XIII

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13. Calor.

Jade

Yo hubiera caído tiesa de no ser porque me repetí mentalmente que debía mantener el equilibrio. Sus palabras no pasan desapercibidas en absoluto en lo que a mi corazón corresponde, pero mi cerebro aún trata de procesarlo, asimilarlo, hacer algo con esa información.

Irónicamente había llegado hasta acá para hacer las paces con el, buscando alivianar el ambiente y que el me demostrara cómo vivir con aquel sentimiento de culpabilidad y de atracción al mismo tiempo. Pero últimamente con Bastian me sentía que daba un paso y retrocedía dos, y la manera en la que nos comunicábamos no era la misma de antes, como si ambos nos limitáramos al hablar, al actuar, a todo.

En vez de deshacer el nudo que había entre nosotros, más nos enredábamos.

– ¿Ves? Decirlo en voz alta asusta, se vuelve realidad – Se deja caer en el sofá, como si se encontrase rendido.

Yo aún estoy algo estática.

– No he descubierto "la solución" – Hace comillas con sus dedos – Mi amor por ti solo evoluciona y no sé como hacerlo retroceder, por eso necesito de tu parte – Abro mi boca para decir algo, pero estoy en blanco. – Te dije que no te besaría o haría algo similar, y pienso mantener mi palabra Jade, por tu bien.

– Tengo miedo – Las palabras salen de mi boca sin pensarlo dos veces. Es todo lo que mi mente grita – ¿Y si no puedo hacer mi vida con alguien por mis sentimientos hacia ti?

– No sucederá, eres magnífica y hermosa. Hasta un ciego podría notarlo – Inevitablemente siento mis mejillas arder ligeramente (o no tan ligeramente).

– Lo dices porque me quieres – Le resto importancia sacudiendo mi mano.

– Lo digo porque es verdad.

– No es como que hayas estado rodeado de mujeres todo este tiempo – Murmuro.

Agacha su cabeza y la tristeza que refleja cuando sonríe, me hace querer abrazarlo y decirle que todo está bien.

– Supongo que tienes razón – Carraspea su garganta y palmea el sofá invitándome a sentar nuevamente.

Incapaz de negarme, tomó asiento a su lado y dejó caer mi cabeza en su hombro.

– Ni las muchachas de las revistas, ni las chicas que he visto en mis escasos dos días de libertad, ni ninguna tiene lo que tú – Me encuentro sonriendo ante sus palabras.

– Gracias – Susurró sintiéndome halagada.

No pasamos mucho tiempo en silencio cuando vuelvo a hablar.

– ¿Bastian? – Lo llamo.

– ¿Si?

– ¿Estamos bien?

– Estamos bien, Jade.

No quiero que se levante ni yo quiero levantarme de aquel sofá. Temía que como continuáramos así, nuestro lazo se rompiera  o algo cambiará permanentemente, por eso cierro mis ojos por un tiempo indeterminado esperando que el instante sea eterno.

Unas pisadas aproximándose me hacen maldecir internamente pero no nos movemos. Daniela aparece en nuestro campo de visión luciendo apenada una vez que ambos levantamos nuestras cabezas.

– Ya me iba, disculpen la molestia – Yo le restó importancia con una mano, pero Bastian se levanta del sofá.

Casi me hundo cuando lo hace.

– Te acompaño hasta la salida – Se ofrece, mi cabeza se gira tan rápido que por poco me rompo el cuello.

– ¡No es necesario! – Se apresura a decir y yo internamente le doy la razón.

InmoralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora