Capítulo 4. El beso

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Era una noche fría de invierno, recuerdo que había llegado a casa de trabajar y de repente escuché como me llegaba un mensaje al teléfono, y sí, era aquel chico otra vez.
Me preguntaba que que estaba haciendo, típica frase para poder entablar conversación, a lo que yo enseguida le contesté que pronto me iba a acostar ya que andaba un poco cansada, y así empezamos a conversar un poco más.
Él me contaba que estaba cenando con su familia, ya que era el aniversario de sus padres y lo estaba celebrando con ellos, ese día parecía bastante hablador.
- ¿Por qué no esperas a que termine la cena y me paso por tu casa a verte se atrevió a preguntar?
A lo que yo le respondí:
- sí claro, ¿por qué no?, aquí estaré.
Cada segundo que iba pasando mientras lo esperaba, a decir verdad, me iba poniendo más nerviosa. Ya no parecía que fuera a ser como los típicos encuentros de amigos que habíamos tenido y eso cada vez me inquietaba cada vez más.
Entre esperas de incertidumbre, allí estaba, llamando al timbre.
Yo vivía en un piso, así que abrí rapidamente la puerta y mientras subía las escaleras, corriendo
me situé en la cocina antes de que pudiese llegar, pues estaba muy nerviosa  y pensé,
-haré como que estaba haciendo algo aquí, así parecerá que estaba ocupada y no esperándolo a él.
Ya, suena un tanto ridículo cuando lo pienso, pero no me juzguéis, mi reacción simplemente fue esa por puro nerviosismo.
Y sin más espera, se acercó a la cocina.
Sin hablar, ni decir nada, comencé a sentir sus manos que me giraban hacia él suavemente,
su boca cada vez estaba más cerca de la mía y sí, nos empezamos a besar.
Como sacado de una p* película vaya.
En fín, después de eso, él quería quedarse un poco más y así seguir un poco más con todo aquello.
Y aquí llegó mi excusa,
-lo siento, me duele mucho la barriga, creo que no me encuentro muy bien, ¿que tal si quedamos otro día?, además es un poco tarde y mi amigo duerme en la habitación de aquí al lado, podría escucharnos y no estoy del todo cómoda.
Posiblemente era una excusa bastante mala y también quizás una pequeña mentirijilla que le había contado para que se marchara, pero a decir verdad no sentía que era el momento para mí, fuese por lo que fuese.
Así que prosiguió a irse.

El poder de amarse a uno mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora