Mónica despierta y permanece en la cama rememorando el mensaje que horas antes le ha enviado Vanesa. Rafael sigue a su lado profundamente dormido, y al ver que todavía faltan algunos minutos para empezar una nueva jornada desearía estar sola y no tener que cruzarse con él.Sin hacer ruido, cambia de postura buscando acercarse a su móvil e instintivamente escribe a Vanesa.
*Quiero volver a verte.*
Después se queda quieta esperando una respuesta que no llega y, cuando finalmente suena el despertador de Rafael, finge estar dormida hasta que escucha que se ha metido en la ducha.Entonces se levanta y se va a la habitación de su hija, porque necesita abrazarla con todas sus fuerzas.La niña abre los ojos ante la muestra de afecto desproporcionado de su madre, y Mónica le dice con dulzura que hay que prepararse para ir a la escuela, que hoy le hará su desayuno favorito:chocolate a la taza. Alexa, saltando de alegría sobre la cama, la abraza con la ingenuidad de la niña que es, y Mónica siente una culpa que le pellizca el corazón.Mientras su hija se viste como hace poco aprendió a hacerlo, Monica se dirige a la cocina a cumplir con lo prometido. Rafael aparece recién duchado y, antes de que le pregunte nada, ella le dice que quería hacerle algo especial a la pequeña porque ha estado tan liada con el trabajo que casi no ha tenido tiempo para ella.A Rafael ya no le encajan tantas excusas seguidas, pero llega tarde a una cita con un cliente y ahora no le apetece tener que enfrentarse a otra crisis existencial de su esposa.Se despide fríamente y Mónica en el fondo se siente aliviada al verle cerrar la puerta.Entre sonrisas, comparte con Alexa el chocolate que normalmente desayunan los domingos, y cuando ve que está entretenida mirando dibujos animados se va a arreglar a toda prisa.
Vestida con una falda de tubo gris oscuro y una camisa blanca entallada —uno de suslooks habituales cuando va a trabajar— y con unos zapatos de tacón altos pero cómodos, sale de casa con su hija.La acompaña a la escuela, donde la pequeña Alexa entra con la alegría de saber que le espera un día divertido con sus amigos, y a continuación Mónica se va a la agencia con la tensión de saber que le espera un día duro en el que no podrá compartir lo que siente con sus compañeros.
Cuando entra en su despacho Vanesa todavía no ha respondido a su mensaje, y Mónica empieza a impacientarse.Sin darse cuenta, imagina las posibles situaciones:que no lo ha visto porque la noche antes quedó con alguien y todavía duerme, que lo ha visto pero no responde porque no quiere verla, que lo ha visto pero no sabe qué decirle, que la está haciendo sufrir y esperará un poco para decirle algo...Cada una de las opciones le genera más ansiedad, así que decide encender el ordenador e intentar centrarse en su trabajo para silenciar así sus pensamientos.
Cuando lleva un par de horas perfilando detalles del anuncio para la firma de perfumes, el bolso de Mónica empieza a vibrar.Con los nervios ha olvidado volver a activar el sonido del teléfono, pero está tan pendiente de tener noticias de Vanesa que el sutil ruido no le pasa desapercibido.Deja lo que está haciendo y se apresura a mirar la respuesta que tanto ha ansiado, pero, ironías de la vida, ve que es un mensaje de publicidad de su compañía de seguros.Si no fuera porque espera saber de Vanesa, estamparía el móvil contra la pared de su despacho, pero consigue reprimir el impulso y se siente tan ridícula que vuelve al trabajo.
Al llegar la hora de comer, Vanesa todavía no ha respondido y Mónica no sabe qué pensar.Uno de sus compañeros llama a su puerta para proponerle salir a comer juntos y comentar temas de trabajo, pero Monica le dice que está muy liada y declina la invitación.Se queda unos minutos más en silencio en su oficina y, todavía sin respuesta de Vanesa, decide ir a comer sola.No tiene hambre pero, como no le apetece que su ayudante le haga preguntas, recoge sus cosas y se planta en la calle como hizo días atrás, sin un destino claro.
Cuando lleva un buen rato dando vueltas sin que ningún restaurante le llame la atención, su teléfono anuncia la llegada de un mensaje y se le acelera el corazón.Esta vez es ella, es Vanesa.*Te espero en 15 minutos donde tuvimos nuestra primera cita.*
Mónica no necesita pensar demasiado para saber adónde debe ir, así que coge el metro en dirección a la Barceloneta.Hace el recorrido de un modo mecánico, intentando anticipar cómo será el encuentro, y cuando consigue volver al presente se da cuenta de que se ha pasado de parada.Tras dar media vuelta y acertar al segundo intento, camina deprisa hasta llegar al lugar que guarda tantos recuerdos.
Han pasado muchos años desde la última vez que estuvo aquí, pero enseguida comprueba que todo sigue igual:la única diferencia es que, al ser verano, no hay estufas en la terraza.Busca a Vanesa en cada una de las mesas y, al ver que no está, se sienta en la que tiene más cerca y pide dos cervezas.El camarero no tarda demasiado en servirlas, y lo único que desea Mónica en ese momento es no tener que tomárselas sola.Cada latido de su corazón le marca el paso de los segundos en los que Vanesa sigue sin aparecer.Se le está haciendo eterno y cada vez está más nerviosa, pero en el fondo sabe que ahora le toca a ella esperar.Cuando casi se ha terminado su cerveza y está por empezar la de Vanesa, esta finalmente aparece y se planta delante de ella.
El reflejo del sol le impide ver bien su expresión, pero conoce perfectamente los ojos desafiantes con los que la mira.La imagen de Vanesa, espectacular con su conjunto de camiseta y pantalón negro ceñido y sus botines de tacón, le corta la respiración. Mónica es incapaz de decirle nada, así que alarga la mano y le acerca su cerveza a modo de invitación.Tras pensarlo durante unos segundos, Vanesa se sienta a su lado.
De nuevo, después de tantos años, están en el mismo lugar, frente al mismo mar.Pero la situación y las circunstancias son completamente distintas. Mónica piensa en su familia, Vanesa en su dolor.Silencio.
—Por un momento pensé que no vendrías —le dice Mónica sin mirarla.
—Todavía no sé qué hago aquí —responde Vanesa dando un trago a su cerveza.
Permanecen un buen rato sin decirse nada, mirando a los bañistas que disfrutan de un día de playa.Parece que no ha pasado el tiempo y que siguen en su primera cita, pero lo cierto es que para ambas han pasado demasiadas cosas desde entonces.
—Hagamos una cosa.Si quieres nos quedamos calladas hasta que necesitemos decirnos algo, ¿te parece?—pro-pone Monica.
Los recuerdos invaden de nuevo a Vanesa, y acepta con un leve gesto afirmativo la misma sugerencia que ella hizo al poco de conocerse.
Mónica se pide otra cerveza mientras Vanesa sigue con la primera.Ninguna de las dos parece dispuesta a romper el silencio, así que siguen observando ese mar que tantas veces les sirvió de escudo frente al mundo.Cuando Vanesa se termina su cerveza, Mónica le hace un gesto al camarero para que le sirva otra.Espera que las dos estén en igualdad de condiciones para dejarse llevar.
Mónica recuerda el mensaje en el que Vanesa le confesó que también la ama, y eso le da las fuerzas necesarias para actuar de una vez por todas.Saca su teléfono del bolso y llama al trabajo diciendo que no volverá por la tarde porque tiene una reunión con unos clientes.Durante toda la llamada no deja de mirar a Vanesa, que parece estar pensando en sus cosas. Monica hace una segunda llamada y reserva una habitación en el mismo hotel donde pasaron la noche de Fin de Año que nunca ha olvidado.Entonces Vanesa, que fingía no estar pendiente, la mira a los ojos sorprendida.Al colgar, Mónica pide y paga la cuenta, se levanta y le coge la mano a Vanesa, que está tan descolocada que no opone ninguna resistencia.
El hotel está muy cerca, así que sin necesitar hablarlo se dirigen hacia allí dando un paseo. Vanesa le ha soltado la mano y mantiene un poco la distancia, pero camina al mismo ritmo que Mónica para hacerle saber que por ahora está más o menos convencida de querer ir con ella.Durante los pocos minutos que dura el trayecto, Vanesa no deja de pensar que está cometiendo un error, y Mónica solo espera que no dé media vuelta y se vaya corriendo.Cuando finalmente llegan alhall del hotel, la sensación del paso del tiempo las azota con fuerza y les recuerda lo mucho que han cambiado desde la última vez que estuvieron aquí. Mónica está tan nerviosa que se le olvida preocuparse por si coincide con algún conocido, y le pide a Vanesa que la espere mientras va a recepción a hacer el protocolario registro.Después suben en el ascensor hasta la planta donde se encuentra la habitación asignada y, sin cruzar palabra, Monica inserta la tarjeta en la puerta con la mano temblorosa, dejando que Vanesa sea la primera en entrar.
No es la misma habitación de la otra vez y parece que han actualizado la decoración, pero hay muchos elementos que las llevan a momentos más felices.La puerta se cierra de golpe haciendo un ruido fuerte y seco y de repente se dan cuenta de que están solas las dos.Si se dejara llevar por su instinto, Vanesa se lanzaría a los brazos de Mónica porque la valentía con la que se ha enfrentado a la situación le resulta irresistible, pero el dolor del pasado sigue pesando demasiado. Mónica permanece un buen rato junto a la puerta sin ser capaz de actuar, pero por miedo a que Vanesa decida irse se acerca a ella despacio.
—Nunca debí dejar que nos separaran.Sé que te hice mucho daño, pero espero que sepas que no ha habido un solo día en el que no me haya arrepentido —le dice sin poder mirarla a los ojos.
Vanesa da media vuelta y se sitúa frente a los grandes ventanales, que le muestran un mar tan quieto que podría ser un cuadro.Ahora mismo es lo único que le aporta la serenidad que necesita para no dar media vuelta y escapar antes de que sea demasiado tarde. Mónica es muy consciente de las ganas de huir de Vanesa, así que se acerca sigilosamente y se coloca detrás de ella.Cierra los ojos para sentir su olor, esa mezcla de colonia infantil y lavanda capaz de llevarla a otro mundo y que tanto ha echado de menos.Con mucha ternura alarga sus brazos y rodea su cintura con cuidado, esperando no ser rechazada.Lentamente la abraza y apoya su cabeza en su hombro, cerca del cuello.Se quedan así mientras sus respiraciones y los latidos de sus corazones se van acompasando. Vanesa está muy tensa Monica lo sabe, pero necesita tenerla cerca y hacerle sentir cuánto la ama.Quiere que sepa que, a pesar de los años, siguen siendo las mismas que tuvieron que separarse de un modo tan injusto y cruel, las mismas que se enfrentaron a una ruptura que las marcó a las dos para siempre.
Mónica la abraza cada vez más fuerte y sin poderlo evitar gira su cabeza para besar su cuello, el que tanto ha deseado en silencio.La besa como si fuera una pieza del cristal más frágil y recorre su cintura con sus manos.Aunque quisiera apartarla y preguntarle qué está haciendo, Vanesa va aflojando su cuerpo y siente el poder de los besos de Mónica, que le dicen más que las pocas palabras que han intercambiado.Emite un leve gemido de placer porque no lo puede remediar:sigue provocando en ella lo que ninguna de sus amantes le ha conseguido despertar. Mónica sigue avanzando por su cuello con suaves besos y desliza sus manos hacia sus pechos con delicadeza, tomándose su tiempo.Al alcanzarlos puede sentir la involuntaria excitación de Vanesa debajo del sujetador, y eso la anima a meter una de sus manos por debajo de su camiseta y acariciarla muy lentamente.La respiración de Vanesa se acelera cuando siente los dedos de Mónica rodeando uno de sus pezones e inclina el cuello buscando su aliento.Aunque sigue enfadada, la situación la supera y se da la vuelta para besarla en la boca.Sujeta su cara entre sus manos bien fuerte y funde sus labios con los de ella con rabia. Mónica tarda un breve instante en reaccionar, pero enseguida se deja llevar y le devuelve el beso con la pasión que ha reprimido durante más de una década.Sus bocas se reconocen y se encuentran, como también lo hacen sus lenguas, que se entrelazan una y otra vez.Es un beso eterno que ninguna de las dos quiere que termine.Se besan ansiosas haciendo que la excitación de ambas vaya creciendo. Mónica empieza a deslizar de nuevo sus manos por el cuerpo de Vanesa, pero entonces esta se separa abruptamente.—No puedo, lo siento —le dice recolocándose la ropa e intentando recuperar el aliento.
Mónica se queda petrificada, sabe que ha perdido el control y que cualquier cosa que diga podría empeorar las cosas.Se quedan frente a frente con la respiración acelerada, pero entonces Vanesa niega con la cabeza varias veces y vuelve a lanzarse a los brazos de Mónica .Ahora ya no hay marcha atrás.
Sin dejar de besarla, Vanesa le desabrocha la camisa arrancando alguno de los botones porque la impaciencia se ha apoderado de ella.Después se quita la camiseta y la tira al suelo mientras con sus besos guía a Mónica hacia la cama, donde esta cae de espaldas emitiendo un gemido de placer al anticipar lo que le espera. Vanesa baja la cremallera del lateral de la falda de Mónica y se la quita sin dejar de mirarla.Sus ojos están cargados de reproches pero también del deseo por poseerla y demostrarle lo que no debió perderse.La tiene a su disposición, y solo la ropa interior le impide ver su cuerpo al completo, pero lo sigue recordando perfectamente.Sin poderlo evitar, hunde la cabeza entre sus piernas y lame sus bragas sintiendo sus labios hinchados a través de la fina tela.Mientras los muerde suavemente, Mónica emite un jadeo que es casi un grito. Vanesa aparta con sus dedos las bragas hacia un lado y recorre con su lengua el sexo de Mónica despacio pero apretando fuerte para sentirla y que la sienta. Mónica le sujeta la cabeza para acercarla todavía más, pero entonces necesita besarla y se inclina hacia a ella buscando su boca.Se comen los labios mutuamente y sus lenguas chocan una vez más mezclando ahora el sabor del sexo de Mónica con sus salivas. Mónica se levanta decidida y se quita la ropa interior ante la mirada impaciente de Vanesa, que la espera tumbada sobre la cama.Completamente desnuda, se acerca a ella, le quita el resto de la ropa de un modo desafiante y se estira encima suyo para volver a besarla.Siente sus pechos duros contra los suyos y necesita lamerlos, tenerlos en su boca, así que baja recorriéndola con la lengua y se dirige a su pecho izquierdo mientras con la mano aprieta el derecho con fuerza.Lame su pezón y recorre el otro con los dedos, notando la humedad de su sexo contra el suyo. Vanesa le sujeta el culo con ambas manos para acercarse más a ella y se mueve despacio marcando el ritmo perfecto con el que rozarse. Mónica sigue centrada en sus pechos:ahora lame el derecho y se lo mete en la boca mientras con su mano juega con el izquierdo. Vanesa acelera el movimiento de sus caderas y le aprieta las nalgas para que su amante cabalgue sobre ella. Mónica se separa un momento de sus pechos para mirarla a los ojos mientras se muerde los labios al pensar en lo mucho que la desea ahora mismo.Entonces, sin darle tiempo a reaccionar, la penetra con dos dedos y la mira retadora sabiendo cómo está disfrutando. Vanesa gime entregada y arquea la espalda ante tal estallido de placer.Cierra los ojos y, al sentirla en su interior con tanta la intensidad, le pide que siga, que no se detenga, que la folle más fuerte, algo que Mónica hace encantada.Entonces Mónica se arrodilla a los pies de la cama para poderse comer el sexo de Vanesa mientras la penetra a un ritmo cada vez más acelerado, y ella gime sin cesar y le coloca las piernas en los hombros para sentirla más adentro. Mónica está tan excitada al ver cómo Vanesa la busca que podría correrse en ese mismo instante, pero quiere darle más placer y acelera el movimiento de sus dedos y de su lengua.Está tan abierta esperándola que le mete otro dedo, que se desliza deprisa en su interior. Vanesa coge la almohada y se la pone sobre la cara para amortiguar sus gritos y no alertar a los vecinos de planta, pero sus gemidos ahogados lo único que consiguen es excitar más a Mónica y hacer que acelere el ritmo.Cuando no puede reprimirlo más, Vanesa se corre en la boca de Mónica, que siente su orgasmo y cómo su sexo atrapa sus dedos en su interior.Se queda quieta disfrutando de la escena, viendo cómo Vanesa retira la almohada y respira fuerte con los ojos cerrados. Mónica nunca la había visto tan hermosa como ahora, con la luz del sol reflejada en su cuerpo sudoroso y todavía tenso tras el orgasmo.Su cara está por fin relajada y no quedan señales de rencor.Lentamente saca los dedos de su interior y se queda de rodillas frente a ella observándola hasta que Vanesa abre los ojos y la mira con la ternura que tanto anhelaba.
Movida por un sentimiento visceral, Mónica sube encima de Vanesa y, sin darle opción a nada, se sienta sobre su cara para que pueda comprobar lo excitada que está. Vanesa la mira con la boca entreabierta, revelando la sorpresa que le provoca un descaro que le parece de lo más apetecible y sexy.Al tenerla así encima de su boca, Vanesa no duda ni un segundo lo que Mónica espera de ella, así que inclina ligeramente la cabeza hacia arriba y se come su sexo como si se acabara el mundo. Mónica gime con el primer roce de la lengua de Vanesa, y no deja de hacerlo ante cada uno de los lametazos que recorren sus labios y su clítoris. Vanesa la chupa despacio, se recrea en cada rincón de su sexo, y Mónica está tan excitada por lo que ha presenciado poco antes que le anuncia gritando que está a punto de correrse.Eso excita a Vanesa todavía más y hace que intensifique los movimientos de su boca y de su lengua, que busque aumentar su placer para llevarla al límite.Cuando lo consigue, los gritos de Mónica la excitan tanto que la chupa fuerte para sentir cómo se corre en su boca.Es un orgasmo largo e intenso, y Mónica la coge de la cabeza para que no se mueva y aprieta sus rodillas contra sus sienes atrapándola en esa posición.Tras unos instantes así, las piernas de Mónica empiezan a perder fuerzas y cae rendida junto a Vanesa.
Tumbadas la una al lado de la otra recuperando el aliento, Mónica no es capaz ni siquiera de abrir los ojos.No sabe cuánto tiempo permanecen así, pero cuando tiene la energía suficiente, se gira y besa a Vanesa con dulzura.Después se abrazan con fuerza y se miran intentando decirse lo que ninguna de las dos se atreve a verbalizar en voz alta.Lo único que rompe ese momento mágico es el sonido de la nevera del minibar, que se activa para devolverlas a una realidad a la que no se quieren enfrentar. Mónica sabe que debe regresar con su marido y su hija, y Vanesa sabe que de nuevo va a sufrir al sentirse abandonada.A pesar de eso, se quedan en la cama durante más de una hora, compartiendo miradas y caricias con un cariño sincero.En más de una ocasión, Mónica la sujeta muy fuerte porque no quiere volver a alejarse de ella, y Vanesa reconoce el significado de sus abrazos.
Empieza a oscurecer y, muy a su pesar, saben que deben retomar sus vidas. Vanesa no le confiesa que esa noche ha quedado con su amante más reciente, con la que lleva meses citándose y compartiendo cama puntualmente, y mucho menos le dice que cancelará la cita porque necesita estar sola y aclarar las ideas. Mónica prefiere no contarle qué le espera al llegar a una casa vacía a pesar de la presencia de su hija y su marido.Se visten sin mirarse para evitar la tentación de olvidarse de todo y volver a entregarse al placer.Con la nostalgia de tener que abandonar una habitación donde hace unos instantes todo era posible para ellas. Mónica consigue disimular que le faltan un par de botones en la camisa y se estremece al pensar cómo han sido arrancados.
Después de pasar por recepción, salen a la calle y se miran con una tristeza cómplice.Ya casi es de noche, la brisa del mar aumenta la sensación de bochorno, y Mónica piensa cuánto le gustaría ir con Vanesa a la playa y bañarse desnudas, pero no pueden, por más que eso la atormente en estos momentos.Se despiden con un suave beso en los labios y avanzan en direcciones opuestas; Vanesa se va paseando a por su moto y Mónica coge un taxi para llegar a casa antes de que la llame Rafael preguntando dónde está.Durante el camino, Mónica revive con los ojos cerrados las últimas horas con Vanesa y se siente absolutamente removida por dentro.En más de una ocasión se plantea pedirle al conductor que dé media vuelta para ir a buscarla, pero no sabe dónde vive ni si tiene pareja, y eso la obliga a convencerse de que está haciendo lo correcto.Cuando finalmente llega al portal de su edificio, se recoloca la ropa e intenta disimular cualquier rastro de Vanesa.Aunque sabe que desprende un sutil aroma a sexo, no ha querido ducharse antes de salir del hotel porque es incapaz de borrar el olor a Vanesa de su cuerpo, ya que hoy necesita dormirse pensando que está a su lado.
Al cerrar la puerta y dejar las llaves en el mueble de la entrada, la invade una enorme sensación de soledad.Sabe que debería sentirse afortunada por tener a la familia perfecta esperándola, pero es una perfección incompleta porque le falta algo:le falta Vanesa.Hoy no besa a Juan al verle por miedo a que descubra el sabor de Vanesa en su boca, y la culpa hace que tampoco bese a su hija.Sabe que si no actúa con cierta normalidad podría perderlo todo, pero ya nada es normal desde su reencuentro.
Aunque se da cuenta de que no ha comido en todo el día, cuando su marido le sirve la cena remueve la comida intentando que se le abra el apetito y no tener que justificarse, pero eso solo logra provocarle unas náuseas que le cierran el estómago. Rafael la mira con ojos reprobatorios, y si no le dice nada es porque Alexa está con ellos y no quiere que la niña sepa que algo no va bien.Es evidente que tienen una conversación pendiente y, aunque no tiene ni idea de cómo enfrentarse a ella, Mónica se repite que ha llegado el momento.
Mientras su esposo acuesta a la pequeña, Mónica aprovecha para servirse una copa de vino que le dé la valentía que tanto necesita ahora.Sabe que, cuando Rafael vuelva a la cocina, le planteará lo que hasta hoy han estado evitando, y eso es algo que la aterra.Bebe con la mirada perdida, rememorando cada rincón del cuerpo de Vanesa y sonriendo ante las imágenes de su tarde juntas en la cama.Cuando Rafael aparece minutos más tarde, ella da un largo trago y cierra los ojos para coger fuerzas.En silencio, él se sirve una copa y también bebe esperando descifrar qué le oculta su esposa.Sabe que la situación entre ellos es insostenible, pero en el fondo teme que lo que pueda decirle ponga fin a una relación en la que él se siente feliz y seguro.Finalmente se arma de valor y le pregunta sin mirarla si todavía le quiere.
Mónica no sabe qué responder.Piensa que por supuesto le quiere, que ha sido su compañero durante los últimos años, que es el padre de su hija y que siempre la ha tratado con respeto y la ha hecho sentirse amada.Pero no es capaz de confesarle la verdad completa:que aunque se siente querida no está enamorada de él, que a quien ama es a Vanesa, la mujer a la que nunca debió dejar. Rafael desconoce la existencia de Vanesa, pues Mónica nunca le ha hablado de ella y está convencida de que sus padres tampoco, porque es algo que borraron de su memoria para que un hecho tan escandaloso no formara parte de los recuerdos de una familia que siempre ha buscado la perfección. Mónica sabe que está tardando demasiado en responder y coge aire para soltar algo que lo cambiará todo, pero en ese preciso instante la pequeña Alexa entra en la cocina llorando porque ha soñado con un terrible monstruo.
Mónica corre a abrazarla y la consuela diciéndole que los monstruos no existen, pero está tan alterada que ni ella ni su marido consiguen calmarla y se miran preocupados porque nunca antes la habían visto así.Está tan agotada que, para intentar dormirla, la llevan a su dormitorio y la meten en su cama para que se sienta protegida.Tumbados cada uno a un lado de la niña, Mónica y Rafael la acarician en silencio hasta que, pasados unos minutos, se le cierran los ojos y empieza a respirar profundamente.Al ver que Alexa les sujeta las manos a los dos con fuerza, Monica se plantea si los miedos de la niña son un reflejo de algo que haya podido intuir en los últimos días.Ha hecho grandes esfuerzos para que no se diera cuenta de nada, pero quizá pecó de ingenua y le rompe el corazón pensar que su hija pueda estar sufriendo por su culpa.
Con lágrimas en los ojos y tal vez en un acto de cobardía, Mónica se da cuenta de que no puede dar el paso que la hubiera hecho feliz, no a costa de la felicidad de su hija.Al levantar la vista ve que Rafael la mira esperando a que responda a su sincera pregunta, y por más que desearía hablar con franqueza le dice a media voz, para no despertar a Alexa, que los quiere mucho y lamenta haber estado tan estresada por temas de trabajo.Sin demasiada efusividad, le cuenta que la han ascendido, que no se lo dijo antes porque sabía que estaba muy ocupado con su último caso. Rafael respira aliviado y le dice que solo quiere lo mejor para ella y que se alegra por su nuevo logro porque sabe que se lo ha ganado. Mónica puede intuir que desearía abrazarla, pero por suerte la presencia de su hija le impide acercarse. Rafael se incorpora para besarla, pero en un acto reflejo Mónica se gira para apagar la luz de la habitación y evita así traicionar el recuerdo de los labios de Vanesa.En la más completa oscuridad y sin soltarle la mano a su hija, escucha el largo suspiro de su marido y cierra los ojos sabiendo que el monstruo de sus mentiras no la dejará dormir. A altas horas de la madrugada sigue dando vueltas en la cama sin dejar de pensar en Vanesa, en un encuentro que ha sido lo mejor que le ha pasado en mucho tiempo.De repente necesita estar sola y, sin importarle si Rafael está tan desvelado como ella, se levanta y se dirige a la cocina buscando un poco de privacidad.Al ver la copa de vino que dejó a medias le da un largo trago imaginando cómo hubieran cambiado las cosas de haberse permitido ser sincera a pesar de todo, y tiembla al pensar que, más allá del rechazo de su marido, ahora posiblemente estaría entre los brazos de la mujer a la que tanto ama.Vacía el resto de la botella en su copa y bebe para convencerse de que ha hecho lo mejor por el bien de su hija, pero por más que se repite que debe asumir que su historia de amor es imposible no puede negar sus sentimientos y no sabe si sacrificarse es la herencia que le quiere dejar.Empieza a amanecer y sigue dándole vueltas a lo mismo una y otra vez, y con la mente un poco nublada por los efectos del alcohol sumada al cansancio y a un estómago vacío, se libera de cualquier sentimiento de culpa y se reencuentra con su verdadero yo.Y entonces, solo entonces, coge el teléfono y escribe a Vanesa sin pensar en nada.*No puedo quitarme de la cabeza tu cuerpo, tu olor, tu sabor.Necesito más.Te necesito.*
Vanesa responde enseguida y Mónica permanece en línea para leer lo que le escribe.
*Te espero mañana al mediodía en el hotel.*