Especial 2

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Esta cosa llamada amor
Simplemente no puedo manejarla
Debo lograr hacerlo
Pequeña cosa loca llamada amor
Él me vuelve loco
Tengo que ser cool, relajarme
Pequeña cosa loca llamada amor

Los Ángeles, 1950

La temporada de lluvias había comenzado en la zona trayendo consigo problemas para Kim, él no era exactamente el mejor periodista de la ciudad, eso era algo de lo que estaba seguro y por lo que no se preocupaba realmente. Suponía que en realidad jamás había considerado lo que hacía su presencia o cómo podría afectar a otras personas y sus estados de ánimo, por lo que intentaba cumplir con su trabajo y, aunque lo amaba, nunca se había sentido realmente devoto al punto de hacer lo que fuera para ganarse un lugar un poco más arriba en la pirámide jerárquica de la compañía del que tenía, fue así hasta que lo mandaron a llamar desde la oficina del jefe y todo fue cuesta abajo en su tranquila vida rutinaria. 

El problema principal con el cual tenía que tratar era nada más y nada menos que la falta de interés en sus artículos, si bien admitía que no se dedicaba realmente a buscar noticias que llamaran la atención como sus demás compañeros que cazaban primicias escandalosas, esperaba que al menos se le reconociera el buen y decente trabajo realizado en cada uno de los artículos publicados bajo su nombre. Suspiró disgustado mientras caminaba de regreso a su cabina, el jefe había sido lo suficientemente claro con él sobre su nueva nota, Kim tendría que salir bajo la tormenta para ir a esa dichosa cafetería en el centro de la ciudad que había tomado popularidad recientemente, comenzó a reunir todo lo necesario en su portafolios y miró la hora solo para cerciorarse de que aún tenía tiempo de sobra para dirigirse al local en cuestión en el horario en que estaba abierto. 

Llegar al lugar no le hubiera resultado tan difícil si no estuviera diluviando afuera, en más de una ocasión tuvo que detenerse en el camino para esperar a que la tormenta se calmara un poco y le fuera posible continuar andando sin mojarse en exceso, lo último que podía pasarle ahora sería resfriarse mientras intentaba cumplir con las exigencias de su superior. Cuando ingresó a la cafetería por primera vez notó que el local era relativamente grande por lo que la escasez de gente era bastante notable, no culpa a nadie por no querer salir, aunque es horario comercial el clima no contribuía a una salida y la gente solo desea llegar a casa donde esté segura y cálida antes de que el cielo se oscurezca por completo, es lo mismo que le habría gustado hacer si no lo hubieran obligado a ir y escribir sobre ese restaurante. 

Kim observó detenidamente todo lo que había a su alrededor y aunque no era amante de los lugares excesivamente coloridos puede entender por qué el espacio llama tanto la atención, en especial del público juvenil, su aura es refrescante y el aroma a café y dulces inunda todo el ambiente, a pesar de no ser particularmente fanático de los pasteles o golosinas en general, se planteó la posibilidad de pedir algo y probar la experiencia completa. Buscó una mesa y cuando estuvo cómodo escuchó unas pequeñas risitas provenientes del fondo, giró un poco para ver de qué se trataba y sus ojos se encontraron con los de un chico de no más de veinte años por lo que podía adivinar, cabello rizado y una sonrisa extremadamente bonita, el chico seguía hablando con las clientas de la mesa y pudo ver como anotaba distraídamente en una libreta el pedido, todo sin apartar sus ojos de Kim quien desvió la mirada primero y volvió a acomodarse en su asiento. No pasó mucho tiempo hasta que el mismo joven se paró frente a él con una sonrisa de oreja a oreja que hizo que Kim se quedara sin palabras. 

—Bienvenido ¿puedo tomar su orden? —Hubo un breve silencio en el que Kim se debatió entre decir la verdad sobre que aún no había visto el menú o simplemente pedir un café. —Puedo darle más tiempo y volver... 

—¡No! Es decir, puedes tomar mi orden ahora. —La sonrisa burlona en el rostro del menor puso nervioso a Kim quien se auto reprendió por su arrebato.
—Me gustaría un café y quizás puedas traerme el especial de la casa. 

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora