3. Mariana

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No sé cuánto tiempo ha pasado cuando me despierta la bulla de unas chicas llegando. Seguro son ellas. Deben estar borrachas, pero no me levanto. Estoy muy cansada. Otras chicas de la habitación protestan pidiendo que bajen la voz.

Desgraciadamente esta habitación la compartimos casi diez chicas, y algunas no son fiesteras para nada, por lo que tienen que aguantar siempre este tipo de cosas. ¡Las pobres! Me da mucha lástima. Yo siempre le digo a mis amigas que no hagan bulla. ¡Yo no la he hecho al entrar! ¡Nadie se ha dado cuenta cuando he entrado! Pero ellas no pueden evitarlo, definitivamente.

— Marianaaaa —me dice Yiya con un fuerte aliento etílico delante de mi cara... igual debo estar yo, pienso.

— Dimeeee.

— Deja que un amigo de nosotras duerma contigo, porfa —me dice entre risitas y susurros.

— ¿Tú estás borracha? ¿Qué amigo?

— Un amigo de Luciano, el que me gusta.

— ¿Y tuviste que traerte a su amigo para aquí? ¿No podía venir él solo?

— Noo, jijijiji. Estamos comiendo galletas con mayonesa y nachos, ven si quieres.

— No. Tengo sueño.

— ¿Vas a dejar que el muchacho duerma contigo?

— Claro que no. ¿Tú tienes fiebre? No lo conozco.

— Es para que no duerma en el piso. Daniela va a dormir con el otro.

— No me importa. Que duerma en el piso. O que duerma en su cuarto.

Y diciendo estas últimas palabras vuelvo a dormirme.


Después de posponer más de cinco alarmas desde las siete de la mañana me despierto, miro la hora en mi teléfono y me levanto de la cama de un tirón. Son las once de la mañana. Otro día de ausencias a clases. Camino somnolienta por el cuarto chequeando quién ha ido y quién no al aula. Como era de esperar, solo están aquí Yiya y Daniela. Deben estar en coma. Pongo a hacer un café y nos preparo un desayuno con la tostadora de pan que se ha traído Yiya de casa, pero que nunca usa.

Voy y las despierto, ¡con la taza de café delante, claro!... sino hubieran seguido durmiendo.

— Ñoooo... Es verdad que eres lo máximo —me dice Daniela, la café-adicta número uno.

— Lo máximo no, esto es un chantaje para que me cuenten qué paso anoche —les digo y empiezan a reírse como tontas, sin parar, durante un largo rato...

Voy a mi taquilla y regreso con dos cigarros suaves, los enciendo con el fuego de la hornilla y salimos al balcón, como de costumbre. Nos encanta conversar acabadas de levantar y en pijamas en el balcón de nuestro quinto piso, desde donde hay un fresco increíble y ver lo que pasa debajo.

Les tiendo un cigarro para que lo compartan y les pregunto qué ha pasado anoche, café en mano.

— Cuando regresamos volvimos a pasar por delante de ellos y seguimos de largo hasta donde están los quioscos, con la excusa de merendar, pero todos estaban cerrados —me cuenta Yiya —y de regreso ellos nos dicen: 'están cerrados, ya nosotros fuimos'. Les decimos que por qué no nos dijeron cuando íbamos, nos reímos un rato y nos invitaron a tomar una bebida riquísima que tenían ahí. Había uno de cumpleaños.

— El mangote —la interrumpe Daniela.

— Sí. Está buenísimo.

— ¿Ese es el que te gusta a ti? —le pregunto.

— No, es otro. Son cuatro, pero uno se fue a dormir cuando estábamos allí.

— Juani. Se llama Juani.

— Sí, el chiquitico.

— Entonces... cuando íbamos a regresar al cuarto ellos nos dicen que tenían mucha hambre y nosotras les decimos que también. Nos preguntan si no teníamos nada de comer en la habitación —dice Yiya riéndose pícara —y así llegaron aquí. Pensamos que íbamos a merendar y a conversar un rato, pero entre risa y risa se quedaron a dormir aquí.

Las miro preocupada. Es verdad que somos divertidas, pero esto no es normal en ellas, en nosotras.

— Yo dormí con Luciano, que es el que me gusta, aunque no pasó nada, solo dormimos.

— Y yo dormí con el cumpleañero, el buenote... ¿Cómo se llamaba?

Me río, ni siquiera se acuerda del nombre.

— Alba. Le dicen Alba —interviene Yiya.

— Pero tampoco pasó nada. El pobre casi se cae de la cama alejándose lo más posible de mí.

Están tremendas estas dos, pienso. Y de pronto, me viene algo a la cabeza.

— ¿Y entonces... quién era el otro que querías que durmiera conmigo?

— ¡Ah! Es el otro, Juan Carlos. Pero tiene hasta novia, él solo quería un ladito porque el piso estaba frío. El pobre durmió en el piso, sin colcha ni nada, solo una sábana —dice apenada.

Seguimos riéndonos mientras conversamos de la fiesta y terminamos el desayuno, nos vestimos con música de fondo y nos alistamos para bajar al mundo real.

No hay ningún plan para hoy, ya que hemos faltado a clases. Daniela y yo estudiamos Periodismo y Yiya estudia Comunicación Social. En un inicio estaba con nosotras en la carrera, pero decidió cambiarse al siguiente año. Sin embargo, siguió andando con nosotras para todos lados, la pequeña del grupo. Ella no debe medir mucho más de 1.50, sin embargo, es extremadamente bonita. Es rubia y tiene los ojos azules y tendencia a ser graciosa. Nuestra barbie diminuta, como a veces la llamamos, es, sin dudas, el centro de nuestro grupo. A veces nos halamos los moños, no entiendo cómo alguien tan pequeño puede ser tan molesto... y yo, que también tengo mi carácter... pues chocamos. Pero la quiero un montón.

Daniela es un poco más pequeña que yo, ojos oscuros, pelirroja y rolliza, aunque de caderas anchas. Es divertida y le encanta la fiesta, pero luego es la de los que mejor sale en los exámenes, teniendo en cuenta que casi nunca estudia... Y yo, pues soy alta y delgada, aunque tengo buen cuerpo, creo... Ojos oscuros, pelo castaño, lacio y largo... y poco más. Soy sencilla, educada y buena gente... Eso sí, con la gente que se lo gana; porque tiendo a tener mal hostia.

*****

Cuando es cerca de la una de la tarde salimos del cuarto para ir a almorzar y a tomarnos un galón de refrescos, helados y todo el líquido que venga... Es lo que pasa cuando bebes mucho la noche anterior. Bajamos los 80 escalones y nos dirigimos a los quioscos. Están llenos de jóvenes que, como nosotras, están muertos del hambre. Nos compramos unas pizzas, refrescos y helados y estamos listas para ir a dar la charla al parquecito de los vikingos, donde se reúnen todos a cualquier hora del día.

Cuando estamos llegando veo que mi ex va de salida y me alegro de que no me lo voy a topar. Es alguien que no me quiere en su vida, pero que tampoco me deja tranquila, ni me deja ser feliz. Una contracción, vamos. Me ha costado mucho alejarme un poco de él, porque cuando mejor estoy él busca la manera de joderme la vida... y así no se puede superar a alguien.

¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?: cuando dos amigos se enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora