•Capítulo 43•

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*Último día de instituto*

–¡No, ahí no va!– grité.

Ya no me gusta ser organizadora de la graduación.

–Ahí– señaló Cassidy.

Me senté en una silla y miré el techo.

–Faltan más luces– murmuré.

Miré a Cassidy y ella rió.

–Liss, tranquila– murmuró– No te alteres.

Asentí y terminamos luego de casi 10 horas.

–Al fin– salimos del instituto.

–Vamos, Alexander nos llevará– habló Cassidy.

Asentí y salimos, Alexander nos estaba esperando en su auto y nos vió.

–Al fin– gritó.

Reímos y subimos al auto, me dejaron en mi casa y entré.

–¿Y esto?– pregunté.

–Tu vestido, está listo– mana sacó una caja– Yo misma lo diseñé.

De seda, largo, rojo, con una abertura en al pierna, escote muy bonito y brillante.

–Me encanta– la abracé– Gracias gracias.

Me abrazó.

–Para esto quería tus medidas– se separó del abrazo.

Es cierto, hace tres días me pidió mis medidas muy apurada y me dijo que era para una modelo que tenía mis medidas y ya.

–Está precioso mami– agarré el vestido.

–Bueno, ahora iré a dormir, el vestido de tu hija no se hace solo– murmuró.

Reí y se fue.

–Hola papi– saludé al verlo llegar.

–Chiquitina– saludó.

–Mira, mamá lo hizo– le enseñé el vestido.

–Está hermoso– sonrió– Yo también te tengo un regalo.

Lo miré y sacó unas llaves de una camioneta.

–No puede ser– murmuré sorprendida.

–Es tu propia camioneta– grité de alegría y lo abracé.

–Gracias– sonreí.

Me separé y tomé las llaves.

–¿Puedo ir a dar una vuelta?– pregunté.

Asintió.

–Con cuidado– asentí.

Salí de la casa y ví la camioneta negra, por dentro tenía algunos detalles dorados, efectivamente eran oro puro.

–Wow– murmuré.

Subí y ví una caja.

–¿Y esto?– pregunté.

La abrí y había una carta, abrí la carta y la leí.

–Mi amor, te espero en el parque dónde te traje la vez pasada, atentamente, Cameron– leí.

Sonreí y prendí la camioneta, manejé y llegué al estacionamiento, dejé la camioneta estacionada y bajé, caminé hacia el parque y busqué a Cameron, ví una luces bonitas y un arco de rosas, había un corazón formado con pétalos de rosa en el piso y me acerqué.

–¿Amor?– pregunté.

–Hola– apareció.

Sonreí y me dió un beso.

Más que un juegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora