Capítulo 3

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Y es que no quiero ilusionarme
Porque yo sé cómo es la vida
Pero nunca supe cómo darte por perdido
Así que enamórate de alguien más
Reemplazame que no soy capaz de olvidarte
Por favor ayúdame con el dolor
Ignórame que estaré mejor sin hablarte.

Kimhan limpió el sudor de su frente y lentamente dejó caer la espada que tenía en las manos, era bastante temprano aún, pero sabía que si no se daba prisa en asearse e ir a la habitación de Porchay estaría en serios problemas. Después de unas cuantas semanas algo duras, hoy por fin se llevaría a cabo la dichosa fiesta en donde se daría a conocer de manera oficial el compromiso del príncipe heredero. Decir que Kim no se sentía extraño ante esa idea sería una completa mentira, incluso para sus compañeros, quienes solo le daban ligeras palmadas en la espalda mientras el escolta real pasaba entre ellos saliendo del campo de entrenamiento, no pasó desapercibido el cambio drástico en la actitud del mismo.

A medida que se alejaba del bullicio del patio y de los demás soldados, Kim se permitió perderse en sus pensamientos, era irónico pues había estado evitando pensar durante semanas. Ahora repentinamente todo el peso de la situación le caía de lleno en la cara y no sabía cómo sentirse o actuar al respecto.

Kimhan era consciente de que Porchay estaba algo resentido con él por la notoria alteración en su comportamiento usual. Desde que se habían conocido hasta el día de hoy ellos dos simplemente no podían estar separados, así que sabía que al menor le molestaba la drástica distancia entre ambos. Siendo sincero él tampoco estaba feliz con que las cosas fueran así, pero no hallaba qué más hacer.

Suspiró pesadamente y comenzó a quitarse la ropa de entrenamiento en cuanto llegó a su habitación, se daría un baño y luego tendría que ponerse nuevamente la máscara que había creado para poder hacerle frente al príncipe heredero. Le había tomado trabajo llegar a este punto, admitir que tenía sentimientos por la persona a la que debía cuidar fue duro para él, se tomó su tiempo y le resultó realmente nefasto arribar a la conclusión de que, por mucho que lo deseara, jamás podría ser nada más para el menor que un simple escolta y en ocasiones su único amigo.

Cuando Kim terminó su baño los preparativos para dar comienzo a la fiesta estaban casi listos, lo único que quedaba era ir a buscar a Porchay y acompañarlo al gran salón. El camino le pareció realmente corto, más de lo que esperaba. No quería ingresar a los aposentos y ver al príncipe, sentía que si lo hacía podría decir o hacer cosas para las cuales luego no tendría una explicación clara.

Abrir la puerta y ver a Porchay vestido con su traje ceremonial fue difícil para el guardia, a su parecer el menor se veía perfecto. No había nada en el príncipe que a Kim no le gustara, excepto quizás ese extraño brillo en sus ojos, esa tristeza que el mayor solo recordaba haber visto aquel primer día en el que sus caminos se encontraron hace ya tantos años. Deseó poder acercarse y darle un abrazo, pero tal muestra de afecto sería algo demasiado duro para ambos, por lo que opto por algo más sencillo, avanzó unos pasos hacía Porchay y dio ligeros golpecitos en su cabeza, tal como hacía cuando el contrario aún era un niño.

-Vamos, no hagamos esperar a los invitados. -Kim escoltó a su alteza hasta las escaleras que daban al recinto y rápidamente se alejó de él con la excusa de que no podían estar juntos durante la noche porque "sería raro que el príncipe heredero no se mezcle con los demás y solo este junto a su guardia". Esas fueron las palabras que exclamó antes de desaparecer de la vista del más joven, sin embargo, le prometió que a cada instante lo estaría observando desde la distancia, de todas formas le era inevitable hacerlo porque se sentía orbitar a su alrededor, atraído por su presencia como un imán y ante todo preocupado por su bienestar.

El caballero cumplió su promesa, o al menos lo intentó, cuidando a Porchay desde las sombras y dedicándole gestos de resignación durante casi toda la velada. Eso hasta que su prometida llegó y entonces Kim sintió como su humor se oscurecía lentamente, algo burbujeante comenzaba a crecer en su interior quemando todo a su paso. Quizás fue eso lo que causó que ignorara deliberadamente a Porchay durante el resto de la noche y se esfumara del salón en cuanto tuvo la oportunidad de hacerlo.

El cuerpo del guardia se sentía sobrecargado, como si necesitara realizar alguna actividad física para poder calmarse, por lo que no lo pensó mucho y fue al campo de entrenamiento que estaba completamente vacío a esas horas. Comenzó con ejercicios básicos y luego trotó alrededor de la zona, llevando a cabo una rutina usual. Cuando comenzó a sentir el peso del esfuerzo físico, en los alrededores ya no se podía oír ningún tipo de murmullo, eso le confirmó que seguramente ya todos estaban en sus camas descansando luego de haber trabajado arduamente. Él también debería apuntar a lo mismo, pensó, después de todo ya era demasiado tarde como para hacer algo más.

Estaba a punto de irse del lugar cuando sus ojos se concentraron en una figura bastante familiar en lo alto de la torre. Desde donde Kim estaba parado no se podía ver muy bien, pero sin dudas y aunque estuviera a kilómetros de distancia, podía reconocer a Porchay donde fuera. El menor solo levantó la mano para indicarle con tal gesto que subiera y rápidamente se adentró a su habitación. Un largo suspiro se escapó de los labios del escolta, quien no sabía si era debido al cansancio o por la posible conversación a la que tendría que enfrentarse en solo unos instantes.

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