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Tras la pequeña e íntima fiesta de cumpleaños de anoche, Mónica debe volver a su rutina habitual.
Ha acompañado a su hija  a la escuela y se dirige al centro de la ciudad, donde se encuentra la agencia de publicidad en la que trabaja.Suele ir en metro porque aparcar cerca de la oficina es demasiado complicado y así ahorra tiempo, y hoy debe ser especialmente puntual porque presenta un importante proyecto para una marca de refrescos.De salir bien, conseguirá un gran contrato y se le abrirán las puertas a un posible ascenso.Hace cinco años que llegó a la agencia por méritos propios, y en sobradas ocasiones ha demostrado su enorme talento, que tantos ingresos ha supuesto para la empresa.Pero, en un mundo de hombres, sabe que tiene que rendir siempre el doble para conseguir su objetivo:dirigir al equipo creativo en el que ahora es un peón más.
Desde su pequeño despacho repasa el proyecto al que tanto tiempo ha dedicado, pero la foto de su marido y su hija reclama su atención intentando decirle algo.La coge entre sus manos y, sin darse cuenta, rompe a llorar, como horas antes frente a las velas de su tarta de cumpleaños.
Avanza por los pasillos de la oficina ocultando su rostro mientras en su cabeza resuena la frase que lo desencadenó todo:«Pide un deseo».
Cuando consigue llegar a los servicios, le alegra comprobar que no hay nadie y puede desahogarse sentada sobre la tapa de uno de los retretes.Es una empresa moderna, así que el baño es mixto, pero eso ahora mismo solo duplica las posibilidades de que entre alguien, lo que la obliga a serenarse lo antes posible.Recuperando la compostura antes de ser descubierta, se refresca y retoca su maquillaje para seguir fingiendo que está bien.Normalmente va a trabajar con la cara lavada, pero cuando la visitan los clientes se esmera un poco más porque sabe lo importante que es la imagen en este negocio.Precisamente por eso hoy decidió ponerse una entallada camisa blanca, una falda de tubo negro y unos tacones de vértigo; para destacar sus ojos miel, los ha ahumado con sombras negras, y sus labios lucen su tono granate favorito, el que le da una alegría en el rostro que no tiene en la mirada.
A la hora concertada consigue reunir las fuerzas necesarias para hacer una presentación ejemplar que impresiona a los clientes.Su jefe, Antonio, le guiña el ojo antes de irse a comer con ellos.Monica regresa a su despacho y coge su móvil por si hay novedades, porque cuando se tienen hijos uno siempre está pendiente del teléfono.Ve que ha recibido un mensaje de Rafael proponiéndole salir a celebrar sus 46 años y un día, pero no se ve con fuerzas de enfrentarse a él de nuevo.Le responde que está liada y decide salir a comer sola para perderse por las calles del centro de Madrid sin anticipar adónde irá.Ni siquiera tiene hambre:solo necesita pasear, sentir el aire en su piel y despejar la mente para encontrar las respuestas que ahora mismo sería incapaz de dar.
Sale a la calle y se enfunda sus grandes gafas de sol buscando una mayor privacidad, como si con ellas fuera invisible, y asegurándose de que nadie pueda leer la tristeza en sus ojos.Camina sin rumbo cruzándose con rostros extraños a los que no presta la menor atención.Está sola y así quiere que sea.Hace tanto que no se cogía tiempo para sí misma que empieza a sentir una leve ansiedad.Necesita desabrocharse un poco la camisa porque le falta el aire, pero nada puede impedir que siga avanzando por unas calles que ahora le resultan extrañas.

Uno de los mayores ataques de ansiedad de su vida lo sufrió la noche antes de su boda.Monica había conocido a Rafael en una fiesta que organizaron para inaugurar el recientemente reformado bufete.Rafael, como ella, era un joven y prometedor abogado al que su padre esperaba contratar, y le había invitado para presentarle al resto del equipo.Monica era la mano derecha de su padre y llevaba varios años trabajando a su lado, demasiados, pero, aunque contaba con su plena confianza y ocasionalmente le cedía algún caso importante, nunca se sintió realizada o valorada.Su mayor motivación en los últimos meses había sido encargarse de coordinar la reforma de las oficinas, una idea que supo venderle bien porque él estaba convencido de que con sus antiguas y desfasadas instalaciones los clientes ya estaban satisfechos.Monica diseñó el proyecto con la ayuda de una interiorista y se encargó también de renovar la imagen de la firma, su logotipo y todo el grafismo.A pesar de la reticencia inicial, ante los favorables comentarios del personal y los clientes su padre no pudo más que reconocer el mérito de su hija.Por eso esa noche, en la inauguración, la presentaba como si de una estrella se tratara.Monica sabía que nunca antes se había sentido tan orgulloso de ella, y aunque no le importaba especialmente, por lo menos estaba satisfecha de haberse salido con la suya por una vez.
Cuando Rafael llegó a las renovadas oficinas, el padre de Monica corrió a saludarle.Quería impresionarle para que se uniera a ellos, y sabía que una de sus mejores armas era su hija.Los presentó enseguida y le dijo a Rafael que si aceptaba su oferta esperaba que trabajara mano a mano con ella.Monica se sintió incómoda, mas como en tantas otras ocasiones le siguió el juego y se mostró encantadora.Rafael le pareció un tipo atractivo y simpático, pero no le despertó la locura que sintió por Vanesa desde el primer momento en que sus vidas se cruzaron.
Esa noche, Rafael y Monica pasaron un buen rato charlando y se cayeron bien.Ella intentó apoyar a su padre y convencerle de que su firma era su mejor opción.
A las pocas semanas, Rafael se unió al bufete y desde ese momento empezaron a colaborar.Cada noche, al finalizar la jornada solían bajar al bar más cercano a tomar algo y a comentar temas profesionales, y de un modo natural y casi mecánico se dieron cuenta de que estaban saliendo juntos.De hecho Rafael no se lo llegó a proponer, pero ambos dieron por hecho que, tras varios encuentros y algunos besos de despedida no demasiado apasionados, eran pareja.Monica se sentía cómoda con su nuevo novio y compañero de trabajo, y los casos que llevaban eran una fuente recurrente de conversación en sus citas.La primera vez que se acostaron, Monica sucumbió a los ojos de deseo de Rafael y se sintió incluso halagada.Llevaba mucho tiempo sola y sabía que él la veía con una admiración y un amor que pocos de sus amantes habían mostrado.Solo Vanesa superaba las sensaciones, pero debía quitársela de la cabeza y Rafael  resultó un buen recurso para intentarlo.Hicieron el amor sin demasiada pasión ni conexión, pero al terminar él parecía más que satisfecho y Monica simplemente aceptó que había renunciado a ser ella misma. Pasados unos meses, Rafael estaba integrado tanto en el bufete como en su vida, porque los padres de Mónica le adoraban y veían en él al yerno perfecto.Así que, cuando al año de empezar a salir juntos él le pidió matrimonio durante una cena familiar, Monica aceptó sin pensarlo demasiado.Su padre abrió una botella del cava que guardaba para ocasiones especiales, y su madre alabó el buen gusto de Rafael, que le había comprado un carísimo anillo de diamantes para pedirle la mano de la forma más clásica y previsible posible.En el fondo, Mónica sabía que no tenía otra opción y que ese era un paso más en el camino a hacer felices a sus padres, aunque seguramente era también un paso más en el camino a olvidarse de su propia felicidad.La boda iba a ser uno de los acontecimientos del año.La hija de uno de los abogados más importantes de Madrid se casaba y todos querían acudir al evento.Un gran coche alquilado, ropa de las primeras firmas, el mejor catering de la ciudad y un antiguo palacete decorado para la ocasión por la diseñadora de interiores del momento fueron los detalles elegidos por los padres de Monica, que no dejaron que los novios tuvieran demasiadas opciones a la hora de opinar.Rafael parecía conformarse con la situación, y ella nuevamente se dejó llevar.La noche antes del «gran día» Monica se acostó temprano para tener fuerzas ante lo que le esperaba y, tras un baño relajante, revisó su vestido y se metió en la cama.Cuando estaba a punto de dormirse, su móvil anunció la llegada de un mensaje.
   
    ~He leído que mañana te casas.Te deseo que seas muy feliz.Vanesa.~

No había tenido noticias de ella en los últimos años y Mónica sintió de repente que le faltaba el aire y abrió las ventanas de su habitación para recuperar el aliento.No esperaba saber de ella y mucho menos esa noche.Angustiada y con el corazón acelerado, recurrió a las pastillas de emergencia que tiempo atrás le recetó su psiquiatra para evitar un ataque severo de ansiedad como los que sufrió entonces.Intentó tranquilizarse y, después de valorarlo mucho, decidió no responder al mensaje y seguir adelante con lo planeado.Pero lo poco que pudo dormir lo hizo soñando que estaba entre los brazos de Vanesa. Ahora recuerda ese momento y, aunque le resulta lejano, la ansiedad le impide caminar tranquila.Saca sus pastillas de emergencia y se las toma sin beber agua porque sabe que, si no lo hace enseguida, la cosa irá a más.Mientras espera notar el efecto de la medicación, solo puede pensar en ella, en Vanesa.


La vida da muchas vueltas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora