Capítulo 3

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EMMA

Estaba tan acostumbrada a que los tipos como Asher se rieran de mí en ese aspecto, que supe salir de él en un parpadeo.

—Claro, podemos contarnos nuestra vida, al fin y al cabo cuanto más me ayudes, más creíble va a ser.

—¿Y qué voy a sacar de beneficio en todo eso?

Su actitud no parecía incómoda, más bien dispuesta a conocer más aspectos de lo que le estaba presentando. Evité quedarme encajada en su media sonrisa de lado, o en el pelo con media melena que se abría en el centro. O en el modo en que echaba hacia atrás el pelo cuando se le posaba en la cara, apretando el brazo derecho y haciendo que todos sus músculos quedasen a la vista. Porque los tipos como Asher, además de no fijarse en tías como yo, tenían un imán de atracción y enamoramiento demasiado alto para mi blandito corazón.

—¿Tener una reputación de la hostia de buen amante?

Aunque no pareció convencerle mi alegato, se alejó de mi cuerpo y se sentó en la cama dejando un hueco que palmeó para que yo lo ocupara.

—No sé ni tu nombre y tú pareces conocerme demasiado, chica interesante.

—Emma. Emma Williams.

—Encantado de conocerte, Emma Williams —me tendió la mano que apreté sin pensarlo—. Yo soy Asher. Asher Parker.

Ambos nos reímos porque había utilizado las mismas palabras que yo.

—¿Te has adaptado bien a la universidad?

Su llegada había sido todo un revuelo de hormonas. Las chicas le habían dado una cálida bienvenida que él había sabido responder. Así que, sí, podía decirse que la reputación de Asher estaba muy bien trabajada.

—Vaya, creo que sabes más de mí de lo que me esperaba.

Volví a sentir los nervios tensar mi estómago.

Era una puta friki que escuchaba constantemente los cotilleos de las hermanas de la universidad. No es que yo los buscase, sino que ellos llegaban a mí y, como la vida tendía a ser un tanto aburrida, los escuchaba como forma de entretenerme.

—Sí, bueno...

—Es broma —cortó con una sonrisa verdadera, de esas de las que te hacen sentir cómoda.

Y es que Asher, en las distancias cortas, no parecía ese chico chulito que solía vestir con una gorra y aire de rompecorazones, sino que era empático y con un punto de humor.

»San Francisco y Yale son dos polos opuestos, sobre todo porque no conocéis el calor —ambos nos reímos porque en esos instantes se podía ver la nieve caer tras el cristal— pero me surgió la oportunidad de seguir estudiando a la vez que entrenando, y mi familia creyó que era lo mejor para mí.

—¿Tu familia? ¿No lo elegiste tú?

Resopló y dejó su cuerpo caer sobre el colchón, haciendo que la conversación fuera muy incómoda porque yo seguía rígida como una tabla.

—Creían que estaba demasiado desconectado y que necesitaba un cambio de aires. La universidad había rechazado darme una beca deportiva, pero las cosas cambiaron y mi madre y su marido lo vieron como la mejor de las oportunidades.

Algo en su tono melancólico me dijo que Asher escondía más de lo que su apariencia lucía. Apoyé el codo en la cama y reposé la cabeza sobre mi mano para que la conversación pudiera ser más cercana.

—¿No tienes una buena relación con ellos?

—Sí, aunque ahora es diferente. Él es un hombre de negocios y yo siempre he sido mucho más práctico. Cuando mis padres se separaron entendí que mi futuro se había ido por el retrete y comencé a trabajar en lo que fuese. Al llegar Liam a nuestras vidas, mi madre quiso que mis ilusiones volvieran a renacer, pero no es tan sencillo. Según mi madre él quiere lo mejor para mí, pero yo aún no me acostumbro a la idea de hacerle un sitio fijo en mi vida.

Volvió a suspirar y arrugó la frente como si, al traer a su memoria ciertos recuerdos, algo le pusiera de mal humor. Al final se encogió de hombros y giró el cuerpo para quedar frente a frente.

—Y tú, ¿qué estudias, quién eres, a qué dedicas tus ratos libres?

—Estudio ciencias basadas en la educación, me encantaría dar clase en un instituto.

El silbido de Asher me desconcentró de mi discurso.

—¿Qué pasa?

—Nada, solo que siempre he tenido una fantasía sexual con las profesoras

—¿Eras de los que se enamoraban de sus profesoras?

—He tenido más de un momento incómodo en clase, puede decirse que era un niño demasiado pasional.

No me quise imaginar, o bueno, sí lo hice, pero no quise decirle que sabía a lo que se estaba refiriendo porque me iba a poner roja como un tomate. ¿O ya era demasiado tarde?

—Espero no tener nunca esos momentos incómodos en mi clase.

—Será imposible. —Su mirada pasó por mi cuerpo, más detenidamente por mi delantera, que había caído hacia delante por culpa de la postura, hasta quedarse en mis caderas—. Los niños, y sus padres —matizó con un toque pasional— no podran quitarte los ojos de encima. Ciencias quedará en un segundo plano.

—Qué gracioso.

Quise quitarle importancia al halago que me había lanzado y es que mi corazón, el imbécil de él, se había alegrado. No había sido el único, porque una especie de cosquilleo se apoderó de mi estómago. No tenía quince años, ni era virgen, pero las palabras bonitas solo las recibía de los libros, y no iban dirigidas a mí. Nadie se fijaba en un cuerpo como el mío, ni soportaba un carácter tímido como el que poseía, menos un chico como Asher. Solo con pensarlo me sentí patética e incómoda, así que elevé mi cuerpo para finalizar la conversación, pero él tuvo otra idea. Sostuvo mi codo con su gran mano y así evitar que me marchara de su lado.

—Lo he dicho totalmente en serio. No estás dentro de mi cabeza como para juzgar si mis pensamientos son sinceros o no.

—Creo que huiría al segundo de estar en tu cabeza.

Y, aunque no quisiera, o aunque en realidad me muriera de ganas de seguir estando a su lado, creé una barrera para permitirme conocerle sin juzgar, simplemente para pasar el tiempo. Así fue como comenzamos una conversación de lo más entretenida que pasó por todos los puntos: desde sus aventuras probando el surf, hasta sus tiempos como jugador de fútbol. Incluso me atreví a contarle lo patética que había sido mi primera semana de universidad, donde me había roto dos dedos del pie izquierdo al confundir una piedra con una tortuga.

—Quise evitar pisarla, tropecé, me caí encima del pie y estuve escayolada dos meses. Después de eso me enteré de que no era un pobre animal, sino una piedra redonda.

Su mano seguía sobre mi brazo, había cambiado de sujetarme, a hacerme ligeras cosquillas con un camino ascendente y descendente. No me paré a pensar, o no en ese momento, lo íntimo que era ese simple movimiento, o que ya no estaba nerviosa por tener que hablar con él, lo único que quedó claro es que ambos estábamos tan cómodos lejos de la fiesta, que nos quedamos dormidos.


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Asher. Amor fingido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora