Capítulo 11. El día temido

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Y llegó aquel día tan temido para mí, lo recuerdo incluso como si hubiese pasado ayer, su cara al entrar a casa, después de llegar de su trabajo, diciéndome tenemos que hablar, con esa mirada agachada y yo un tanto asustada, por lo que me diría.
A lo que se dispuso a sentarse y hablar, quería que nos diésemos un tiempo, su cabeza estaba confundida y necesitaba alejarse de mí para saber lo que sentía, a lo que me pidió que fuese a casa de unos amigos mientras, para él poder aclararse y decidir si seguir conmigo o no.
Sin duda, fue un momento muy doloro para mí y recuerdo que entre llantos y suplicas para que cambiase de opinión, sin entender nada, él se mantenía firme ante aquella decisión. Totalmente, me sentía en una pesadilla de la que quería despertar, entre gritos de aquel dolor que sentía mi corazón.
Con casi apenas poder abrir los ojos, entre tantas lágrimas sin control que habían salido de ellos, llame a mis amigos, para poder explicarles lo sucedido, ellos sin pensarlo me dijeron que fuese a su casa, donde me quedaría ante lo ocurrido.
Recuerdo lo poco que me gustaba aquella idea, pues para mí ya nada tenía sentido, mi corazón estaba herido.
Ese día, la verdad que no conseguí tener valor para coger mis cosas y marcharme, él al verme así, me dijo que me quedara a dormir, hasta que por la mañana estuviese más tranquila para hacer todo aquello, a lo que enseguida acepté, pues en mi estado sinceramente, no encontraba ninguna fuerza para poder levantarme e irme, verdaderamente no me encontraba preparada para afrontar con realidad todo aquello.
Pasamos la noche juntos, recuerdo que ni hablamos y que solo me dispuse a abrazarle, hasta quedarme dormida.
A la mañana siguente, yo estaba algo más tranquila y comencé a hacer las maletas, entre miradas tristes, intenté aceptar que necesitaba un tiempo para pensar, el cual yo, estaba dispuesta a que se lo iba a dar.
Llegué a casa de mis amigos, me sentía totalmente perdida y realmente no podía dejar de llorar, no tenía apetito, no podía dormir, no tenía fuerzas para nada, ni si quiera para existir, pues me esperaría una semana muy larga, a las expensas de una contestación de parte de él.
Los días cada vez se hacían más largos y aquella incertidumbre me estaba ahogando, en mitad de todo aquello intenté hablar con él desesperadamente en alguna ocasión, para saber algo, él no quería que mantuviésemos contacto mientras tanto y eso me producía más ansiedad.
Pasó la semana y él no hablaba, a lo que volví a escribirle para saber algo, realmente decía que no lo tenía claro, pidiéndome así unos días más, yo ante tanta incertidumbre me venía más abajo, aunque de nuevo acepté.
A medida que pasaban los días mi mente cansada de esperar, volvió a escribirle, diciéndole que no podía aguantar más con aquella situación tan amarga y que prefería tener aquella respuesta ya, ya que aquello cada vez me estaba destrozando
más. Si realmente tenía que pensarlo tanto, quizás no había nada más que pensar.

El poder de amarse a uno mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora