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Dos cuerpos se hallaban en el suelo de aquella sala, casi al borde de la inconsciencia. En el cuerpo de uno, se podía apreciar los golpes, cicatrices, heridas abiertas... Todo un manto de la historia de un pasado y de un presente. En el cuerpo del otro, las manchas de zapatos en su ropa demostraban las patadas que anteriormente estuvo recibiendo, tratando de cubrir con fuerza casi nula su adolorido y magullado cuerpo.
Otras dos personas observaban aquella escena, siendo los responsables del cuadro de sangre que presenciaban, sin ninguna pizca de remordimiento, ningún gesto de dolor, ningún indicio de perdón... Nada. En los ojos de esas dos personas, no se podía distinguir siquiera un pequeño gesto de humanidad hacia los humillados.
— ¡¿Cómo pudieron hacer algo tan repulsivo como esto?! ¡Esto es una humillación, una aberración que debe ser arreglada por nosotros!
El Alfa quiso pelear por su Omega, quiso levantarse a defender a aquel al que le había entregado su corazón y su persona, pero no pudo más que retorcerse por el dolor que sentía en su cuerpo.
Siempre había sido débil ante su padre. No podía recordar siquiera una vez en la que se hubiese enfrentado a aquel imponente Alfa causante de sus pesadillas. Jamás pudo contra la mirada tan penetrante de ese señor que lastimosamente era su padre.
El jadeo que soltó el Alfa al ser nuevamente golpeado, hizo chillar al Omega, no pudiendo hacer más que aumentar un poco su aroma para intentar ayudar a su pareja. Se aferró con fuerza a su cuerpo cuando vio al Alfa mayor dirigirse hacia él.
Durante todo ese tiempo de maltrato y humillación, el Omega no había emitido ninguna queja o chillido, tratando de no alarmar ni desesperar a su Alfa, cosa que irritaba al Alfa mayor. Lo único que había logrado escuchar era un chillido cuando lastimaba a su hijo. Y no estaba conforme con eso. Quería verlo llorar, quería verlo retorcerse del dolor por haber destrozado a su perfecta familia.
Y lo hizo.
Golpeó en el lugar que menos imaginaba, el Omega protegería con toda su fuerza.
Su vientre.
El chillido del Omega fue suficiente para hacer levantar al Alfa menor. Miedo, terror y preocupación se percibía en ese aroma antes dulce. Su lobo gruñó fuertemente, se sentía débil, se sentía humillado y todo...
Pero aún así defendería la integridad de ese pequeño Omega del cual estaba tan enamorado que no había dudado al momento de escogerlo como suyo, de marcarlo...
De dejar un pedazo de ambos en el vientre del Omega, que ahora intentaba proteger a toda costa la vida de ese pequeño pedacito de ambos que crecía en su interior.
Se amaban, nadie podría cambiar eso. Nadie podría impedir el hecho de que se pertenecían.