xxii.

221 29 0
                                    

—al fin llegas ¿dónde estabas?

—arreglando unos asuntos.

—¿nada de lo que deba preocuparme?

—no, sunghoon. solo estaba con unos amigos ¿no me dejarás tener amigos? —mientras hablaba, heeseung se acercó y le rodeó la cintura.

estaban tras la escuela, pero no en los estacionamientos, sino al lado, cuidando de no ser vistos.

—exageré, lo siento.

—te extrañé.

heeseung llevó sus labios despacio hasta los de sunghoon, juntó ambas bocas lento y se quedó ahí. un beso inocente y suave que solo duró un par de segundos.

—hoy en la tarde llegaron los muebles y tú prometiste que sabías armarlos. —sunghoon no quería sonar así de meloso pero lo hizo.

—vas a presenciar al mejor armador del mundo.

[...]

—diablos, esta tabla no va aquí... ¿dónde mierda está el martillo?

sunghoon rió con fuerza.

heeseung había resultado ser un buen armador, pero en el proceso era demasiado divertido. refunfuñaba por todo y tenía aquella divertida mueca de concentración.

—amor, no estás ayudando, busca el martillo.

—está junto a tu mano.

—¿qué? —heeseung observó hasta que lo vio. —ah, gracias, bebé.

sunghoon era el encargado de posicionar los muebles cuando estos estaban listos. faltaban solo un par de cosas simples de madera. la habitación de sunghoon tenía lo básico, aunque le faltaba un televisor. decidió dejar las paredes del color que ya tenían, no le gustaba pintar de todos modos.

—jodidos tornillos que se me sueltan...

dejó por un momento a heeseung con su eterna pelea contra los muebles, y se paseó un rato por su nuevo hogar. en su mente pudo verse a sí mismo en el lugar que se sentía vacío, pero luego se aseguraría de que se sintiera como un hogar. tal como soobin se había sentido al ver a su esposa.

—¡terminé otro, sunghoon!

luego de asentir para sí mismo, caminó hacia heeseung.

—por fin.

—no te veo ayudando... maldita sea, el maldito martillo...

—junto a tu mano.

una mirada de heeseung bastó para encontrarlo. —gracias, eres el mejor.

—y tú estás ciego.

sunghoon se arrodilló en el suelo y le quitó el martillo de las manos, dejándolo a un lado.

—hiciste mucho por hoy.

—¿merezco un premio?

heeseung le sonrió coqueto, acercándose para dejar cortos besos en las mejillas de sunghoon.

—¿cuándo te volviste tan meloso?

—déjame pensarlo... ¿cuándo fue que llegaste a la escuela?

intentando apagar la cálida y algo agobiante sensación en su estómago, sunghoon atrajo a heeseung por el cuello para besarlo, sin tardar mucho en enredar sus lenguas juntas.

besar a heeseung debía ser uno de aquellos placeres que tanto leyó. de esos donde describían el placer que obligaba a tus dedos a aferrarse con fuerza a lo primero que encontraran, tal como hacía ahora.

—me gustas mucho. —le susurró entre besos, sin una razón concreta.

—¿qué tanto?

—abusas.

heeseung comenzó a reír por lo que continuar besándose no fue posible.

—vamos a tu casa.

—¡al fin lo entiendes!

[...]

—¿podemos quedarnos hoy?

heeseung se aferraba con fuerza a la espalda de sunghoon. levantarse era un dilema cada día.

—no, vamos. arriba, heeseung.

—todos los malditos días lo mismo. —refunfuñó.

—sorpréndeme entonces. —ofreció poniéndose de espaldas en la cama.

heeseung se tornó serio por un momento, antes de meter la cabeza bajo las mantas y a diferencia de todos los pecaminosos pensamientos de sunghoon, heeseung solo se aferró a su cuerpo bajo las mantas.

—¡a esta la llamo la llave no iremos a la escuela! —le gritó aún aferrado a su cuerpo.

[...]

—te dejé ganar.

—ajá.

—de verdad lo hice.

—no estoy diciendo nada.

sunghoon sonrió. ambos caminaban por los pasillos de la escuela, sus manos rozándose pero no entrelazadas.

—te veo...

—al final del día. —completó heeseung.

sus caminos se separaron en cuanto sunghoon entró al despacho de soobin.

—¿una buena mañana? —le preguntó soobin en cuanto entró al lugar, estaba escribiendo concentrado en su laptop.

—¿por qué lo preguntas?

—por tu sonrisa.

—es mi sonrisa de siempre...

—¿y cómo está heeseung?

—está bien, pronto entrará a su clase. —segundos después, sunghoon se detuvo y analizó lo que dijo. soobin sonreía de oreja a oreja observándolo. —usar la psicología conmigo fue un movimiento bajo.

—nada ilegal.

sunghoon rodó los ojos y se dejó caer en el asiento frente al escritorio de soobin.

—no te pongas cómodo, tienes papeles que ordenar.

al salir al receso, minji lo esperaba con un paquete de frituras para cada uno.

—¿es un día especial? —le preguntó mientras tomaba el paquete.

—nop, pero un regalo no hace mal a nadie. ¿cómo vas con heeseung?

—bien. quizás demasiado bien.

─no seas pesimista. —ella le golpeó el hombro con su usual brutalidad para luego seguir caminando.

—no es eso, es mi primer... algo con alguien, es obvio y natural que esté algo asustado.

—dile que sea tu novio. —dijo ella de pronto.

sunghoon se atragantó un poco.

—¿p-para qué?

—sabes que quieres.

minji siempre sabía qué decirle, realmente era la mejor (y única) amiga del mundo.

eterno › heehoon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora