Capítulo 8 "Heridas del pasado"

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El carácter violento de Flor no solo se debía al aprendizaje de sus desventuras el la vida, sino que además sus genes la dominanban, todas sus desgracias solo fueron un conjunto de aprendizajes añadidos a su fortaleza ya heredada.

La belleza de mi amiga iba más allá de lo físico, tenia el encanto de una ave del campo: parecía frágil, fina, nerviosa y arisca, pero con el corazón y la fortaleza de un felino grande como una pantera. En su camino se sabía un alma libre como el vuelo de un águila, no existian barreras en su horizonte aún que los tropiezos la apresaron más de una vez en la vida. Así era Flor Dalila, yo prefiero llamarla Dali', con su cabello castaño oscuro y claro rayado al sol, muy rizado y muy rebelde. Su aspecto sobrio y su piel acanelada tienian un aire muy sensual, sus ojos magnos y verdes de una mirada muy altiva y vigorosa con tanta pasión que cuando clavaba su mirada en ti, te atravesaba el alma con su intensidad. Se puede decir que su belleza exterior era singular, el resultado de sus genes interraciales. De rostro achatado y pequeño, sus labios como un fruto carnoso, su cuerpo delgado que no era fanático de la comida poseia unas caderas acorazonadas y un torso atractivo y firme.

Pero su belleza no erradicaba en lo exterior aún que fuera lo más evidente.

Flor guardaba en su interior una sonrisa que surgía con lo más simple de la vida, sin embargo, esas simplezas de la vida pocas veces le tocaban al corazón. Su persona solía ser más víctima de las ofensas y las vejaciones así que no podía considerarse buena o inocente para defenderse. Y aquella personalidad llena de pación irreverente podía desbordarse. Su sonrisa sarcástica y retórica la dominaban, su voz era grabe y con un timbre estricto, y su aura era agresiva si estaba molesta. Flor era desagradable si quería que las personas se alejaran. Y gracias a su ápice de carácter mordaz le era difícil hablar y ocultar lo que pensaba, tenía un carácter difícil y complicado.

Si la vida no había sido buena con ella. Ella tampoco tenía la obligación de serlo con quien no se lo merecía: según su criterio austero. Su ser lo protegía con esa coraza salvaje y violenta y no le temía a la muerte porque no le debía nada a la vida. No tenía ya sueños: el de conocer a su padre se acababa de esfumar con la muerte, igual que la inocencia de la niña que un día fue. Ya no soñaba que un día la cobijaran con amor. Y en aquel momento solo quería volver a Dallas Texas a la casa de acogida de donde salió para arrepentirse quería esperar el futuro allí, siendo útil, ayudando a los demás. Allí la esperaba una casa llena de niños, jóvenes, y chicas sin familia como ella. Y, estando tan lejos de ese anhelo se desesperaba, ya había perdido mucho tiempo en prisión por creer en el amor, y en ese momento estaba perdiendo más tiempo por haber escuchado a su madre.

Dentro de ella guardaba una alma caritativa, aunque no muchos lo supieran, tierna y frágil en la profundidad de su ser. Cualidades que hace mucho había dejado en el fondo de aquel saco roto que era su alma y las cuales veía ya muy pérdidas en aquel espacio de tiempo pasado, sin embargo aún se aferraba a ese hilacho para no perderla del todo.

18/01/07

La hacienda parecía darle la bienvenida con los portones de par en par, allí se dio cuenta de lo grande que era aquel lugar. Era un latifundio en medio de una buena extensión de patio -con hectáreas de tierras y sembradillos a su alrededor hasta donde le alcanzaba la vista-. Una hacienda rodeada por patios verdes y cálidos, cercado por rocas y granados, era la residencia un extenso rectángulo abovedado, sostenido por arcos y un largo corredor. Al adentrarse por sus portones el camino estaba encapuchado por la sombra de los árboles que se mecían con el espesor propio de las hojas mojadas y el crujir de las palmas, tenía un halo de melancolía y romanticismo, por el despliegue del débil sol que apenas lograba atravesar la espesura de las hojas y sus ramas con sus motitas de oro sobre las piedras mojadas. La hacienda era rodeada por un verde patio que en su camino era resguardado y decorado por muchas plantas frondosas como granadas y lirios de colores, gardenias, alfombras de margaritas y rebosantes rosales, estos últimos los más evidentes en cuanto a su aroma, la lluvia y el sol los avían fermentado con ardor, dotando al ambiente con un sentimiento romántico entre lo dramático y lo inolvidable.

Flor Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora