de una vez y por todas, la toco y le digo:

— Ana...

¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?: cuando dos amigos se enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora