El año empezó de la mejor forma posible para Monica, pero estar con sus padres bajo el mismo techo que días atrás compartió con Vanesa la hizo volver a una realidad que ahora le provocaba rechazo.Le hubiera gustado contarles la verdad, decirles que estaba enamorada de una chica y que con ella había vivido la mejor Navidad de su vida.Pero sabía que no la entenderían y que su confesión les causaría tal rechazo que haría que la repudiaran y se avergonzaran de ella. Monica conocía demasiado a sus padres, aunque en el fondo le eran unos auténticos desconocidos.
Fingió durante un par de días ser la hija perfecta, la que se alegraba de pasar las vacaciones en familia, y habló con ellos de sus estudios, de sus impuestos planes, asegurándose así de que no intuyeran que algo en ella había cambiado.Pero Mónica no era la misma, no desde que conoció a Vanesa.Por las noches, después de despedirse con un frío beso de sus padres, corría a su habitación para hablar con su amada.No esperaba ni siquiera a ponerse el pijama para contarle cómo había sido su día y reía con las anécdotas que Vanesa le contaba desde la distancia.Pasaban horas hablando y se confesaban que se amaban una y otra vez hasta quedarse dormidas pegadas al teléfono porque eran incapaces de despedirse.
El día 5 de enero, Monica recibió un sugerente mensaje de Vanesa citándola a las ocho de la tarde frente a la catedral.Le pedía que buscara cualquier excusa para pasar la noche fuera de casa y, sin poder ni querer evitar la tentación, aceptó encantada.Les dijo a sus padres que había quedado con unas amigas para celebrar la noche de Reyes y que se quedaría a dormir en casa de una de ellas.Aunque los pilló un poco por sorpresa porque solían pasar la noche juntos antes de intercambiar regalos a primera hora de la mañana, les alegró saber que se llevaba tan bien con sus amigas de la facultad y se conformaron con comer con ella al día siguiente.
Monica se vistió pensando en Vanesa, en la idea de volver a verla.Quería resultarle irresistible, que sintiera cuánto la había echado de menos y que comprendiera que se había arreglado para ella.Cuando por fin estuvo convencida de su elección, fue impaciente a su encuentro.Al ver que había llegado mucho antes de la hora señalada, decidió ir a comprarle un regalo de Reyes.Recorrió varias tiendas buscando el detalle perfecto.Le hubiera comprado el mundo entero, pero al final optó por algo que pensó que la haría sonreír.Cómo le gustaba verla feliz a su lado...Minutos después se plantó frente a la catedral luciendo un vestido rojo bajo su abrigo negro de corte militar.Para la ocasión había elegido también zapatos de tacón y un maquillaje lo suficientemente marcado como para que Vanesa supiera que había sido su inspiración.Esperó un buen rato observando a los niños acercarse a Vía Layetana impacientes por ver a unos Reyes Magos que en pocas horas les dejarían en casa lo que les habían pedido en sus cartas.Cuando pensaba que Vanesa no iba a presentarse, apareció entre la multitud más hermosa que nunca.Como Mónica, Vanesa había elegido su estilismo a conciencia sabiendo que hacía demasiados días que no habían podido verse.Llevaba su chupa de cuero habitual, pero esta vez una falda negra ceñida sustituía a los vaqueros a los que la tenía acostumbrada, y para sorprenderla había elegido una escotada camiseta del mismo color y unos botines a juego.Su larga melena estaba recogida de un modo informal pero extremadamente apetecible, porque dejaba entrever su largo cuello; sus labios eran de un color rojo intenso y, aunque casi no se había pintado los ojos, el maquillaje destacaba aún más su mirada felina.
Ajenas a todo y a todos, e incapaces por unos instantes de guardar las apariencias, al encontrarse se besaron apasionadamente sin mediar palabra.Permanecieron abrazadas un buen rato, y el mundo les pareció un lugar más seguro y hermoso.
Antes de revelarle sus planes para la noche, Vanesa le dijo que quería que vieran juntas la cabalgata de Reyes, algo que le encantaba hacer desde pequeña.Quería compartir con Monica un momento único que le recordara que se puede seguir soñando cuando se es adulto. Vanesa le contó que, desde que se fue de casa de sus padres, la noche de Reyes solía ir a ver la cabalgata y eso le infundía buenas energías para el resto del año.Se dejaron llevar por la magia del momento, cogieron caramelos, que después regalaron a los niños que habían conseguido menos, e hicieron fotos para guardarlas en la memoria para siempre.
Tras el desfile, subieron a la moto de Vanesa y se dirigieron a su piso Vanesa le contó que sus compañeras iban a pasar la noche con sus familias y que estarían solas, así que nadie iba a interrumpirlas.En cuanto cruzaron la puerta le pidió que cerrara los ojos, e instantes después empezó a sonar una seductora música de jazz.Cuando pudo mirar, Monica se encontró con una mesa perfectamente preparada y un salón iluminado por grandes velas blancas, las preferidas de Vanesa. Monica apreció el detalle, especialmente que hubiera pensado en hacer algo tan bello para ella.—Señorita...—le dijo Vanesa acompañándola a su silla.
Mónica se sentó sonriente, sintiéndose como los niños a los que había visto tan felices minutos antes en la cabalgata.
Vanesa la ayudó a quitarse el abrigo y, tras unos instantes en la cocina, reapareció con dos platos.
—Como sabes a estas alturas, cocinar no es mi fuerte, pero te he preparado mi plato estrella:pasta al pesto con parmesano —le dijo con una timidez más propia de Mónica que de Vanesa.
—Seguro que está delicioso...Gracias, cariño...—le respondió Monica mirándola a los ojos conmovida por cada uno de los gestos de su amada, que sintió un escalofrío al escuchar que la llamaba «cariño».
Cenaron relajadamente recordando anécdotas de las noches de Reyes de ambas. Vanesa le contó que desde pequeña era una de sus noches preferidas, y que al independizarse siempre había intentado prepararse una mañana de Reyes especial aunque estuviera sola.Se compraba regalos y se los dejaba a media noche para autosorprenderse al despertar.A Monica le conmovió que alguien en apariencia tan fuerte tuviera esa sensibilidad que ya le había mostrado antes.Ella le confesó que, aunque le encantaba esa fecha, en su casa se vivía como un formalismo más.Sus padres sabían que había que comprarle regalos, y desde pequeña era consciente de que cualquier cosa que escribiera en su lista se la iban a regalar, así que con el paso de los años empezó a ponerles retos cada vez más complicados.Se rieron comentando los desafíos que Monica les planteó a sus padres y se sintieron de nuevo como dos niñas ante una noche muy importante y mágica.
Querían acostarse temprano para madrugar, pero la música, la agradable cena, las velas y el hecho de estar a solas después de tantos días sin verse fueron demasiado tentadoras.Sin darse cuenta, empezaron a acariciarse bajo la mesa, y Vanesa se quitó los botines y alargó su pie para acariciar a Monica con él.Ella separó las piernas para recibirla con el deseo que tanto había sentido en la soledad de su habitación, y al tenerla entre sus piernas se mordió el labio.A Vanesa ese gesto le pareció de lo más erótico, así que le recorrió la entrepierna con el pie y Mónica la miró con un deseo que la invitaba a seguir. Mónica llevó una de sus manos debajo de la mesa, apartando la falda de Vanesa para poder recorrer sus muslos.Permanecieron en silencio mirándose retadoras, acariciándose únicamente de cintura para abajo.Entonces Vanesa no pudo más y se levantó decidida para apartar con un rápido movimiento de brazo los restos de la romántica cena sin importarle el ruido de la vajilla y los cubiertos al caer al suelo.Solo tenía ojos para Mónica, así que fue a buscarla, la besó abriendo la boca para sentir sus labios entre los de ella y la levantó de la silla.Pero esta vez Monica se rebeló y decidió hacerla suya sin pensarlo, así que le metió la lengua en lo más profundo de la boca para hacerle comprender sus intenciones.Después cogió a Vanesa por la cintura, la giró con seguridad y la apoyó contra la mesa.Inmediatamente le subió la falda, le bajó las medias y las bragas y, al notar el deseo que Vanesa ocultaba entre sus piernas, se inclinó y sin darle tiempo a reaccionar le metió dos dedos, que la hicieron gemir intensamente. Vanesa se entregó al placer, sintiendo los dedos de Mónica en su interior y esperando ansiosa el impulso de cada nueva envestida. Monica fue acelerando el ritmo y apoyó su otra mano sobre la espalda de Vanesa para sentir sus espasmos.Estaba abierta completamente para ella y eso le excitaba aún más, así que fue acelerando el ritmo y penetrándola más profundamente. Vanesa gimió, le pidió más entre gritos una y otra vez, y Mónica, desatada al escuchar unas súplicas cargadas de deseo, no dejó de penetrarla hasta hacerla correrse de placer y caer rendida sobre la mesa.
Mónica estaba tremendamente excitada porque era la primera vez que había tomado la iniciativa así con Vanesa, pero quiso dejarle el tiempo necesario para que se recuperara.Permanecieron un rato en silencio sin apenas moverse, mientras una Vanesa absolutamente saciada reposaba sobre la mesa y Mónica apoyaba su cuerpo en su espalda con los dedos todavía dentro de ella.Después Mónica los retiró despacio y, cuando Vanesa se dio la vuelta para mirarla, los chupó desafiante.Aunque Vanesa apenas había conseguido relajarse, eran tantas sus ganas de poseer a Mónica que la cogió de la mano y la llevó a toda prisa a su habitación.La empujó sobre su cama, la besó con todo el deseo acumulado, le subió el vestido y le apartó la ropa impaciente para hacerle lo que instantes antes Mónica había hecho con ella.La penetró incesantemente sin dejar de mirarla a los ojos, gimieron juntas ante cada movimiento, y se besaron con la misma humedad que inundaba sus sexos. Mónica le susurró que no parara de follarla, y jadeó pegada a su oído hasta llegar al orgasmo.Después, entre caricias y besos de lo más íntimos y delicados, se ayudaron a quitarse la ropa para meterse bajo el edredón y no tardaron en dormirse abrazadas.
El día de Reyes Mónica despertó con una sonrisa de felicidad grabada en el rostro.Alargó la mano buscando a Vanesa pero, al ver que la cama estaba vacía, recuperó su ropa interior, se puso una camiseta que encontró en el respaldo de la silla del escritorio y salió al comedor a buscarla.La luz de la mañana se filtraba por el balcón que daba a la calle, descubriéndole un sofá lleno de pequeños regalos con su nombre escrito en ellos.Se quedó allí de pie sin moverse hasta que comprendió que Vanesa le había organizado la sorpresa más bonita que nunca nadie le había hecho.Con dos tazas de café humeante en sus manos, la anfitriona entró en el salón.—Creo que los Reyes Magos dejaron algo para ti...—le dijo fingiendo no saber de qué se trataba.
—Pero...¿cómo?...¿cuándo?...—Monica intentaba aclarar todo lo que le venía a la cabeza.
—Son Magos...—respondió Vanesa subiendo los hombros y arqueando las cejas.
Mónica corrió a abrazarla con tanta alegría que casi derrama los cafés.
—Venga, ábrelos, son para ti...—le dijo Vanesa disfrutando al verla tan contenta.
Mónica abrió uno a uno los paquetes cuidadosamente y enseguida se dio cuenta de que, a diferencia de la frialdad con la que sus padres le compraban los regalos más impersonales, Vanesa había pensado los suyos con el mayor de los detalles.Todos estaban relacionados con algo de lo que habían compartido durante su reciente historia de amor:dos cervezas de la misma marca que bebieron en su primera cita, unos guantes para que no pasara frío cuando la llevara en su moto, entradas para la exposición de la que tanto le había hablado, el boceto que hizo de ella en la biblioteca el día que se conocieron, el disco que sonó la noche de Fin de Año en la habitación del hotel y una pequeña cajita con una llave dentro.
—Es la llave del piso.Para que vengas a verme siempre que quieras —le ofreció una tímida Vanesa.Nunca antes había hecho algo así, y al decirlo en voz alta se sintió indefensa.
—Gracias, gracias, gracias...—le dijo Mónica sin dejar de besarla.
Se quedaron sentadas junto a los regalos tomando el café, mirando al infinito. Mónica no se podía creer lo afortunada que era en ese momento, y Vanesa sentía una paz y una comodidad a su lado que no había experimentado con nadie y que la hacía enormemente feliz.
—¡Espera!—exclamó Mónica levantándose de golpe del sofá al recordar algo—.Yo también tengo una cosa para ti.—Y se fue a la entrada a buscar la bolsita que había dejado la noche antes con el regalo que le había comprado—.Si llego a saber que me preparas esto, te aseguro que te hubiera llenado el sofá de sorpresas...—le dijo sintiéndose mal por no haber planeado algo especial para ella.
—Lo hice porque me apetecía, no esperaba nada a cambio —le explicó Mónica tranquilizándola.
Mónica alargó el regalo un poco avergonzada, pero Vanesa estaba tan encantada que lo abrió a toda velocidad.Era un precioso conjunto de lencería de color gris oscuro con algunos encajes y un ligero relleno en el sujetador que sin duda resaltaría los hermosos pechos de Vanesa.Cuando lo vio en la tienda, Mónica imaginó lo bien que le quedaría y se ruborizó al pensar que la dependienta se había dado cuenta de que era un regalo para su amada y amante.
—Mmmmm..., vaya con los Reyes Magos...—dijo Vanesa con picardía—.¿Quieres que me lo pruebe?—añadió insinuante.
—Me encantaría...—susurró Mónica antes de besarla. Vanesa se fue a su habitación a cambiarse y en ese momento sonó el móvil de Mónica devolviéndola a la dura realidad.Eran sus padres, que querían saber si iba a tardar mucho.Al ver la hora, Mónica les dijo que ya estaba saliendo, que en breve llegaría a casa.Entró corriendo en el dormitorio de Vanesa, que todavía no había tenido tiempo de ponerse el nuevo conjunto, y se disculpó por tener que irse tan precipitadamente.
—Te aseguro que nada me gustaría más que quedarme contigo, pero mis padres me están esperando, y si no aparezco me harán preguntas que no soy capaz de responder —le dijo sintiéndose mal por dejarla así después de los bonitos detalles que había tenido con ella.
—No te preocupes, yo también he quedado —respondió Vanesa intentando ocultar su decepción.
Mónica se arregló a toda prisa, recogió los regalos que poco antes había abierto con tanta ilusión y se despidió de Vanesa con un fugaz beso, prometiéndole que la llamaría más tarde.
Vanesa se quedó plantada junto a la cama sin saber cómo sería el resto de su día de Reyes.Solo tenía clara una cosa:que iba a pasarlo sola