14. Mariana

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Yiya nos obliga a mí y a Daniela a salir fuera de la cueva. Yo, necesito tomarme un tiempo para mí, y Daniela porque ha estado todo el día sintiéndose mal. Pero las dos estamos mejor y, además, Juan Carlos me ha mandado un mensaje diciendo que hoy viene de visita su hermano menor y que le gustaría mucho que estuviéramos todos para conocerlo. El chico es unos años menor que él y su mejor amigo, según me ha contado. Empieza el año siguiente la universidad, así que supongo que terminará uniéndose a nuestra familia.

Llegamos al parque de los vikingos, donde Juan Carlos le explica a quien supongo su hermano el porqué del apodo del parque:

— Es que siempre está lleno de vikingos: gente que se pasa el día aquí sin hacer nada más que tomar y fumar hasta el otro día... ¡Como nosotros!

Todos se ríen estrepitosamente.

— No le hagas caso —le dice Juani —ya le decían así cuando nosotros empezamos la universidad.

— Y mira, estas son las Valkirias —le dice Juan Carlos, señalándonos, con una sonrisa torcida que derretiría al mismo polo norte. El chico se voltea y nos observa con detenimiento. No es tan alto, pero sí igual de guapo y encantador que su hermano, con la misma piel color miel, ojos pequeños y gracioso pelo rizado. Hay cierta tensión en el ambiente que no comprendo y el muchacho se toma sus segundos -mirándonos- en decir:

— Ricardo —nos tiende la mano —un placer.

— Aquí nos saludamos con besitos —le dice Yiya, quien ya se está poniendo en puntillas para plantarle un beso.

Todos nos saludamos y me dicen que me han extrañado estos últimos días. Les brindo una sonrisa afable... en el fondo yo también los he extrañado, muchísimo.

Nos sentamos a conversar y beber un vino tinto que ha traído el chico de Trinidad, que es donde viven. De pronto, llegan Luciano y Alba, corriendo. Al hacerlo, chocan con Ricardo y su vaso cae al suelo, manchando de vino una de sus zapatillas blancas.

— Disculpa, asere — le dice Luciano —Miren, apúrense, que está saliendo un camión para la presa en diez minutos. Hay pipas de cerveza dispensada, ¡vamos!

Nos miramos. Aquí lo estamos pasando genial... ¡pero allá lo pasaremos mejor! Nos levantamos, listos para irnos.

— Esperen... —dice Daniela —tenemos que ir a cambiarnos, no vamos a ir así ¿no?

Todos la miramos y nos reímos.

— A nadie le importa cómo vamos vestidos, Danielita —le dice Ricardo.

Ella le lanza una mirada asesina.

— ¿Y a tí quién te dio vela en este entierro, chama?

Todos los picamos haciendo ruidos de '¡Ohhh!'. Ciertamente, hoy no es el día de Daniela.

— ¡Pfff! Chama dice... Soy solo dos años menor que ustedes.

Es cierto, cuatro años menor que su hermano y dos menor que nosotras. Ella decide no responderle y seguimos caminando.

*****

Media hora más tarde estamos en la presa, donde cientos de universitarios bailan y toman cerveza. Algunas chicas van en bikini y no logro entender por qué, nadie se baña en esta presa. Nos ponemos a tono rápidamente, comprando pintas de cerveza. Esto es una locura, es peor que cualquier otra fiesta. La gente está en su salsa, hacen competencias y retos, se tiran cerveza encima y otros se meten en la presa. Los oídos me pitan del volumen al que está la música. Ricardo se me acerca y me dice:

¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?: cuando dos amigos se enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora