Capítulo 7

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Te echo toda la culpa a ti
Por todo lo que pasé
Ahora es mejor que desaparezcas
Te lo estoy advirtiendo
Es demasiado tarde
Eres como una pastilla amarga
Que tuve que tomar en contra de mi voluntad

El ardor habitual en su mejilla solo era un recordatorio más de lo equivocada que estaba al pensar que esta vez su madre no la golpearía. Como era de esperar, la emperatriz no se encontraba muy feliz y lamentablemente ya era costumbre que Anong debiera recibir toda su furia. La joven princesa pensaba que era eso o simplemente dejar que la mujer que le dio la vida golpeara a las criadas, quienes para su disgusto ya conocían a su madre y habían desaparecido de la habitación dejándolas completamente solas.

Llevó su mano lentamente hacía su pómulo adolorido y fijó sus ojos en el suelo, evitando cruzar miradas con su madre para no molestarla aún más, sabía que sus ojos no eran del agrado de la mujer mayor, una y mil veces se lo ha repetido logrando que quede grabado en su mente: "Tienes los ojos de tu padre, ese hombre que me traicionó y nos ve como si fuéramos basura por culpa del bastardo de su hijo". La emperatriz raramente la golpeaba en lugares visibles, saber que fue tan descuidada como para marcar su rostro solo puede darle a entender cuán enojada esta con ella.

-Una vez más no hiciste absolutamente nada para sobresalir, te quedaste como una tonta estatua mientras el príncipe heredero sigue consolidando su poder con los aristócratas y el reino vecino.
-Comenzó a despotricar Duangkamol, furiosa con su única hija.

-Madre, de verdad no sé qué es lo que podía yo hacer, su majestad arregló el compromiso del príncipe y yo... -El fuerte agarre en su barbilla la obligó a levantar la vista y enfrentar a su progenitora.

-Si fueras más extraordinaria el emperador te hubiera arreglado un compromiso primero, sin embargo, pasa de ti como todos en este maldito reino. -La mayor soltó a su hija rápidamente para luego darle la espalda y así evitar seguir golpeándola. -El príncipe heredero de Betelgeuse asumirá el trono en menos de un año, dime tú qué harás en ese tiempo, claramente nada porque seguirás siendo la sombra de ese medio hermano bastardo que tienes.

-Si madre hablara con el emperador quizás yo aún pueda unirme al príncipe, la doble conexión entre nuestros reinos puede resultarles tentadora si tan solo... -El sonido del cristal rompiéndose en mil pedazos sobresaltó tanto a la menor que no pudo continuar hablando y solo se quedó observando con temor la sangre que comenzaba a brotar de las manos de la emperatriz. -¿Cómo pudo romper el espejo? Sus manos están llenas de sangre, quizás debería de llamar a alguien.

-No llamarás a nadie, ahora mismo te irás con tu insignificante y desagradable presencia a otra parte, ver tu cara me estresa demasiado.
-Observó una última vez el vestido verde esmeralda de su madre antes de inclinarse ligeramente y salir de sus aposentos como se le ordenó que hiciera.

Anong no puede entenderlo, aunque ya ha llegado a la edad adulta aún es difícil para ella comprender lo que ocurre a su alrededor, ha pasado la mayor parte de su vida intentando descifrar por qué la suerte no está de su lado. Al principio, cuando era pequeña y solo eran ella y sus padres, no había más que alegría a su alrededor, lamentablemente así como las flores se marchitan en invierno su felicidad fue efímera.

Caminando por los oscuros pasillos del enorme palacio que alguna vez fue solo suyo se preguntaba cuándo las cosas cambiarían, cuándo llegará el momento en que su madre vuelva a sonreírle y no la trate como si fuera un cascarón vacío que no siente dolor ni angustia, cuándo su padre volverá a darle la atención que le daba cuando era pequeña. Arrastra los pies lentamente debido al cansancio físico, mental y emocional que siente, frunce el ceño molesta en cuanto el rostro de ese mocoso despreciable viene a su mente, detesta tener que pasar frente a sus habitaciones cada vez que se dirige hacia el ala del castillo que le pertenece.

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