Su primera Navidad

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Millones de personas consideran la Navidad como una de las celebraciones más importantes del año, principalmente debido a los hermosos lazos familiares que se crean y fortalecen durante esta época. Sin embargo, para Alya Manson, esto nunca fue así, al menos no hasta que la suerte tocó a su puerta.

Alya había crecido en Zelvania, un país donde no se celebraban las fechas festivas con el mismo aprecio que en otros lugares. Por lo tanto, su única exposición a los árboles decorados e iluminados, las galletas y cenas navideñas, y los regalos esperados de seres queridos era a través de las películas. Sin embargo, su vida cambió cuando conoció a Mateo Stanfield, el chico del que se enamoró desde el primer momento.

Después de salir juntos durante un año y medio, Mateo le prometió a Alya un regalo especial para su primera Navidad juntos, algo que la haría sentirse profundamente feliz y que esperaba con ansias.

—Pero, ¿cómo vamos a celebrar la Navidad si en Zelvania eso no se hace? —preguntaba ella, sumida en sus pensamientos mientras se acercaba cada vez más la hora y se dirigían a casa de su novio.

—De la misma manera en que muchas familias lo hacen, de forma secreta —respondió él en voz baja.

—Pero, ¿no está prohibido? ¿No es considerado un crimen?

—El verdadero crimen sería privar a una familia de su felicidad y de sus tradiciones religiosas. No pasará nada, verás que te encantará.

Con esa promesa, Alya se sintió tranquila, pues sabía que su novio tenía razón y que celebrar la Navidad como el resto del mundo era lo que más deseaba en la vida.

Al entrar en la casa, los ojos de Alya se deleitaron con cada detalle de la decoración que adornaba el interior. Numerosos adornos en forma de bastones de caramelo se encontraban dispersos por todas partes, mientras que en la chimenea se exhibían pequeñas medias de diferentes colores y formas, cada una con el nombre de un miembro de la familia de Mateo, y la última tenía el nombre de Alya.

La madre de Mateo se movía con gracia por toda la estancia, colocando cada objeto en su lugar y disponiendo los cubiertos en la mesa donde se celebraría la cena. Pero lo más impresionante de la decoración se encontraba en el centro del salón: un majestuoso árbol de Navidad, resplandeciente con luces parpadeantes, campanas tintineantes y brillantes estrellas. A sus pies, se acumulaban regalos envueltos con esmero.

Alya contemplaba todo con asombro, sus ojos recorrían cada detalle sin poder creer que algo tan valioso no estuviera permitido en su propio país.

—¡Alya, cariño, has llegado! ¿Cómo estás? —la señora Stanfield la recibió con cariño, mientras Alya asentía, aún absorta por la belleza que se desplegaba ante sus ojos—. ¿Te gustaría ayudarme con algunas cosas que faltan?

Por supuesto que la chica no se negó y ambas comenzaron a preparar juntas unas galletas, para luego llamar a todos y reunirse en el salón.

—Quiero agradecerles por brindarme algo tan hermoso. Nunca antes había celebrado la Navidad y ustedes, que me han acogido como si fuera de su propia sangre, me han ayudado a cumplir uno de mis más grandes deseos. —expresó con lágrimas de felicidad, aunque aún no sabía qué sorpresas le deparaba la noche.

Durante la cena, todos se comportaron exactamente como ella había imaginado. Luego, compartieron historias navideñas y cuentos, y al final del día llegó el momento de abrir los regalos. Para Alya, el más preciado fue el obsequio de su chico.

—¿Me lo pones? —le preguntó, señalando el colgante en forma de copo de nieve. Él se levantó y lo colocó delicadamente alrededor de su cuello.

—Esto, mi querida, es para que siempre recuerdes que aquí tendrás una familia y que, al igual que este año, siempre estarás invitada a pasar estos días con nosotros.

La joven nunca imaginó que su deseo se cumpliría. Ese año, junto con los regalos abiertos en medio del salón, se abría un nuevo capítulo en su vida, donde la familia sería siempre lo más importante. En las próximas navidades invitaría a sus padres a unirse a ella, para que pudieran experimentar la dicha de ser parte de algo tan perfecto.

Nunca te niegues a perseguir tus sueños, y mucho menos a disfrutar de momentos en familia. Al final de tus días, te arrepentirás de no haber estado allí para ellos y de no haber hecho lo que realmente deseabas...

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