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Se estaban hospedando en un motel de carretera en las afueras de la CDMX. Sí, a pesar de la cantidad de dinero que el rizado poseía, habían decidido instalarse en un motel de mala muerte. Allí nadie los encontraría tan fácilmente. Ambos dieron nombres falsos y tampoco les pidieron ningún tipo de acreditación. En un hotel habría sido completamente distinto. Tendrían que haber proporcionado sus carnets de identidad y cualquiera con un fajo de billetes habría comprado la intimidad de cualquier huésped.

La habitación no estaba tan mal. Tenía una cama, algo mugrienta, de matrimonio, a cada lado dos mesitas con una lámpara en cada una. Cabe destacar que una estaba estropeada, por lo que sólo podían utilizar una de ellas. El baño era pequeño y olía a humedad. Al menos no encontraron ningún animal muerto ó algo por el estilo. Había una máquina expendedora de comida en el inicio de las escaleras que daban a las habitaciones y pocas veces pedían comida a domicilio.

Joaquín había apagado su celular hacía unos días, no quería que nadie encontrase algún medio para localizarlo. Únicamente tenía uno de usar y tirar que Emilio había comprado en una gasolinera. El rizado mantenía encendido su celular de empresa, en el cuál sólo tenía agendado el número de sus padres y amigos. El señor Osorio estuvo de acuerdo con el plan de esconder a Joaquín. Él iba a salvaguardarlos en todo momento.

Emilio llegó con una bolsa humeante de comida china y Joaquín se levantó de la cama rápidamente para sostener la comida.

- Parece que no has comido en un mes - dijo el rizado divertido

- Lo único que comí anoche fueron unas chocolatinas. Cómo siga así voy a ponerme gordo - dijo dejando la bolsa sobre la mesa

El oji-café se acercó cauteloso a él, abrazándolo por la cintura a la par que Joaquín llevaba las manos a sus hombros.

- Estás perfecto así - alagó el rizado y Joaquín agachó la cabeza

- No sé porqué sigues aquí después de todo

Emilio llevaba días deseando confesarle sus sentimientos, pero le aterraba que Joaquín no sintiese lo mismo por él. Pero aquel era el momento idóneo e iba a aprovecharlo.

- Porque te quiero

Ya está, ya lo había hecho. Se sentía profundamente liberado y bastante extasiado. Estaba esperando la reacción del menor que aún se encontraba con la cabeza agachada.

Joaquín sonreía, nunca un chico le había dicho esas dos palabras. Por una parte, se sentía culpable, pero por otra se sentía el hombre más afortunado de todos. Poco a poco levantó la cabeza hasta que se encontró con los ojos café del rizado, escaneando cada movimiento.

- ¿Me quieres? - preguntó y el rizado asintió rápidamente - Sólo te he traído problemas

- Me dan igual los problemas

- Emilio...

- Desde la primera noche que te ví sabía lo que quería contigo

- ¿Y qué querías? - preguntó ladeando la cabeza

- Ésto, tenerte entre mis brazos, poder mirarte cuándo me venga en gana, hacerte el amor... Estar juntos

Joaquín lo observó detenidamente. Sus dedos repiqueteaban su cintura cómo si estuviese esperando algo. Quería dárselo, pero también le gustaba que por primera vez no era él quién se encontraba nervioso.

- Bueno, veo que lo has conseguido. Debo darte la enhorabuena

- No quiero que me des la enhorabuena

- ¿Ah, no? - comenzó a acercarse a él peligrosamente - ¿Qué quieres que te dé entonces?

- Precioso... - tragó saliva el rizado

Heaven // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora