new day

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Nuevo Día

¿Cómo podía seguir de pie? Cualquier persona que los viera de lejos seguramente preferiría correr que estar cerca por miedo a que fuesen demonios o la propia imagen de satanás, sobretodo por la cabellera rojiza.

Jim Lake no se detuvo a mirar hacia los ojos curiosos y temerosos, con su último aliento y fuerzas tenía una misión.

Debo llegar a casa

Su pequeña acompañante yacía en sus brazos casi inconsciente, el azabache hasta juraba que se había desmayado desde hace 20 minutos atrás donde dejó de darle besitos en la mejilla por descansar la mejilla de ella sobre el hombro de él.

El lado bueno, su casa estaba a 2 cuadras; el lado malo, podría colapsar en cualquier momento.

Tal vez debí pedir un aventón

Por favor, él jamás pediría un aventón, quería tener un momento a solas con su chica, y no lo pensó luego de que casi le daba el peor infarto de su vida tras verla bajo escombros junto a su mejor amigo, Tobías.

—Mierda Stella no te alejes más de mí.— pidió débil, sus brazos se sentían cansados, empuñar su espada y ahora cargar a la damisela le estaban pasando factura de forma lenta.

—Ma...la... pala... bra.— un susurro débil le hizo soltar una sonrisita, vale, si era mala palabra.

Holy Shit.

Please, English no.

Ahora carcajeó, olvidaba las pequeñas maravillas que la caracterizaban.

—Como ordenes, preciosa. —susurró, quiso bailar de alegría cuando llegó a la entrada de su casa.

—Dor... mir... jun... tos ¿Si?—. pidió en un suspiro.

La debilidad era mutua.

—Siem... pre.

Ambos se desmayaron en la sala.

.

4 días y contando.

4 días en los que la parejita protagonista no había abierto sus ojos por nada del mundo, y buscaban solo el contacto del otro cada que podían.

Eran las 3:50 am cuando Strickler bajaba las escaleras por un té para que tuviera algo de sueño. Sentándose en el sofá individual que daba buena vista al sofá grande donde una pelirroja y un pelinegro aún conciliaban el sueño.

Rió, recordando que él fue el primero en llegar a la casa luego de aquella batalla a muerte y tuvo el peor susto al verlos tirados en el piso que parecían no respirar.

—Ay los jóvenes de hoy.— ironizó, pues su familia era la menos normal del mundo.

Se acercó para acomodar mejor a la pequeña Stella, pues aunque estuviera encima de Jim, parte de su codo estaba contra el cuello de su novio y si ella se enterase que casi lo ahorca en sueños probablemente no volvería a dormir.

—Duerman hasta el año siguiente si quieren—. aprobó, tomó de los brazos a la adolescente para apartarla un poco del azabache y que tuviera más espacio para sí.

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