Prólogo.

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          Sus luceros azul profundo observan aquel pequeño papel, rectangular, color cielo, un pequeño balón de fútbol entremezclado con sobresalientes líneas verdes dibujadas en las esquinas, y la clara caligrafía que dejaba leer un "BL" en blanco en medio del balón. No había que ser inteligente para saber su significado, porque, ¡Por Dios!, eran el equipo de Fútbol más reconocido en Japón, habían logrado alzarse con grades premios desde su inicio, que fue hace tres años, y son considerados el equipo que llevaría al país a revolucionar dicho deporte.

         Se revolvió en su cómoda cama queriendo procesar una vez más aquel papel, tan insignificante como importante a la vez. Solo era un papel, con un grosor lo suficientemente fuerte para que no se pudiera rajar con facilidad, detrás del mismo, se hallaba un fila de dígitos, el papelito no era un papelito cualquiera, era una tarjeta que llevaba el número de la agencia que patrocinaba a ese equipo que tanto aclamaban en las redes en cada partido en el que salían victoriosos, que hasta ahora han sido todos, no habían perdido una sola vez, y eso es lo que lo hacían tan importantes.

         Tomó su celular en manos, temblando, con los nervios de punta, ¿Debía llamar?. Habían pasado 74h exactas desde que obtuvo tal oportunidad. Aunque le había sorprendido por completo. No se esperaba que el entrenador y dueño de la agencia de Blue lock en persona se presentara ante él para darle una invitación al equipo.

         Era de locos, sentía millones de emociones contradictorias en ese momento, pero la que predominaba era el leve miedo a no cumplir las espectativas que debe de tener en él.

          Sostenía su bicicleta en manos, caminaba por la acera, llevaba solo unos pocos kilómetros de camino, sentía impotencia, ira, y tristeza. Porque habían perdido el partido, eran las semifinales, las que decidirían que que escuela representaría a Japón en las Sub-20.

        Pero esa ira era consigo mismo, porque habían perdido por su culpa, sino le hubieran mandado a la banca en el último momento, habrían ganado, él habría ganado. Pero todo había sido muy diferente, y lo odiaba.

         Paró en seco, y gritó, quería desahogarse, lo necesitaba o explotaría en furia. Apretó aún más el agarre del volante de su medio de transporte, frustrado.

        Pero no era suficiente. El vivo recuerdo de ese momento cruzó por su mente, otra vez.

         El agudo y molesto sonido del silbato le desgarraba los tímpanos, como si lo estuviera escuchando aún. Dando tiempo para la última ronda del partido, la definitiva, su equipo llevaba la delantera, por tres goles, solo debían mantener el ritmo, y el se encargaría de todo, como siempre había sido.

        Sus amigos le felicitaban, su entrenador los había reunido, solo faltaba un minuto para reiniciar el juego.

        Tomaba un poco de agua, sentado en el césped, un miembro del equipo contrario se le había acercado, un rubio, parecía animado, le observó agacharse hasta su altura. Luego le habló.

        —Eres increíble número 15. —Escuchó, le observó de reojo, y se encogió de  hombros, restándole importancia a su comentario, ellos también eran fuertes. Quiso contestar, pero la voz de su entrenador hizo desviar su atención, se levantó de su lugar y comenzó a alejarse no sin antes levantar una mano en señal de despedida.

        —Lástima que no aprovechen ese talento. —Se giró al escuchar el leve susurro, iba a preguntar que había dicho pero el contrario se había alejado.

         Todos se habían reunido, el entrenador les explicaba las estrategias a tomar, mismas que el no acataría e improvisaría las propias, el hombre no sabía lo que decía, y todos estaban de acuerdo con su pensamiento. El sonido de reinicio del partido se escuchó retumbar en la cancha, todos comenzaron a caminar hacia la misma incluso él, pero... —No irás en este último tiempo, Isagi.

The Ocean /RinSagi/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora