Aemond volvió al anochecer con la ropa sucia llena de sangre y su cabello lleno de cenizas, tras él estaba Criston Cole y Ser Arrik.
- Llevenlo a nuestros aposentos reales - dijo Aemond.
Ambos hombres obedecieron y soltaron sus muñecas. Daemon realmente quería golpearlos y salir corriendo ¿pero de que servía? Probablemente fuera estaba lleno de guardias que servían a Aemond y no estaba armado, lo atraparían antes de llegar a Caraxes.
Fue arrastrado hasta sus aposentos reales y tras ellos iba Aemond, lucía pensativo mientras jugueteaba con la daga en su mano.
Daemon no se sorprendió cuando encontró una larga cadena en la habitación, sujeta a la pared. Sería imposible sacar eso de su mano, fue encadenado a la pared en cuanto se le permitió limpiarse y hacer todas sus necesidades.
Aemond en cambio se dio un baño y se colocó una nueva muda, toda pulcra como siempre. Daemon lo miró todo el tiempo mientras él menor rebuscaba entre sus cosas y luego ataba su cabello en una media coleta.
- ¿Pensarás tenerme aquí toda la vida? - Daemon dijo.
Aemond suspiró pesadamente. - Tengo otros planes para ti.
Daemon lo miró con odio retenido. - ¿Me matarás como a Rhaenyra?
Una sonrisa se dibujo en los labios de Aemond irritando más a Daemon. - Para ti, la muerte es un regalo ahora, esposo. Para mala suerte tuya, no me siento un Rey misericordioso ahora.
Daemon se mantuvo en silencio.
- Tengo otros usos que puedo darle a tu cuerpo a parte de ser comida para mi dragón - Aemond se sentó en su cama mirando al mayor encadenado.
Daemon bufó molesto.
Un tintineo se escuchó cuando desenvaionó la daga que siempre colgaba de su cintura, tan afilda y con piedras preciosas incrustadas en el mangillo. Aemond admiró el filo de la daga a la luz de las velas brillando, se acercó hasta cortar la tela que cubría el pecho y torso de Daemon dejándolo expuesto. La camisa quedó bajo suyo hecha pedazos pero Daemon no se inmutó.
Aemond rozó la llema de sus dedos trazando las pequeñas cicatrices de batalla que decoraban la piel blanca de Daemon, aún con todas aquellas marcas Aemond lo encontró hermoso.
Daemon se relajó ante su toque.
Los ojos de Aemond brillaron con picardía mientras volvía a tomar la daga en su mano y trazaba la piel lo suficientemente suave para no cortar, la frialdad de la hoja contra su piel hizo estremecer al mayor bajo el toque.
Daemon gimió apretando su mandíbula cuando Aemond hundió la daga sobre su piel finalmente cortando, arrastró por su piel el filo de la daga deleitandose con el color escarlata de su sangre que aparecía cuando cortaba una nueva línea.
- Se sintió bien llevarte - susurró Aemond con los ojos fijos en su sangre - Ahora sentirás lo que es llevarme.
- No - dijo de inmediato Daemon sabiendo perfectamente a lo que se refería.
Aemond se permitió elevar la mirada para poder verlo a los ojos y sonrió - No te estoy pidiendo permiso, querido esposo.
- No.... - volvió a repetir molesto luchando por no gemir de dolor.
Aemond tarareó y clavó de nuevo la cuchilla en su pecho ensangrentado. - Es tu deber como mi consorte dejarme tomarte cada que quiera.
- No soy una jodida mujer...
- ¿Y yo si? Me tomaste como a una y es tu turno ahora.
Aemond enterró sus dedos con sus uñas cortas en el pecho ensangrentado de Daemon, esta vez el mayor gimió adolorido cerrando sus ojos. Aemond sonrió y se limpió los dedos ensangrentados en la camisa deshecha a su lado.
- Lo siento...
- ¿Lo sientes? ¿Es lo único que dirás luego de lo que me hiciste? - Gruñó tomándolo de la mandíbula lo suficientemente fuerte para lastimar.
- Lo siento por todo, realmente lo hago.
Aemond se burló enterrando sus uñas en la piel - No juegues conmigo Daemon. Lo único que te mantiene con vida soy yo, en algún momento te mataré, te lo prometí y pienso cumplirlo.
- Realmente siento haberte engañado con Rhaenyra, dejarla embarazada, ayudarla a la conquista, seguir sus órdenes todo el tiempo.
- Cierra la boca, Daemon. - Aemond se alejó bruscamente como si tocar su piel quemara.
- Pero todo el tiempo que pasé contigo realmente me hizo replantearme las cosas, eres un buen rey, un buen esposo y estoy seguro que no te merezco, pero aquí estás conmigo, de nuevo.
Aemond suspiró desviando la mirada lejos de Daemon.
- Te amo - dijo Daemon.
Aemond se congeló por un segundo, hace tiempo deseaba haber escuchado estas palabras, las abría creído ciegamente, las anhelaba, era lo que más deseaba.
Su rostro se endureció. - Haré que un maestre revise tus heridas.
Aemond se levantó sin mirarlo y volvió a enfundar la daga y se colocó el parche en el ojo dispuesto a irse lo antes posible.
- Admite que me amas, de lo contrario me habrías matado hace mucho tiempo - dijo Daemon. - No estarías aquí conmigo, me amas.
Aemond lo miró y bufó molesto, giró sobre sus talones y finalmente dejó la habitación con un fuerte portazo.
Sus fuertes pasos resonaron por el pasillo hasta finalmente desaparecer. Fue de inmediato a visitar a Maestre para que fuese a revisar las heridas no tan graves que le había hecho a Daemon luego decidió ir por algo de aire, se sentía acalorado y necesitaba aclarar su mente.
Aemond se encontró con Cregan Stark al salir de la Fortaleza Roja, estaba en uno de los enormes jardines descansando bajo la luz de la luna mientras bebía algo de vino.
- No lo mataste ¿verdad? - preguntó Cregan cuando Aemond se dejó caer a su lado.
- No - dijo simplemente.
Cregan suspiró. - No puedes volver a darle el poder que tenía, no es de confianza.
- Lo sé - dijo Aemond mirando el cielo. - Pero no puedo matarlo, no puedo vivir sin él.
- Lo amas - Afirmó Cregan.
- Lo amo - dijo Aemond suspirando - No se que hacer con él.
- Puedes quedartelo, a nadie le importaría si el Rey tiene algo con que divertirse ¿no? Pero no puede volver a ser Rey consorte. Las casas, los Lords y tus aliados no lo aceptarían.
Aemond lo miró frunciendo el ceño.
- Daemon Targaryen es una deshora para ti, te traicionó de todas las formas posibles - Stark recalcó - Su castigo sería la muerte, estás siendo amable con él con el hecho de que siga vivo.
- ¿Que tratas de insinúar?
- Necesitas un nuevo consorte, un Rey o Reina, no importa pero Daemon no.
- Daemon no volverá a tener el poder que tenía sobre mi y todos - dijo Aemond suspirando derrotado.
- También necesitas una mano, ahora que lo pienso - Cregan dijo.
- Puedes ser mi mano, eres bueno en saber que cosas harán bien a mi y al reino - dijo Aemond.
Cregan sonrió - Estaría encantado. Pero solo hasta que todo este desorden termine, luego volveré a Winterfell.
Aemond sonrió - Deacuerdo, mi Lord Mano.
Cregan rodó los ojos - Pondremos orden en todo Westeros.
Cregan le ofreció un poco de vino y Aemond aceptó gustoso, luego ambos siguieron charlando sobre los cambios que harán para todos en los siete reinos.
ESTÁS LEYENDO
Dragon's Blood (Daemond)
FanfictionPor un segundo sus miradas se cruzaron y Aemond se estremeció de pies a cabeza, Daemon tenía el peligro escrito en su mirada pero el joven príncipe quería más que una simple mirada. O dónde Aemond se obsesiona con Daemon desde que lo vio por primera...