Capítulo 5

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Cariño sólo bésame despacio
Tu corazón es todo lo que poseo 
Y en tus ojos estás sosteniendo el mío
Bebé estoy bailando en la oscuridad
Contigo entre mis brazos 

La habitación estaba en completo silencio, solo podían escucharse los leves sonidos de suelas de zapatos rozando el piso mientras la pareja comenzaba a moverse lentamente por el lugar. Kimhan pudo al fin relajarse y dedicarle una sonrisa a su menor antes de sujetar firmemente el cuerpo de Porchay contra el suyo, arrepintiéndose rápidamente de tal acción al escuchar el gemido de sorpresa proveniente de los labios contrarios. 

Las cortinas del gran ventanal estaban completamente abiertas, dejando a ambos envueltos en la tenue luz de las estrellas que ingresaba a la recamara, fueron incontables las veces en que esto había ocurrido a lo largo de los años. En el pasado, el guardia solía ir con frecuencia a la habitación del príncipe por la noche, al más joven le resultaba difícil dormir y siempre llamaba por su compañía, entonces Kim no podía evitar preguntarse ¿por qué esta vez era diferente? Se lo cuestionó una y otra vez mientras reprimía los impulsos de avanzar hacia adelante y atrapar los carnosos labios entreabiertos de su alteza. 

A criterio de Kim el momento se sentía tan extraño y tan malditamente correcto al mismo tiempo, como si sus almas estuvieran conectadas, cada uno de los deslizamientos de sus cuerpos se sincronizaba de forma apacible. Bailaban cómodamente alrededor de toda la habitación aquel primer vals que habían aprendido juntos, dando pasos ligeros a la vez. 

Los ojos del caballero no encontraban la fuerza de voluntad necesaria para apartarse del príncipe ni siquiera cuando lo hizo dar una vuelta lenta, alejándolo solo un instante de su cuerpo antes de volver a sostenerlo tan cerca como pudiera, quemándose y deleitándose a la vez con ello, así como con la respiración agitada del menor. 

—Creo... creo que este es el momento justo en el que me besas. — "¿Qué?" pensó Kim, creyó haber escuchado mal, porque definitivamente no era posible que él quisiera que lo besara. —Y bien, ¿No vas a hacerlo? —insistió Porchay con un tono de reclamo y unos ojos colmados de anhelo. El escolta abrió y cerró la boca incapaz de emitir una respuesta coherente, situación que fue completamente aprovechada en su contra. 

—Si no lo haces tú, ¿te molestaría si lo hiciera yo? —Porchay preguntó, simultáneamente acercaba ambos rostros de modo tal que sus frentes llegaban a rozarse y Kim podía sentir el tibio aliento ajeno tocar su piel.

Ante semejante acción el mayor frenó con lentitud sus movimientos mientras luchaba internamente con ese estímulo caliente que quería hacerle caer, que lo tentaba a cerrar la distancia de los labios ajenos con los suyos. 

—¿De verdad quieres que yo haga eso? —Kim cerró los ojos negándose a encontrar en los opuestos la respuesta a tal pregunta. 

—Sí, quiero que me beses hasta que ya no pueda devolverte el gesto. —La declaración tan sincera y espontánea dejó un cosquilleo tan intenso en el interior del guardia como en sus labios. 

—No me creo capaz de poder cumplir con lo que pides... porque ahora mismo podría darte un millón de razones por las que tú y yo no deberíamos hacer ninguna de las cosas que pasan por tu cabeza. —"Y por la mía", los pensamientos sinceros que se negaba a admitir en voz alta inundaban la mente de Kim, quien finalmente contempló lo que escondían los brillantes orbes del heredero al trono. 

—Es incómodo para mí pensar que a pesar de los años que llevamos de conocernos aún creas que yo cambiaría de opinión sobre lo que siento y quiero solo por lo que puedan pensar los demás. —El ambiente que antes era mágico lentamente comenzaba a volverse tenso y eso no pasó desapercibido para ninguno de los dos cuando por fin separaron sus cuerpos, liberándose a regañadientes del calor que los envolvía. 

—Lo sé... Te conozco lo suficiente como para saber que no te importa nada de esto, pero aún así ni tú ni mucho menos yo podemos cambiar el curso de las cosas. —El mayor tragó saliva pesadamente antes de continuar argumentando con desánimo. —Tan solo hace unas horas estabas bailando con tu prometida, ella es una princesa y estoy seguro de que es mil veces más adecuada para estar a tu lado que yo, un simple soldado. 

—¿Cómo puedes decir eso? No logro entender cómo siquiera puedes creer que ella, quien no es nada más que una completa extraña para mí, sería más adecuada que tú... Tú que eres en mi vida lo único bueno que tengo. —Con gran dificultad el caballero reprimió sus impulsos de abrazar al menor quien se veía completamente destrozado. —Eres tan insensible a veces, pero aún así me gustas. 

Decir que el corazón de Kimhan no saltó de alegría cuando escuchó aquella declaración sería una completa mentira, sin poder escuchar a la razón ni por un segundo más, su cuerpo se movió involuntariamente para rodear la cintura del más joven. Solo en ocasiones como estas donde Porchay lucía débil, pequeño y herido frente a él era que podía recordar los años de diferencia que existían entre ellos.

Y entonces nunca en la vida había deseado tanto que el tiempo dejará de correr, que su estatus fuera diferente, que la distancia que parecía crecer entre ambos se disolviera para que él pudiera correr y alcanzar a ese niño que había robado su corazón irremediablemente desde el primer momento en que lo vió. 

—Tu también me gustas, te he amado desde el primer instante en que mis ojos se posaron en ti... Y puede que sea cobarde de mi parte, pero nunca he querido decirlo por miedo a que lo que sea que tenemos se termine. —El nudo que se formó en su garganta apenas y le permitía hablar, lo que dejaba la esperada confesión del guardia como un susurro casi imperceptible. 

—Quiero que seas un cobarde, si eso me permite probar tus labios y estar a tu lado, entonces solo sé un maldito cobarde y bésame. —No necesitó más que esa orden real para eliminar con un movimiento los ya pocos centímetros que había entre los dos y fundirse en un agridulce primer beso.

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