Capítulo 4

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No digas nada por favor
No vaya a ser que me despierte
De un sueño en el que puedo verte
Y aún puedo hablarte de mi amor
No digas nada ten piedad
Solo te pido que mañana por la noche
Dormido me des la oportunidad

Porchay había estado inquieto desde que llegó a su habitación, pensó que en cuanto estuviera cerca de su cama lo único que haría sería tirarse en ella y dormir, necesitaba un descanso después de todo lo que había ocurrido durante la noche. Para su sorpresa, una vez que su cuerpo se desplomó sobre la suavidad del colchón solo pudo perderse en sus pensamientos, especular sobre Kim y su actitud rara durante los últimos días, también recordar todo lo que su padre le dijo sobre el matrimonio y los deberes que debía cumplir como miembro de la familia real. 

Le tomó menos de una hora darse cuenta de que no podría dormir, no sin hablar con Kim, mordio su labio inferior con fuerza y se levantó de la cama con pesar para dirigirse al balcón de su habitación. El príncipe consideró que el aire fresco podría ayudar a disipar las miles de ideas que revoloteaban en su cabeza, después de todo no tenía más opción que esperar hasta la mañana para conversar con el mayor, o eso fue lo que creyó, afortunadamente Kim podía ser muy imprevisible a veces. 

Una sonrisa colmada de ternura apareció en el rostro del más joven al ver a su escolta practicando ejercicios solo, ambos eran iguales en ese aspecto, disfrutaban de hacer las cosas de forma individual, pero siempre atesoraban su compañía mutua. Kim siempre se encontraba al lado de Porchay, iban juntos a cualquier parte por lo que era normal que lo ayudara con sus tareas y que ambos entrenaran juntos, esa era su agradable rutina de cada día. 

No obstante, al verlo allá abajo solo haciendo técnicas de lucha, Porchay se dio cuenta de que incluso en eso habían cambiado a lo largo de las últimas semanas. Al analizar la situación le surgió un interrogante ¿cuándo fue la última vez que bajó al campo y tomó una espada? Ciertamente no lo recordaba y cree que podrían haber pasado meses, pero ¿quién podría culparlo cuando todo lo que se le permitía hacer era seguir las órdenes de su padre y asistir a incontables reuniones del consejo para discutir con diplomáticos que no comprendían su punto?. Él era joven y sus ideas molestaban a más de una persona, pero había un único ser que siempre lo entendía, aquél que ya había terminado de entrenar y fijaba la mirada en su persona a pesar de los muchos metros de distancia. 

Fue casi inmediato su reflejo al levantar la mano, haciendo una señal sencilla para que Kim subiera la habitación en donde estaba. El guardia no podía negarse a su orden, por lo que sin más preámbulo Porchay se dio la vuelta y fue hasta el borde de su cama, sentándose a esperar su llegada. No pasó mucho para que escuchara los golpes en su puerta, observando luego como la silueta de Kim se asomaba. Le permitió la entrada y se tomó un momento antes de mirarlo fijamente, eran tan solo ellos dos en la comodidad de la alcoba.
 
—¿Qué sucede? Debe ser algo importante para que me llames a esta hora. —Kim con un forro un tanto confundido se acercó unos pasos a Porchay esperando su respuesta, el menor rápidamente apartó la mirada sin decir una sola palabra. —Es raro que dudes al hablar y tu silencio está resultando bastante incómodo, ya dime qué pasa. 

—Eso mismo debería de decir yo. ¿Qué te pasa? Porque últimamente no haces más que ignorarme, no solo hoy en la fiesta, lo has estado haciendo desde hace semanas y eso no me gusta.
—Porchay había soltado todo tan rápido y fuerte que dudaba de si Kim realmente le había entendido, más la cara de sorpresa del mayor rápidamente confirmó que no solo sus palabras dieron en el blanco, sino también que Kim estaba ideando un pretexto para marcharse. —No lo hagas, no te atrevas a inventar una excusa e irte porque sé que eso es lo que quieres hacer. 

—No voy a inventar ninguna excusa, tampoco sé de qué me estás hablando. Si hemos pasado menos tiempo juntos ha sido porque tus obligaciones se han interpuesto, eso es todo. —Los ojos de Kim ocultaban algo, si bien sus dichos eran ciertos, Porchay sabía perfectamente que sus deberes reales nunca habían sido un impedimento para que ellos dos disfrutaran de momentos en su mutua compañía. 

—Me estas mintiendo, pero sé que intentar sacarte algo ahora es imposible, dejaremos esta conversación para después. —Un suspiro derrotado escapó de los labios de Porchay antes de acercarse al caballero con una pequeña sonrisa traviesa. —Ahora tienes que compensarme por lo de las últimas semanas. 

—¿De qué estás hablando? ¿Cómo que compensarte? —Kim estaba confundido por el increíble cambio de humor del heredero, el destello de audacia en sus bonitos ojos lo estaba provocando más de lo normal luego de haberse forzado a sí mismo a mantener la distancia por mucho tiempo. 

—Si, definitivamente tienes que compensarme, baila conmigo... sabes, cuando bailé con esa princesa recordé nuestras lecciones de danza, me dieron ganas de pisarte los pies. —Tan rápido como pudo el príncipe sostuvo a su guardia favorito para que no pudiera escapar, le regaló a su compañero de travesuras una nueva sonrisa divertida, ahora más amplia, antes de continuar con su imperativa petición. —Vamos, baila conmigo. 

—Bien, solo no me pises demasiado ¿de acuerdo? Tengo miedo cada vez que sonríes de esa manera. —Kim definitivamente no estaba nervioso, por supuesto que la cercanía de Porchay no le afectaba en absoluto, o eso quería creer.

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