Mónica y Vanesa decoraron la casa sin olvidar ni un solo detalle, con la complicidad de las parejas que lo han hecho anteriormente.El día de Navidad recorrieron varias tiendas de esas que nunca cierran buscando ingredientes para regalarse una cena especial y cocinaron juntas, divirtiéndose, ajenas a todo y a todos y sin importarles que el resultado estuviera rico.Lo que realmente querían era pasar el día juntas.Se prepararon una versión libre de la comida típica navideña catalana, y optaron por un caldo prefabricado con pasta en forma de pitufos en lugar de los clásicosgalets y por pollo al curry en sustitución de lacarn d’olla o del pollo que se degustaba en tantos hogares en los que se seguían las tradiciones.Brindaron, eso sí, con cava.
—Por haberte conocido —dijo Vanesa convencida.
—Por haberte buscado —le respondió Monica sin dejar de mirarla.
Después, sin poder esperar a recoger la mesa, hicieron el amor frente a la chimenea.Era la mejor Navidad que ninguna recordaba, y para celebrarlo se entregaron la una a la otra con una intensidad nunca experimentada anteriormente.Se miraron a los ojos en todo momento, mientras se besaban, mientras se acariciaban, mientras se penetraban despacio mutuamente hasta llegar al clímax a la vez.Parecía un sueño del que no estaban dispuestas a despertar.Se durmieron abrazadas, besándose de nuevo cuando se desvelaban buscando una postura más cómoda.
Aunque era festivo, por la noche Vanesa debía volver al trabajo y muy a su pesar tuvo que despedirse de Mónica para ir al bar que le permitía una vida independiente.Se duchó con la tristeza de quien tiene que abandonar algo que tanto anhela, y Mónica sintió un enorme vacío incluso antes de verla partir en su moto.
Al quedarse sola en casa, Monica recogió los restos de uno de los mejores días de su vida.Con una sonrisa imborrable, colocó los platos en el lavavajillas, dobló la manta sobre la que habían hecho el amor y se metió en la ducha imaginando que las caricias del agua eran las de su amada.Sí, ahora lo tenía claro, amaba a Vanesa como nunca antes había amado a nadie.
Salió de la ducha relajada y extrañamente feliz.Después se tumbó en la cama recordando las últimas horas a su lado.El teléfono la despertó minutos después y, al descolgar, escuchó con frialdad como sus padres le deseaban una feliz Navidad y le contaban maravillas de su viaje.Ni siquiera se les ocurrió preguntarle por su día, pero en esta ocasión eso fue un alivio para Mónica, porque hubiera sido incapaz de responder sin mentir.Desvelada tras la llamada y con una necesidad imperiosa de ver a Vanesa, Monica decidió arreglarse e ir al bar donde trabajaba.Se puso un vestido negro escotado y su mejor lencería, se maquilló a conciencia pero sin demasiada estridencia y llamó a un taxi para ir a sorprenderla.
Mónica entró en el bar buscando la barra para saludar a Vabesa:estaba impaciente y había decidido decirle al oído que estaba enamorada de ella.Con el ímpetu de quien descubre el amor por primera vez, avanzó por la sala retocándose la ropa y el peinado para que Vanesa la encontrara irresistible.Pero la vida a veces es cruel, y cuando por fin la localizó, vio que estaba besando a una chica a la que no pudo verle la cara.De repente todo empezó a darle vueltas.Se sentía ridícula por haber pensado que lo que habían vivido horas antes había significado lo mismo para ambas.Cruzó una breve mirada con Vanesa, que evidentemente se mostró sorprendida, y salió corriendo del bar buscando el primer taxi que la llevara a casa.Al llegar se tumbó en la cama y lloró sintiéndose estúpida por haber creído lo que no era.Su teléfono sonó varias veces.Era Vanesa intentando hablar con ella, pero Monica no olvidaba lo que había visto y se negó a responder.Nunca hubiera esperado una traición así por su parte, nunca se había sentido tan feliz y desdichada en un mismo día. Monica apagó el teléfono porque no quería saber nada de ella, y se quitó el maquillaje y el vestido con una rabia que no hacía más que recordarle lo ingenua que había sido.
Después se metió en la cama e intentó dormir, pero la imagen de Vanesa besando a otra era demasiado cruel para permitirle conciliar el sueño.
A las cuatro de la madrugada, el timbre de la casa empezó a sonar con insistencia.Aunque Mónica quería quedarse en la cama y olvidarse del mundo, el miedo a despertar a los vecinos o a montar algún espectáculo la hicieron bajar a atender.Al abrir la puerta se encontró a Vanesa esperándola con la mirada de quien se quiere disculpar.
— Mónica...—le dijo sujetando su casco nerviosa—.Lo que has visto...eso es parte de mi juego, no era nada importante...
—No tienes que darme explicaciones.Eres libre de hacer lo que quieras.El problema es mío si interpreté mal lo que pasó entre nosotras —respondió Mónica con cierta amargura.
No tenía nada más que añadir, así que le cerró la puerta en las narices y Vanesa no tardó en volver a llamar, esta vez con los nudillos. Mónica no quería más justificaciones vacías:se quedó de pie sin abrir, esperando a que Vanesa se rindiera y la dejara sola.Pero Vanesa insistió pidiéndole a través de la puerta que la escuchara, que si después de lo que tenía que decirle seguía queriendo que se marchara lo haría, la dejaría tranquila.Tras un largo silencio, Mónica abrió la puerta despacio y la dejó pasar sin mirarla.Seguía disgustada con ella pero también quería comprender lo sucedido.
Vanesa entró cabizbaja y, tras dejar el casco en el suelo, se acercó a ella intentando que la mirara a los ojos, pero Monica giró la cabeza de forma contundente.
—Monica...Quiero explicarme porque lo que hemos vivido ha significado mucho para mí...Esa chica era una conocida que me besó por sorpresa, y sé que debí apartarla enseguida y aclararle las cosas, pero antes de que pudiera reaccionar apareciste y me quedé paralizada al darme cuenta de lo que podía parecer...Lo que he sentido estos días contigo...Nunca antes había hecho algo así con nadie.Nunca he deseado tanto a nadie ni me ha costado tanto separarme de alguien.Nunca quise herirte —le dijo Vanesa con lágrimas en los ojos.—Fui a buscarte porque...—susurró Mónica emocionada.
—Lo sé...Yo también me he enamorado de ti...—le dijo Vanesa secándose las lágrimas.
Sin poder evitarlo, se abrazaron con fuerza y cerraron la puerta dejando atrás todo el dolor que podía entrar de fuera.Estuvieron un tiempo en silencio, sin moverse, sintiendo las lágrimas de ambas y la paz de reencontrarse.
Esa noche no hicieron el amor, se durmieron abrazadas sin descansar demasiado, porque las dos necesitaban abrir a menudo los ojos para asegurarse de que la otra estaba entre sus brazos.De madrugada, Mónica pasó un largo rato mirando a Vanesa en silencio y de un modo instintivo le confesó su verdad.
—Te quiero.