IV

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4. Perdóname.

Bastian

Habían pasado muchas cosas desde la última vez que había visto a Jade. Aunque aún la soñaba y algunas mañanas juraba percibir el aroma de su perfume en la celda, la verdad es que había empezado a olvidar pequeños detalles.

Me preguntaba constantemente cómo estaría, cómo luciría. ¿Si ella estuviese en una silla frente a mi, acaso me dejaría cortar su cabello como en los viejos tiempos? o si siquiera yo recordaría cómo hacerlo. Me preguntaba si mis pies aún seguirían el ritmo de los suyos o si pensaba en mi cuando veía las estrellas.

Era doloroso y nunca dolía un poco menos, pero supongo que aprendía a cómo lidiar con ese dolor día tras día.

Jade, mi Jade.

Cierro los ojos y suspiro profundamente tratando de que mi cerebro vuele rápidamente a cualquier otra cosa que no esté relacionada con ella, pero era estúpidamente imposible porque toda mi vida estuve relacionado con ella.

Un toque en mi hombro me sobresalta y de inmediato le hago una llave a quien sea que seguramente venía a buscar problemas. Al ver el cabello rubio de mi amigo lo suelto y niego con la cabeza.

— Eh, que para la próxima mejor no me acerco – Kayden se lleva una mano al pecho con dramatismo y yo rodeó mis ojos.

– Me he cagado del susto imbecil — Suelto echándole la culpa.

– Solo venía a cerciorarme de que no agarraras algo punzante y te hicieras daño con esa depresión que te cargas – Espeta con una pizca de sarcasmo, uno bastante agrio.

Sabía que intentaba ayudarme y sé lo agradecía infinitamente, gracias a él he podido sobrevivir a este lugar y gracias a él mi vida aquí no es tan mala. Pero después de confesarle en una noche de confesiones mi vida entera digamos que no me habían quedado ganas de hablar más del tema, sin embargo el parecía no poder olvidar una sola palabra.

– Pensabas en ella ¿No es así? – Arquea su ceja izquierda y me observa con empatía.

Yo no respondo a eso y solo comienzo a caminar hacia el patio de la cárcel, después de todo tenía que aprovechar el poco tiempo que me quedaba de receso.

– No le des con el temita – Digo tosco.

– Es que mira – Acelera el paso quedando justo a mi costado – tú te has vuelto muy pesimista desde que te dijeron que no habían pruebas suficientes y lo entiendo, pero tu caso no lo han cerrado y todo indica que saldrás más rápido de lo que tú piensas.

Chasqueó la lengua y niego con la cabeza ante sus palabras, el sabor amargo de la falsa esperanza no me gustaba.

– Si, eso pensé la primera vez, pensé que saldría máximo en 3 meses al comprobar toda la mierda que mis hermanas y yo pasamos nuestra vida entera. Pero para los investigadores es mucho más fácil lavarse las manos antes de ensuciar el nombre de un agente de los suyos – Kayden resopla y va a volver a hablar pero es interrumpido por la deteriorada campana que apenas cumplía su función.

– ¡Hora de entrar! ¡Vamos, muévanse! – Los guardias comienzan a llevar a los reclutados a los adentros de la cárcel, algunos requieren más fuerza y otros se mueven por voluntad propia.

Kayden y yo nos movemos casi como robots hacia nuestra celda. El camino se hace algo largo como siempre debido a la inspección rutinaria que hacen antes de entrar a las celdas para verificar que no llevemos nada que represente un peligro, pero luego de aquello estamos nuevamente tras las rejas.

El silencio reina entre nosotros pese al ruido de metal contra metal cada vez más lejano que significa que aún cierran algunas celdas al final del pasillo. No obstante con Kayden el silencio no es una opción en absoluto por eso se que este momento de "paz" no ha hecho más que llegar a su fin.

InmoralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora