III

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3. Peor que el mío.

15 de Diciembre de 2005

Actualidad

Jade

Por supuesto que ella me odiaba. Lo sabía por la manera en la que me veía desde que atravesé la puerta de aquel opaco cuarto blanco, podía sentir su mirada quemándome de pies a cabeza, aún así caminé hacia ella y me agaché para estar prácticamente a su altura.

– ¿Como te encuentras hoy? – Pregunto suavemente.

Quiero abrazarla y decirle cuánto la amo, cuánto la he extrañado estos meses y lo orgullosa que estoy de ella por su avance estos últimos meses.

– ¿Que te importa? Ni siquiera sé que haces aquí – Escupe con odio, sostengo una de sus manos tratando de alivianar el ambiente pero ella se zafa de mi agarre.

– Estoy aquí porque me importas, siempre me has importado y lo sabes – Ella niega rotundamente y sus ojos ámbar como los de Bastian me atraviesan el alma.

Esta renovada, se ve más sana y ha ganado más peso durante este tiempo. Es visible el buen impacto que el traerla aquí ha tenido en ella, donde la pueden ayudar.

Aún así ella me odia y eso no para de rondar por mi cabeza, sin embargo la mantengo en alto porque no puedo hacerle ver que me afecta o que su rechazo me debilita un poco más en cada visita.

– ¿Lo se? ¡Solo te importa salvar tu trasero Jade! ¡Destrozaste lo poco que teníamos! ¡Tú terminaste de arruinar la familia! – Cuando su grito llega a mis tímpanos me alejo un poco porque estar cerca de ella solo la alteraba más.

Me da la espalda dándole vuelta a su silla de ruedas y yo me quedo estática en mi lugar, tomo una larga respiración. No obstante no digo nada porque no sé qué decir, puedo explicarle todo de nuevo pero se que será en vano así que espero a que vuelva a hablar.

– Nunca te importé, no pensaste en mi cuando llamaste a la policía – La escucho decir entre diéntes – Tampoco pensaste el daño que le causarías a Bastian.

Y aunque yo nunca llame, eso es algo que ella no sabe y que no vale la pena aclarar. Para ella todo es mi culpa porque ella me vio dar mi testimonio a la policía en plena escena del crimen.

– Yo los amo...

– Tú, tú, tú y siempre tú. Tú y tu idea de la libertad que necesitabas, quieres justificarte siempre con esa mierda – Su voz se quiebra pero no me mira – ¿A que costo? Oh si, a costo de la libertad de tus hermanos.

– Era por tu bien, era para poder darte todo lo que tienes ahora – Siseo entre dientes.

– No tengo nada Jade, absolutamente nada, ni a nadie. Porque por si no te habías dado cuenta tú moriste para mi el día que papá murió, vete. – Cada palabra es como una puñalada en el pecho que me va quitando de a poco la respiración.

– Piensa...

– ¡Dije que te vayas! ¡¿Que parte de que no te quiero ver no te queda claro?! ¡Vete! ¡Vete! – Sus gritos resuenan por las paredes que nos rodean y las enfermeras no tardan en llegar para ver qué ocurre.

Quiero acercarme pero sé que voy a empeorar las cosas, quiero consolarla, calmarla, pero mis pies están pegados al suelo y mi corazón roto al saber que amarla no hará que ella lo haga de vuelta. Ella sabe que me importa pero eso no es suficiente, no desde que el odio la cegó.

– Señorita creo que lo mejor es que se retire – La chica me ve con semblante de lástima y yo solo asiento en respuesta.

– Está bien, como siempre estaré al pendiente – Le hago saber.

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