Capitulo 12 "Amor adolecente"

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Humbelina era muy joven, apenas alcanzaba los catorce años de edad y aunque su voz y su figura bien desarrolladas parecían las de una mujer voluptuosa y adulta, todo en aquel recubrimiento femenino contrastaba con su personalidad de niña extrovertida y el terciopelo fino de su edad. El brillo de su virginidad en el aura de su sonrisa era especial como la luz de una estrella, no se podía decir que parecía hermana de Flor, ambas distaban mucho de su aspecto físico. Su belleza madura rayaba poco en lo sensato de su carácter, vivía enamorada, suspiraba por lo más simple de la vida, y no se preocupaba por nada. Tenía un hermoso cabello negro azabache que le caía en cascada por la espalda y alrededor de sus hombros, era realmente bonita además de coqueta y soñadora. Tenía un esplendor de frescura en su ser que era difícil de opacar, sus ojos eran curiosos grandes y chinos con unas pequitas apenas visibles en los parpados. Era una niña muy bonita a la que su inmadurez la haría tropezar más de una vez, sin embargo por momentos parecía apagada, taciturna y pensativa, podía ser la sorpresa de la nueva hermana o el interés en alguna tontería de sentimentalismos adolecentes como decía su tía Carmela.

Que al final de todo eran sus emociones tan válidas como las de cualquiera, pero incomprendidas por ser una adolecente.

—Nunca pensé que fueras tan idéntica a mi abuela. —expresó con su voz grabe, la adolecente, sorprendiendo a Dalila por la espalda, quien miraba los retratos del salón—. Yo misma no consigo encontrar mi parecido con ella o mi papá, parecemos muy diferentes ¿o tu que opinas?

—Que puede ser una casualidad... —respondió al tiempo que se alzaba de hombros.

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—¿Y que opinas de mi? —pregunto sonriendo, pero Dalila no respondió, la miro un poco hacia arriba pues era más alta, pensó que nadie hacia una pregunta así, era mucha vanidad esperar una respuesta positiva sobre si mismo—. A mi la verdad es que nunca me hizo falta un hermana, pero en tu caso... debe ser extraño, por lo que ya nos dimos cuenta, has estado sola toda tu vida...

—¡Pues ni tanto! —trato de sonar despreocupada pero estaba herida, volviéndose a los retratos para no demostrarle su vulnerabilidad, añadio —yo tengo mi propia vida... aún que parece que Pachita se cree que estar aquí es algo bueno para mi. La verdad es que una hermana es lo último que estoy buscando.

La réplica tenia ponzoña y era para ella misma.

—¡Ya veo! —Declaro la adolecente con un gesto singular de cabeza y hombro, que se unía con distinción haciendo un ligero movimiento hacia tras. Ese gesto aunado al "¡Ya veo!" Era algo soberbio, pero era parte de su expresión y algo que se grabaría en la memoria de Flor Dalila para siempre—. ¿Y que opinas de José María? —termino por preguntar.

"¿José María?" pensó mi amiga, no pensaba nada pero a qué venia esa pregunta. Si una hermana caía en el vacío no podían pensar que a él también le diera un lugar en su espacio temporal. Dalila se tensó y escuchó las risitas de Arly, quien estaba del otro lado del salón sentada a pierna tirante, muy atenta a la conversación.

—¿Quién? —pregunto con desinterés.

—¿José María?

—!Qué me interesa menos que esta conversación! —aclaro.

—¡Ya veo! Me caes bien, aquí decimos lo que pensamos. Y José María es para nosotras más que un hermano. No nos gusta que cualquiera le ponga los ojos encima, el vale mucho para nosotras y cuando se case lo hará con Arely que para eso se está preparando.

Flor ya tenia caras de asco cuando Humbelina termino la frase  "preparando", no las conocía de nada a esas dos: le pareció bastante triste y desagradable que dos mujeres le impusieran sobre la mesa el derecho que tenían sobre aquel hombre y más desagradable aún, que una mujer se estuviera preparando para lo que fuera a favor de cualquier hombre. En su vida jamás había escuchado algo más primitivo y arcaico. Flor quiso reírse pero vio la seriedad de la rubia al clavarle la mirada y lejos de molestarse sintió pena de las aspiraciones tan pobres de esta. Eso le mejoro la moral, ella se sentía estúpida al recordar lo que ella hubiera dado por Johnny y la comprendió con pena. Si estaba enamorada del ranchero ese, porque no tenía pinta de ser un Quijote enamorado de una sola Dulcinea si no más bien un don Juan Tenorio con muchos amores uno en cada balcón. Pero aquello solo era un presentimiento por como la había mirado en el primer encuentro y como se despedía de las muchachas del servicio.

Flor Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora