Especial 3

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Cuando entras a la habitación
Me acercas a tí y comenzamos a movernos
Estamos dando vueltas con las estrellas sobre nosotros
Y me elevas en una ola de amor
Oh bebé ¿Sabes lo que vale la pena?
Dicen que en el cielo el amor viene primero
Haremos que el cielo sea un lugar en la tierra


Ámsterdam, 1987

Porchay quiere volver a su casa cuanto antes, él realmente no sabe en qué estaba pensando cuando decidió hacer un viaje al centro de la ciudad en medio de la noche. En realidad sí conoce la razón, pero intenta olvidarla porque no es agradable para él mantener en su cabeza las palabras hirientes que su padre usó para describirlo frente a todos en la cena familiar, su familia es sumamente conservadora y el hecho de que recientemente todos descubrieran sus preferencias sexuales no había sido exactamente algo bueno.

Después de discutir con su padre y de una vez por todas decirle cuánto detestaba su forma tan absurda de intentar vivir sus sueños a través de él, Porchay simplemente tomó su chaqueta y salió de su casa sin mirar atrás, se convenció en algún lugar de su mente agotada de que en realidad disfrutaría de un lugar llamado "Hum Bar". Francamente, ni siquiera ha llegado al sitio y ya cree que se condenó a sí mismo con tal decisión, las luces de neón de las calles le queman los ojos, los gritos y la música lo dejan ligeramente aturdido, pero aún así se niega rotundamente a girar de regreso a su supuesto hogar.

Toma una decisión y completamente seguro de que nada puede empeorar su situación mete sus manos en los bolsillos de su chaqueta de mezclilla y camina más rápido, tal vez haya un callejón oscuro en el que pueda ordenar sus pensamientos, quizás encuentre ese dichoso bar con el que todos están obsesionados. Claramente ya no le importa a donde lo lleven sus pies solo sigue caminando hasta que la fuerte melodía y una conocida letra lo instan a ingresar al espacio del que tanto ha oído hablar.

Se toma un pequeño segundo observando la fachada del negocio y luego se dirige a la entrada, el humo y los diferentes olores que capta al entrar lo asquean un poco, después de todo nunca antes ha fumado o siquiera probado una gota de alcohol, pero se dice a sí mismo que eso puede finalmente cambiar, que las reglas que su padre ha impuesto en su vida y lo que lo han hecho tan diferente a los de su edad pueden desaparecer esta noche.

Porchay avanza lentamente por el lugar hasta llegar a la barra, está increíblemente concentrado y decidido a no parecer un tonto, aunque destaque tanto entre una multitud que lleva en su mayoría casi absoluta prendas de colores llamativos y brillantes al contrario de él que esta vestido como si fuera a ir a la iglesia, que ignora por completo los ojos que no han dejado de verlo desde que llegó. Cuando por fin logra su objetivo y se encuentra frente al barman este sólo le regala una sonrisa burlona y le entrega un vaso.

-Acabo de llegar, ¿cómo es que sabe lo que quiero beber? -Pregunta confundido al hombre mayor que lo observa con diversión.

-Escúchame bien niño, no parece que frecuentes este tipo de lugares, éste es un cóctel de frutas sin alcohol.
-Porchay intenta no ofenderse frente a las palabras del mayor que lastiman un poco su orgullo, era claro que él hombre al igual que todos notaría que él no encajaba en ese ambiente. -No pongas esa cara, mira, no tienes que pagar ya que alguien lo hizo por ti.

-¿Cómo dice? No conozco a nadie aquí. -Sin responder a su pregunta el barman apuntó hacía el centro de la pista y Porchay siguió el movimiento con sus ojos para encontrarse directamente con el chico más bonito que haya visto alguna vez. -¿Ese chico pago por mi? ¿Quién es? -inquirió en extremo sorprendido.

-Es un cliente frecuente aquí, todos lo llaman "el príncipe" con esos rasgos parece salido de un cuento de hadas ¿no? -Porchay asintió casi al instante no pudiendo objetar en lo más mínimo la afirmación, sin duda era precioso. Sin despegar sus ojos del pelinegro, pudo jurar incluso que los labios del chico se habían curvado en una sonrisa y rápidamente sintió cómo sus mejillas se calentaban. -Él suele ser para los demás algo así como inalcanzable ¿sabes?, se mezcla entre la multitud, pero nunca ha aceptado a nadie.

Las palabras del hombre que todavía lo está mirando lo dejan desconcertado en más de un sentido, acaba de llegar y está completamente seguro de que nunca antes había visto a ese joven, entonces no puede conectar los puntos para entender por qué esa persona que parece marcar una distancia visible con todos a su alrededor ahora le regala un trago. Aparta sus ojos de él y sin vacilar prueba el contenido del vaso que le han entregado, el barman dijo que no contenía alcohol y huele a frutas así que no tiene que preocuparse de caer borracho o algo así la primera vez que sale de casa, por lo que eso está solucionado y entonces a su cabeza viene un nuevo problema a resolver: ¿Cómo puede agradecerle al chico por pagar la bebida por él? Hay tantas personas bailando a su alrededor que no cree poder llegar a su lado.

Pasa unos buenos minutos sopesando sobre qué debe hacer antes de que el valor que nunca ha demostrado tener llega a él de golpe, bebe el resto de su trago y deja el vaso en la barra antes de comenzar a avanzar por medio de empujones suaves hacia el centro de la pista donde su objetivo se encuentra bailando casualmente junto a un pequeño grupo de chicas.

-Oye... -Porchay no sabe cómo llamar al contrario por lo que toca ligeramente su hombro ganando las miradas extrañas de todo el grupo, sus nervios aumentan al ver cómo lentamente capta la atención del mayor y sus ojos se encuentran. -Disculpa, yo solo quería agradecerte por pagar esa bebida para mí y...

-¿Qué se supone que haces, niño? Desaparece de aquí y déjanos seguir bailando con Kim en paz. -La extremadamente chillona voz de una de las chicas lo sobresalta y aparta sus ojos del pelinegro para poder verla, algo en la mirada de todas le dice que fue muy mala idea acercarse y retrocede un paso involuntariamente.

-Será mejor que la que desaparezca seas tú, es más, todas deberían irse ahora. -Porchay devolvió su atención a Kim, piensa que es un bonito nombre e internamente le agradece a esa desconocida por decirlo en voz alta.
-¿Quieres bailar conmigo ángel?

Rápidamente piensa en todas las razones por las cuales bailar con Kim es una mala idea, pero así como llegan esas ideas se disipan en cuanto siente unas manos fuertes sobre su cintura y un cálido aroma a sándalo lo envuelve, sus manos van a los hombros del mayor y percibe cómo sus mejillas vuelven a calentarse.

-No soy muy bueno bailando y no creo que quieras que sea tu compañero. -Su voz es casi entendible por sobre la música, aún así sabe que el contrario logró entenderlo porque nota la presión que ejercen las manos ajenas en su figura y cómo ahora la distancia entre sus cuerpos se ha reducido considerablemente.

-Estoy completamente seguro de que puedo enseñarte a bailar si me lo permites ángel. -El susurró de Kim en su oído envía escalofríos por todo su cuerpo, lejos de ser una sensación desagradable sabe que aunque apenas sepa su nombre, el hombre que lo sostiene entre sus brazos será su perdición.

-¿Por qué me llamas ángel? Mi nombre es Porchay. -Dice queriendo desesperadamente saber el motivo por el cual el contrario lo nombra así.

-Porchay es un bonito nombre, como tú. -La sonrisa en los labios de Kim es tan contagiosa que siente deseos de sonreír también. -Te llamó así porque eso es lo que pareces, un ángel que ha bajado al infierno y lo ha convertido en un paraíso.

Esta vez le es inevitable retener la carcajada que suelta por las palabras del contrario mientras es guiado lentamente a bailar, no se mueven enérgicamente como todos quienes los rodean, lo hacen lento y no saben si es porque quieren sentir la música o porque definitivamente el calor de sus cuerpos juntos es tan gratificante que no quieren perderlo al hacer movimientos bruscos. Kim baila con él toda la noche, le cuenta chistes que lo hacen reír y olvidar todo e incluso lo lleva a casa cuando ambos terminan tan cansados que deciden que ya no quieren seguir bailando, el mayor no solo lo acompaña a la puerta sino que además le dice que pasará a buscarlo al día siguiente para que puedan ir por un helado. Sonríe mientras sus labios sienten una ligera presión en ellos y de nuevo lo envuelve ese aroma a sándalo, tan dulce que cree podría volverlo adicto si le da la oportunidad, Kim no solo se lleva su primer beso esa noche, sino que además le demuestra a Porchay que definitivamente el cielo es un lugar en la tierra si ambos están juntos.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora