Capítulo 9. Montaña rusa

11 0 0
                                    

A medida de que la relación iba avanzando, aunque todo me pareciera tan mágico, sin darme cuenta, yo me estaba metiendo cada vez más en sus pensamientos, pues era como si realmente pensara con su cabeza, en lugar de con la mía, quizás porque así pensaba que él estaría más orgulloso de mí, porque como ya he comentado en capítulos anteriores, habían formas mías de pensar, que no compartía tanto y por alguna razón, llegué a pensar que era yo la que no lo veía y hacía mal las cosas, hasta que poco a poco me lo creí tanto, que me olvidé por completo de mí y de mis pensamientos y empecé a convertirme más en lo que era él.
Ya sé que no tiene sentido nada de lo que estoy diciendo ahora, pues nadie tiene que cambiar por nadie y todo el mundo tiene su propio pensamiento, pero solo puedo decir que me sentía tan enamorada de él, que yo tampoco me estaba dando cuenta de todo esto. Era mi primer amor y él ya había tenido más relaciones, era más mayor, se suponía que el entendía más de todo esto, o al menos eso me decía cuando se enfada conmigo por hacer algo que no le agradaba o no entraba en su forma de pensar.
Las discusiones iban entrando en nuestra convivencia, por cosas incluso absurdas y yo me iba sintiendo cada vez menos yo, como podéis ver, pero tampoco era algo que en ese momento me importara o estaba viendo.
Mi vida giraba completamente entorno a él, pues tal vez nos habíamos acostumbrado a vivir así. Tenía esa sensación que sientes como cuando subes a esa montaña rusa, lo mismo estábamos arriba, que lo mismo bajábamos a unos 1000 por horas, todo ese cúmulo de emociones cada vez agotaban más, pero por un momento sentía que no podía bajar de allí, tal vez porque inconscientemente esa adrenalina en realidad me gustaba.
Cada vez habían menos cosas buenas en él, pues yo sentía que su forma de tratarme cada vez era peor, pero ya habíamos entrado en ese juego de si tú no puedes, yo tampoco, así que también se estaba convirtiendo en aquel haber quien puede más.
Recuerdo que había momentos en los que discutíamos y yo me sentía fatal, mi reacción cuando estoy así es llorar, algo que no puedo controlar, ni quiero. Cuanto más pasaba esto, más desprecios recibía por parte de él, pues ya ni sentía compasión, al revés, me decía que estaba cansado y que siempre estaba igual, y eso a mí me hacía sentir peor aún, así que si lo tenía que hacer lo hacía a escondidas, para que no le pudiese molestar.
Cada vez más rota, intentaba buscar esa explicación de porque me trataba así, no llegaba a entender lo que estaba pasando en ese momento, para que todo hubiese cambiado tanto y él se comportara así, pero quizás él ya era así siempre, solo que yo lo había idealizado demasiado.
Las discusiones y faltas de respetos cada vez iban a más, las mentiras formaban ya parte de él, como algo normal. Siempre que le pillaba alguna mentira, me decía que lo hacía para que no me enfadara, porque siempre estaba enfadada, totalmente yo estaba ya alterada siempre y cuando el gritaba yo gritaba más, ya no confiaba, ni me sentía bien. Mi cabeza estaba tan saturada de pensar, que ya solo me culpabilizaba, sin encontrar respuestas, pensando que algo habría echo para merecer eso.
Un día decidí ir a la psicóloga, pues yo estaba muy mal y una amiga ne acompañó, cogiéndome ella misma la cita, porque sinceramente yo no era muy capaz, a lo que también quiero añadir que yo realmente lo que quería es ir a terapia de pareja con él, para intentar arreglar todo aquello, cosa que se negó a hacer.
En fin, sinceramente porque vayas una vez a terapia no significa que vayas a salir del todo bien de allí y yo, como ya he dicho, lo que quería no era solo terapia para mí, entonces a lo que me dediqué en esa charla fue a excusar su actitud y a decir que yo solo quería que fuese todo igual que antes, sinceramente no me imaginaba  una vida sin él.
Cuando llegué a casa le comenté lo hablado, diciéndole que me había dicho que para arreglar todo aquello, lo primero que tenía que hacer era venir a terapia conmigo y poner de su parte, a lo que se negó, porque según él, la que tenía el problema era yo.
Cansada de intentarlo y de recibir daños por su parte, ya no sabía de donde sacar fuerzas. Los dos nos habíamos convertido ya en algo muy tóxico, yo ya no tenía autoestima, ni me valoraba, ni me quedaba nada de las pocas cosas que no se deberían de perder. Ya lo había intentado todo, incluso ya ni entraba en discusiones cuando me decía algo, nunca ya le decía nada para no comenzar una bronca, utilicé un poco la indiferencia y tampoco sirvió. Parecía que mientras mas vulnerable me veía ante él, peor se comportaba.
Mi cabeza estaba tan confundida, que no sabía como salir de todo aquello, buscando una respuesta de un amor, que ya no era amor.

El poder de amarse a uno mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora