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Mónica ha pasado la noche en casa de Vanesa, que con mucha dulzura la llevó a su cama de madrugada.Apenas han conseguido dormir un par de horas, y al amanecer despiertan abrazadas incapaces de decir nada.
Vanesa se levanta y va a la cocina a prepararle una infusión pensando que la cafeína no la ayudará a relajarse, y al volver a la cama se encuentra a Mónica sentada con la mirada perdida.Acepta la bebida caliente sujetándola con ambas manos porque le tiembla el pulso. Vanesa se sienta junto a ella apoyando la cabeza en su hombro para recordarle que está a su lado, en todo. Mónica la besa en la frente y, todavía con los ojos clavados en el infinito, intenta dar un trago pero está demasiado caliente y deja la taza sobre la mesilla de noche.Entonces alarga la mano y acaricia a Vanesa buscando la serenidad que tanto necesita en estos momentos.
Unas caricias después, Vanesa puede sentir que la respiración y las pulsaciones de Mónica van bajando de ritmo y se queda quieta a su lado para no despertarla.Ella también está muy cansada pero no consigue dormirse pensando en cómo ayudarla, qué puede hacer para que no pierda a su hija.Baraja varias opciones e incluso se plantea abandonarla para facilitarle las cosas.En su mente escribe la carta que le dejaría junto a la almohada para que la encontrara al despertar.En ella le diría que, aunque la ama con locura, no puede cargar con la responsabilidad de hacer que renuncie a Alexa; le diría que se va de viaje y que no intente localizarla porque no responderá a sus llamadas y que tal vez es el momento de aceptar que no pueden estar juntas como desean.Al imaginar su letra grabada en el papel, no puede evitar llorar.Llora porque la idea de perderla es demasiado dolorosa, y llora también porque es incapaz de hacer algo así a pesar de lo que eso podría suponer para Mónica y su hija.Pero sabe que abandonarla le rompería el corazón, como a ella, y que, aunque seguiría adelante con su vida, la pena se instalaría en su interior de un modo que no le desea. Vanesa se seca las lágrimas para que Mónica no la vea así y la abraza fuerte para autoconvencerse de que quedarse es lo mejor que puede hacer.Está agotada y sabe que ahora mismo no puede tomar decisiones de las que se arrepentiría toda la vida.Finalmente el cansancio se apodera de Vanesa y se duerme abrazada a Mónica, inconsciente de lo cerca que ha estado de despertarse sola junto a una carta desgarradora. Mónica se despierta de un sobresalto al escuchar su teléfono.No sabe qué día es y se levanta deprisa por miedo a llegar tarde al trabajo.Cuando se pone de pie, mira a su alrededor y entonces recuerda lo que ha ocurrido durante las últimas horas.Se da cuenta de que no está en su casa sino en una habitación que no le es familiar. Vanesa, que se ha despertado cuando Mónica se ha apartado bruscamente de su lado, la mira intentando saber si ha ocurrido algo mientras dormía. Mónica se siente superada por las circunstancias y abandona la habitación para ir a buscar su teléfono, que imagina que estará en el comedor, aunque ahora todo se le hace borroso.Camina perdida por un espacio que no conoce y mira alrededor sin poder fijar la vista en nada, hasta que localiza el móvil sobre el sofá.Al cogerlo ve que tiene varias llamadas perdidas de su padre, la más reciente de hace unos instantes.En la pantalla ve que es sábado, así que por lo menos se siente aliviada por no tener que ir a la oficina, pero se le rompe el corazón cuando imagina a su hija buscándola al despertar y no sabe si Rafael le dirá algo que la niña es incapaz de comprender.Ante tal idea, se cubre la boca con la mano y empieza a llorar desconsoladamente. Vanesa no se ha movido de la cama para respetar el espacio de Mónica, pero escuchar sus sollozos desde la habitación le rompe el alma.Se levanta para ir con ella y, cuando la ve de espaldas intentando ahogar su llanto, se acerca y la abraza por detrás.
—Monica, háblame, por favor, háblame —le pide apretándola con todas sus fuerzas. Mónica le pasa el teléfono y Vanesa ve la insistencia con la que su padre la ha estado llamando.Deja el móvil sobre la mesa para poder abrazar de nuevo a Mónica, que sigue llorando sin parar.De repente recuerda las muchas veces que ha tenido que consolarla y le arde el estómago al pensar en el dolor que ha causado haberse encontrado un buen día en una biblioteca.Le faltan las palabras, pero sabe que en ese momento debe ser fuerte por las dos.
—Monica, mírame...tienes que intentar calmarte.No te rindas ahora, tienes mucho por lo que luchar.Piensa en tu hija y sé valiente por ella —le dice sin saber si ha conseguido lo que pretendía.
Mónica levanta despacio la cabeza y la mira a los ojos para que sepa que la ha escuchado. Vanesa le seca las lágrimas, le da un beso suave, muy tierno, y Mónica siente que le fallan las piernas y se deja caer en el sofá. Vanesa la mira sintiendo una pena enorme que la conmueve profundamente; se sienta a su lado esperando a que se tranquilice un poco.Cuando considera que ha llegado el momento, le acerca el teléfono y se va al dormitorio para darle privacidad.
Mónica respira hondo y desbloquea el móvil para hacer la llamada que desearía no tener que hacer.Le suda la mano y le tiembla el pulso, pero vuelve a coger aire y marca el número de su padre, que responde enseguida.Sin dejarla hablar, empieza a reprenderla con dureza una vez más.La acusa de ser una viciosa, de traicionar su confianza y de haberles mentido durante todos estos años.Le dice que es una mala madre y que él personalmente se encargará de que el juez le retire la custodia de su hija, y la amenaza con contarle a todo el mundo el tipo de persona que es si no vuelve con su marido. Mónica recibe estoicamente cada uno de los ataques, pero por lo menos sabe que lo último que le ha dicho no es cierto.Sabe que nunca reconocerá públicamente que su hija es una enferma a la que le gustan las mujeres y que intentará resolver el problema sin hacer demasiado ruido.
Cuando su padre finalmente deja que responda, Mónica toma aire y le dice que no quiere volver a hablar con él.Le pide, o mejor dicho le ordena, que no vuelva a contactar con ella y le asegura que ya no le tiene miedo y que si han llegado a esta situación es por su culpa, por haberla obligado a vivir una vida que no era la suya.Cada palabra le da más fuerzas, así que, libre de temblores, le dice que si es lo que quiere ya le dejó muy claro que se verán en los juzgados.Después le cuelga sin darle opción a añadir nada.
Enseguida recibe una nueva llamada, pero Monica deja que suene el teléfono y se niega a responder.Está más segura que nunca de lo que ha decidido, y por fin sabe que nadie podrá con ella, que nada podrá separarla de su hija.Cargada de un coraje que no creía tener, se levanta del sofá y va a la habitación.Cuando abre la puerta, ve la cama vacía y, al oír el sonido de la ducha, entra al baño despacio para no asustar a Vanesa, que, apoyada en la pared con ambas manos, permanece quieta bajo el chorro del agua que cae por su espalda. Mónica la mira a través de la mampara mientras se quita la camiseta y las bragas para meterse con ella en la ducha.Se acerca lentamente, la rodea por detrás con sus brazos, y Vanesa, girándose para poder mirarla, descubre en los ojos de Mónica algo que no esperaba encontrar.Temía verla rota de dolor, temía que viniera a decirle que se iba y que todo había sido un error en un momento de locura, pero comprende por su mirada que se ha enfrentado a su padre y que se siente valiente.Entonces la besa intensamente y Mónica le devuelve el beso.Se quedan un rato besándose bajo el agua caliente y después, en un acto de normalidad que tanto necesitan las dos, empiezan a enjabonarse la una a la otra intentando apartar así cualquier dolor.Cuando han terminado, cierran el grifo y se dedican una enorme sonrisa.

La vida da muchas vueltas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora