Capítulo 8

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Cuando me miras a los ojos
Y me dices que me amas 
Todo está bien 
Cuando estás justo aquí a mi lado
Cuando me miras a los ojos
Vislumbro el cielo
Encuentro mi paraíso
Cuando me miras a los ojos

La habitación estaba en completo silencio, debido a eso Porchay podía escuchar su propia respiración y cuan agitado estaba su corazón. Las últimas dos semanas él y Kim habían estado planeando todo, qué harían, cómo lo harían y en qué momento para no levantar sospechas, ambos solían estar siempre juntos por lo que en realidad nadie fue capaz de notar el cambio en su comportamiento, nadie a excepción de Anong quien se había mantenido al acecho todo el tiempo, informando secretamente al reino vecino. 

Desde su torpe confesión de amor hasta el día de hoy Porchay no había podido ocultar su felicidad, la sonrisa que lo acompañaba desde que sus sentimientos fueron aceptados no pasó desapercibida por su padre. El rey, convencido de que su dicha era a causa del próximo matrimonio con la princesa Nin, fue bastante generoso con él al obsequiarle el conocido anillo que contenía nada más y nada menos que un precioso diamante rojo, el mismo podría confundirse quizás con un rubí por su color, pero tanto Porchay como la reina que compartió desayuno con ellos la mañana en que se hizo la entrega, sabían que esa piedra en realidad era mucho más valiosa que un simple rubí. 

Observó el anillo en su dedo y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al recordar su significado, la joya había sido fabricada hace algunas generaciones en el lejano reino de Rigel, coincidentemente aquel al que quería escapar, no conoce con exactitud la historia pero se dice que uno de sus antepasados había mandado a labrar dicha pieza en ese lugar debido a lo famosos que eran y siguen siendo sus artesanos en cuanto al manejo de piedras preciosas. Este había sido un regalo que pasaba de generación en generación para la futura soberana del reino, Porchay recibió este presente bajo la atenta mirada de la madre de Anong quien a pesar de estar sentada al lado del monarca nunca pudo poner sus manos en el valioso objeto. 

Aunque las palabras de su padre habían sido "le darás este anillo a tu prometida, la princesa Nin" Porchay sabía que dicha joya jamás caería en manos de ella, pensó en dársela a Kim pero descartó la idea creando un plan mucho mejor. En vista de que su caballero no era un amante de los accesorios, vendería la reliquia familiar y así obtendría el dinero suficiente para que al escapar juntos nunca tuvieran problemas económicos. 

—¿Puedo saber en qué estás pensando? —Levantó la vista del anillo para encontrarse con la mirada curiosa de Kim. 

—Oye, ¿Cuándo llegaste exactamente? No te oí. —Se dirigió sin dudar hacia el mayor y robó un pequeño beso de sus labios para alejarse con la misma rapidez con la que se acercó. 

—Ese beso fue lindo, pero no respondiste mi pregunta aún y en cuanto a la tuya acabo de llegar, golpee pero nadie respondió por lo que me tomé el atrevimiento de entrar. —Kim recorrió su cuerpo de pies a cabeza y asintió satisfecho con la vista. —Los trajes ceremoniales te quedan realmente bien, eres todo un príncipe. 

Al instante las mejillas de Porchay tomaron un color rojizo delatando su nerviosismo, para diversión de Kim quien en los últimos días había adoptado una actitud más relajada alrededor del menor. Si bien aún debía de comportarse serio frente a los demás, ahora que ambos sabían sobre los sentimientos del otro podían tomarse esas pequeñas libertades cada que se encontraban completamente solos. 

—De verdad eres realmente lindo cuando te pones así, pero me sorprende que unas pocas palabras te dejen sin nada que decir. —continuó molestando al menor con una sonrisa de suficiencia en sus labios. 

—Cállate Kim, no me molestes o voy a golp... —Las palabras murieron en su boca en cuanto sintió una suave presión que lentamente le robaba el aliento, Kim había aprendido recientemente como dejarlo sin palabras, pero aunque quisiera no iba a reprenderlo por ello. 

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