Chapter 3

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         —El chico tiene talento, Ego-san. —Anri comenta emocionada observando las grabaciones que aparecían el las pastallas que cubrían por completo toda una pared.

          Se inclina ligeramente hacía el hombre de cabellos negros quien no había quitado su vista de los aparatos analizando cada jugada, posición que el chico que aparecía en ellas hacía.

         —¿Ego-san? —Preguntó la manager con interrogantes flotando en su cabeza.

          Jinpachi juntó sus manos mostrando esa sonrisa psicópata de manera inconsciente. Por supuesto que el mocoso tenía talento, él lo había elegido personalmente porque vio su potencial oculto, no pudo dejar pasar aquello así como así. El mocoso ya era una de sus tantas gemas que él mismo se encargaría de sacar su brillo.

         —A superado mis espectativas. —Comentó el hombre después de un minuto para levantarse de su asiento y caminar hacia la pequeña mesita donde le esperaba una taza de café recién hecho.

         La mujer se giró hacía su dirección con las manos en la cintura en reproche. —Debería dejar la cafeína, Ego-san. —Regañó. El mayor ignoró por completo el reclamo.

         Anri suspiró derrotada, observó nuevamente las pantallas que reproducían diferentes jugadas del mismo jugador en repetición. —¿Por qué aun no le ha añadido al equipo? —Preguntó sin comprender el empeño del más alto en mantener encerrado al pobre muchacho por toda una semana sometido a un entrenamiento, tanto físico como mental en ese tiempo.

         —Pareciera que está creando un soldado de guerra. —Rió por lo bajo ante si propio comentario.

         Ego dejó de beber de su sagrada taza de café, mirándola fijamente. —Al fin dices algo coherente, mujer. —Alabó el hombre sin expresión en su rostro. —Estoy creando al monstruo que pondrá patas arriba a todo el equipo. —Dio un nuevo sorbo de su café acabando su contenido dejando la taza vacía encima de la mesita de caoba.

        Elevó su brazo derecho al frente como si fuera a agarrar algo invisible y miró a la chica a los ojos. —Será la clave para la evolución de cada una de mis demás gemas en pequeña colección. —Concluyó.

         Su sentido para el uso del lenguaje era bastante peculiar.

         El aura que transmitía aquel demente por el fútbol, te hacía replantearte si realmente era un entrenador y no un asesino encubierto.

         Teieri sintió un escalofrío recorrer por su cuerpo en ese instante. Su superior daba miedo a veces, por no decir siempre.




          Rin despertó. Observó a su alrededor notando la oscuridad en su habitación. Encendió la lámpara a su lado izquierdo de la cama individual con la que contaban cada una de sus habitaciones en el edificio de BL, y después de acostumbrarse a la oscuridad llevó su mirada al reloj de pared que colgaba encima de su cama.

           Suspiró con pesadez cuando vio el 01:30 AM que marcaba el maldito reloj. ¡Diablos! Volvía a desvelarse en esa maldita semana. Se levantó de su cama con cansancio y como si fuera algún tipo raro de ritual salió de la habitación a caminar por un rato entre los interminables pasillos del edificio.

           Cuando menos se lo esperó ya estaba frente a las puertas de la cancha de fútbol. Sin embargo no entró de inmediato, estuvo allí quieto por unos minutos, como si espera algo, algún suceso que le hiciera entrar con curiosidad como hacía dos noches antes.

          Se enojó consigo por lo estúpido que sonaba. Y sin reparos abrió la puerta para demostrarse que no le importaba en lo más mínimo el extraño encuentro con aquel chico cuya identidad desconocía y que salió huyendo en cuanto notó su presencia, pero que jugaba realmente bien el deporte, no lo admitiría, pero le emocionaba la idea de encontrarlo otra vez solo para jugar contra él y saber con claridad a que nivel estaba el de menor estatura.

The Ocean /RinSagi/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora