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"Quiéreme"

Estaba volviendo a casa luego del trabajo. Había sido una semana difícil. Luego de su discusión con San, ir al trabajo se le hacía más pesado. Chaeryeong era muy linda con él, a pesar de todo, le tenía mucha paciencia. Quería intentar algo con ella, aunque seguía sintiendo algo extraño dentro de él cada vez que estaba con ella. Pero, según WooYoung, eran efectos de la abstinencia. Solo eso.

No volvió a consumir desde aquella vez que vomitó el patio de la señora. Sin embargo, se sentía intranquilo. Aún sentía el impulso de querer buscar a su amigo chino. Pero no podía gastar dinero, estaba ahorrando para reparar su celular, era un completo fastidio estar incomunicado con los demás.

Abrió la puerta de su casa y se encontró un montón de cajas apiladas en la entrada. Se acercó despacio, y abrió una de ellas. Su cuerpo se congeló al ver que, en la caja, estaban sus cosas. Comenzó a abrir una por una, encontrando ropa, zapatos, discos, libros, todo de él.

Escucho paso de arriba. Subió la mirada y encontró a su progenitora bajando otra caja, seguramente con más cosas de él. La mujer parecía metida en sus pensamientos, y no notó que WooYoung estaba ahí. Bajó la caja con cuidado al suelo, para luego pasar su mano por su rostro, secando sus lágrimas. Solo en ese momento, pudo divisar que su hijo se encontraba con ella.

— ¿Qué haces?— Susurró WooYoung. La mujer solo se le quedó observando, no emitió sonido alguno. — ¡¿Qué haces?!— gritó.

— Hijo, ya no puedes vivir aquí— su voz se escuchaba temblorosa, como si no quisiera decir esas palabras.

— No comprendo...

— Ya no te quiero aquí, WooYoung. Es...E-es momento que te vayas— hizo fuerzas para no derramar ninguna lágrima. Pero su hijo no fue tan fuerte.

— ¿Me estás...corriendo?— comenzó a llorar— ¿Mamá?— Eso termino por destruir el corazón de la pobre mujer. Hacia mucho tiempo que WooYoung había dejado de llamarla así. Pero era su hijo o su amante.

— Vete, WooYoung.— dicho esto, subió las escaleras rápidamente, dejando que su hijo se fuera por su cuenta.

El moreno cayó sobre sus rodillas, llorando con fuerzas— ¡TE ODIO!— gritó, desgarrando sus cuerdas vocales.

Estuvo así unos minutos, hasta que logró regularizar su respiración. Sorbió su nariz, limpio un poco su rostro y se levantó del suelo. Abrió las cajas, una por una, buscando un objeto especial para él. Una vez que lo encontró, salió del lugar. Dejando todo atrás.

Batalló internamente en el camino, repitiéndose una y otra vez que no necesitaba su polvo mágico. Aunque con cada paso, su fuerza se iba acabando. El dolor se hacía cada vez más intenso y necesitaba que parara.

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— ¿Hola?...¿Enserio?...— escuchaba a su jefe hablar mientras él abrochaba unos informes— ¿Cómo se que no me engañas?... Excelente, pasaré por ti esta noche... Será como lo prometí, bebé— San seguía atento a la conversación, quizás hablaba con su esposa—  Está bien... Adiós.— colgó.

— Aquí está todo, Channie— dejó los papeles en su escritorio.

— Gracias, Cielo. Que tengas lindo día— tocó sutilmente sus hombros. El rubio sonrió incómodo.

— Nos vemos mañana, Channie— tomó su bolsa y salió rápido.

Una vez en casa, se sacó ese ridículo uniforme y se tomó una ducha. Aún era temprano, pero ya estaba cansado asique se colocó su pijama azul para poder estar cómodo.

Volteando al hetero [WooSan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora