12

525 37 4
                                    

Mónica ha pasado el resto de la semana haciendo lo que le apetece, lo que siente.Algo, o alguien, le ha provocado un estado de lo que podría considerarse rebeldía del que ni quiere ni puede salir.
No falta al trabajo, porque allí disfruta con la nueva campaña y desconecta de todo mientras desarrolla nuevas ideas, pero al volver a casa al final del día no le presta demasiada atención a Rafael y prefiere dedicarle la poca energía que le queda a su hija, que parece no notar nada distinto en ella.
Por las noches se queda en el comedor hasta tarde fingiendo estar entretenida con alguna película o trabajar con el portátil.Se mete en la cama cuando está convencida de que su marido duerme.Así evita hablar con él hasta la mañana siguiente, cuando intercambian las cuatro frases que Mónica ya se sabe de memoria y se despiden sin ni siquiera darse un beso para pasar el día separados, cada uno a lo suyo.
Sabe que no podrá alargar esta situación demasiado, que al final Rafael se dará cuenta de que algo no funciona, pero mientras eso no sucede intenta mantenerse en su nube sin pensar en nada más que en ella, por más egoísta que parezca.Está cansada de hacer siempre lo que los demás esperan que haga, y el cambio que ha experimentado recientemente le ha hecho ver claro que ya no puede dar marcha atrás.No ha sabido nada de Vanesa desde que le mandó el mensaje.La incerteza la mantiene inquieta y seguramente es en parte el motivo de su nuevo comportamiento.
Esta mañana, tras presentarle a su jefe los primeros bocetos para el anuncio del perfume y recibir su aprobación, Mónica se sienta en su despacho satisfecha al constatar que sus problemas personales no están afectando a su rendimiento.Cree que tal vez haberse reencontrado consigo misma está provocando todo lo contrario de lo que se podría esperar y la está haciendo más creativa.Aunque lleva días posponiendo la idea y siente pánico mientras lo hace, se carga de valor y le escribe un mensaje a Vanesa.

*Estaré en la galería a las 15 h.Me gustaría verte.*

Cuando lo ha enviado, recoge sus cosas, le dice a su ayudante —ahora que es jefa de departamento, tiene a una chica en prácticas que le echa una mano— que se toma la tarde libre para hacer trabajo de campo, y sale de la oficina segura de lo que está a punto de hacer.Esta vez no necesita pasear para ordenar sus ideas porque lo tiene muy claro, así que sube a un taxi y se dirige a la galería.Llega un poco antes de la hora propuesta en el mensaje, pero decide entrar para volver a ver los cuadros.Su estado de liberación hace que descubra en ellos unos matices que no fue capaz de observar en la primera visita, y se queda embelesada ante cada uno de los retratos pintados por Vanesa.Al llegar al cuadro del que es la protagonista, no puede evitar sentir un nudo en el estómago.Recorre cada pincelada recordando el momento en el que Vanesa la captó como nadie, y sin darse cuenta extiende el brazo para tocar el lienzo y tenerla más cerca.—No se puede tocar —le dice una voz demasiado familiar situada tras ella. Mónica puede sentir su presencia, su aroma, y por un momento es incapaz de girarse.La mano de Vanesa se posa sobre la suya y la aparta suavemente del cuadro.Permanecen unos instantes así, con Vanesa detrás de ella sujetando su mano sin sujetarla, sintiéndose sin verse.
Mónica, decidida a dar el primer paso, se gira despacio para ver a Vanesa.Su habitual timidez hace que baje la mirada y que lo primero que descubra sean los botines negros de tacón que lleva —sonríe al pensar que hay costumbres en ella que no han cambiado con el paso de los años— y la parte inferior de unos pantalones negros ajustados.Lentamente alza la vista, hasta perderse en una mirada que reconoce mejor que la suya.Es Vanesa, son los ojos en los que tantas veces se perdió hace años y a los que ahora baña el halo de nostalgia que descubrió en la foto de la exposición. Vanesa la mira fijamente, con intensidad, pero no dice nada y Mónica empieza a temblar ante unos sentimientos que reviven en su interior como si nunca se hubieran ido.
—Hola...—le dice a media voz, casi incapaz de articular palabra.
—Hola —responde Vanesa expectante con un tono que resulta incluso duro.
La tensión entre ambas es evidente, fruto de los años sin verse y de un tiempo separadas que las ha marcado a las dos profundamente.Como tantas otras veces, pueden decirse mucho sin necesitar palabras, así que permanecen frente a frente con los ojos clavados.A Monica le resbala una lágrima por la mejilla que desearía poder ocultar, y eso suaviza un poco a Vanesa, que instintivamente se la retira con su mano porque es incapaz de verla llorar.—¿Por qué querías verme precisamente ahora?—le pregunta con semblante serio.
—Porque nunca te olvidé —responde Monica sincera mientras le cae otra lágrima.
Vanesa quisiera abrazarla y calmar su dolor, pero todavía está herida por el rechazo que sintió la última vez que se vieron.No es rencor lo que la mueve, sino el miedo a volver a sufrir.
Mónica sabe que debe ser ella quien tome la iniciativa esta vez, que ella concertó el encuentro y no puede alargar indefinidamente este momento.Le propone ir a un bar cercano para poder hablar a solas y Vanesa acepta a pesar de no estar demasiado convencida.Antes de salir, se despiden de la chica que lleva la galería, en la que Mónica ni siquiera se fijó al entrar.
Tras un breve y tenso paseo, entran en una cafetería y se dirigen a la planta superior.Es un pequeño local de diseño que por las noches suele estar lleno, pero ahora solo ellas ocupan el reducido espacio.Se sientan en una de las mesitas que da al paseo y, consciente de que Mónica todavía no pude articular palabra, Vanesa pide cerveza para las dos, como la primera vez que salieron juntas.Ese recuerdo resuena en ambas y, aunque cada una lo revive de un modo muy distinto, les provoca una leve sonrisa que las ayuda a relajarse un poco.—Me alegra que todo te vaya tan bien —dice Monica refiriéndose a la exposición.
—Bueno, ha habido momentos de todo...Pero no me puedo quejar —responde Vanesa sin dar demasiada información para que, si desea saber algo, se lo pregunte directamente.
—Yo...me casé y tengo una hija preciosa, Alexa —le dice Mónica compartiendo lo primero que se le ocurre.
—Lo sé; te felicité antes de la boda, pero no respondiste...—le recuerda Vanesa sin esperar que se justifique—.Durante un tiempo te seguí la pista.Supe de tu entrada en el bufete de tu padre, de tu gran boda y del nacimiento de tu hija.Es lo que tiene pertenecer a una buena familia y que la prensa se interese por vuestra vida.Pero dejé de hacerlo porque dolía demasiado —añade con crudeza.
—Lo siento —se disculpa Mónica.
—Era lo que querías, ¿no?—le pregunta Vanesa desafiante.
—No —responde Mónica segura.
—Pues entonces es lo que decidiste.Por esto renunciaste a nosotras...La última vez que me dejaste me propuse olvidarte, pero esperé tu llamada y nunca llegó.¿Qué quieres ahora, Monica?— Vanesa necesita comprender el encuentro, porque todo esto le remueve unas heridas que están más abiertas de lo que pensaba.
Monica permanece un rato en silencio incapaz de expresar lo que desea decirle.Que la sigue amando, que nunca debió perderla, que no es feliz con su vida, que sin ella no se reconoce.Pero para Vanesa el silencio se hace eterno y se levanta sin esperar una respuesta que no llega.
—Tengo que irme —le dice sin mirarla y recogiendo su bolso.
—¡Espera!—le pide Monica—.Sé que estás enfadada conmigo, pero si has venido es por algo.Vanesa...nunca he dejado de pensar en ti.Intenté ocultar mis sentimientos y vivir aceptando lo que decidí en su momento, pero ahora tengo muy claro que me equivoqué.Puede que no me creas y que no te sirvan mis explicaciones, pero sabes que nunca te he mentido.Si hice lo que hice fue por miedo, pero me he cansado de seguir fingiendo.Eres la única persona que me conoce, que sabe quién soy, y cuando te dije que te querría siempre lo dije de verdad.Nunca he dejado de quererte. Vanesa, que sigue de pie con el bolso en la mano, la ha escuchado atentamente.Cada una de sus palabras ha despertado en ella una mezcla de rabia, dolor y decepción pero, si es sincera consigo misma, también le ha provocado ternura, amor y deseo.Todo esto la supera:aceptó el encuentro movida por el recuerdo de un pasado del que nunca ha conseguido librarse, pero en este momento no sabe cómo lidiar con la situación.
—No puedo.—Y, mientras niega con la cabeza, se aleja sin mirarla.
Mónica quisiera ir tras ella, implorarle que se quede un rato más, que escuche lo que todavía no le ha dicho, pero es incapaz de hacerlo.Su mirada cargada de reproches le ha quedado grabada y sabe que en el fondo es lo que podía esperar.Le hizo mucho daño, y aunque nunca se atrevió a contactar con ella para preguntarle cómo estaba, la conoce lo suficiente como para saber que le rompió el corazón.
Mónica se queda un buen rato en el bar, bebiéndose su cerveza y la que Vanesa no ha llegado a probar.Rememora cada una de las palabras que le ha dicho y sabe que no ha logrado transmitirle todo lo que siente.Pero ya es tarde, Vanesa se ha ido.Sale a la calle perdida, sin saber dónde está ni adónde debe ir.Intentando serenarse, pasea sin rumbo y rompe a llorar bajo sus grandes gafas de sol.Hacía años que no lloraba con tanta desesperación, pero hace esfuerzos para no llamar la atención.Está tan al límite que le pasan por la cabeza los pensamientos más destructivos y entonces se da cuenta de que ha tocado fondo.Sin fuerzas para seguir avanzando, se sienta en un banco y cierra los ojos porque ya no puede más.No puede entender cómo ha permitido anularse así durante tanto tiempo, y se culpa porque sabe que debió luchar por ella en vez de aferrarse a cualquier excusa para no plantarle cara a la vida con valentía.Más calmada pero sin poder ver con claridad, localiza una boca de metro y descifra la combinación para llegar a casa.Es el último lugar al que le apetece ir, pero allí la espera su hija, y solo por eso sabe que tiene que volver.
Cuando cruza la puerta, deja caer sus cosas en la entrada, respirando aliviada al ver que no hay nadie.Como una sonámbula, se va desnudando mientras avanza por el pasillo que la lleva al baño de su dormitorio y se mete en la ducha completamente perdida entre sus pensamientos.Sigue sin quitarse la imagen de Vanesa de la cabeza, el frío tono con el que le ha hablado, el dolor que transmitía su mirada, la tensión en su espalda al alejarse de ella.De nuevo rompe a llorar porque es consciente de que el daño que causó seguramente es irreparable, y se agacha bajo el chorro de agua caliente sintiéndose indefensa.Lo único que tiene claro es que sus decisiones, sus equivocadas decisiones, la han llevado a una situación que no sabe cómo enmendar y, aunque el agua empieza a quemar, cree que es parte de un castigo merecido y no se permite moverse.No sabe cuánto tiempo lleva allí cuando escucha la tierna voz de su hija llamándola desde el comedor, y al reaccionar ve que su piel está roja debido al calor y al dolor.
Se reincorpora deprisa, cierra el grifo y sale de la ducha casi sin fuerzas.De repente se siente un poco mareada y ve que su reflejo en el espejo empieza a ser borroso.Sin darse cuenta todo se funde a negro.
Monica  despierta tumbada en la cama con Rafael y Alexa a su lado mirándola muy preocupados.Al principio está un poco desconcertada pero, pasados unos instantes, recuerda lo ocurrido y para tranquilizarlos les dice que le ha bajado la tensión porque no ha tenido tiempo de comer y los anima a que le preparen la cena. Rafael no parece demasiado convencido por sus explicaciones pero, al ver a la niña contenta ante la idea de cocinar para su madre, se va con ella dejando que Monica se recupere sin sentirse presionada. Mónica no se movería de la cama hasta mañana, pero no quiere decepcionar también a su hija.Cuando se encuentra mejor, se levanta y ve que todavía está desnuda.Nunca antes le había pasado, pero ahora la idea de que Rafael  la haya visto así le provoca tal rechazo que se apresura a ponerse el pijama y sale del dormitorio para intentar calmar un poco el tenso ambiente que se respira en casa.Al entrar en la cocina, ve que Rafael y Alexa están preparando pasta para los tres y los observa en silencio forzando una sonrisa cada vez que la niña busca su aprobación con la mirada. Mónica no tiene hambre pero, cuando se sientan juntos en la mesa, aparenta que todo va bien.Con los dibujos preferidos de Alexa de fondo, cenan y comentan con falsa normalidad las aventuras del mono que aparece en pantalla. Mónica no es capaz de terminarse su plato y, cuando la pequeña dice que está cansada, se ofrece enseguida a acostarla.Tras leerle su habitual cuento, se dirige a su habitación deseando que su marido esté dormido, pero como temía la está esperando sentado en la cama con un semblante serio. Rafael le pregunta qué le pasa, le dice que hace días que la siente distante, pero Mónica  es incapaz de enfrentarse a él en este momento y le dice que no se encuentra bien y que necesita descansar.Sin darle ninguna opción a alargar la conversación, se tumba a su lado dándole la espalda con la intención de quedarse dormida cuanto antes, pero su encuentro con Vanesa resuena con fuerza en su mente y eso solo consigue desvelarla.Cuando finalmente empieza a relajarse y siente que le pesan los ojos, su teléfono empieza a vibrar sobre su mesilla de noche y ve que ha recibido un mensaje.

*Yo tampoco he dejado de quererte.*

La vida da muchas vueltas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora