¿Mentiras piadosas?

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Ojos dorados.

Cuando mi madre murió, mientras mi padre andaba en viajes de negocios, tuve que hacerme cargo de mis hermanos, porque papá enviaba niñeras a la casa, pero ninguna soportaba más de una semana con nosotros, principalmente porque ellas no comprendían mi punto de vista de entonces; la idea de que había que disciplinar a los niños y no llenarlos de puro amor como piensan algunos. Además, Hakkai y Yuzuha parecían ponerse de acuerdo para sacarme de quicio; tenía que repetir las cosas muchas veces hasta que debía ponerles la mano encima para que comprendieran. Las últimas dos niñeras se fueron horrorizadas, la primera porque Hakkai derramó el jugo en la mesa y cuando le pregunté si lo había hecho a propósito se quedó en silencio. Entonces hubiese preferido que me enfrentara, pero no, simplemente bajó la cabeza y tuve que enderezársela de un golpe que le dejó sangrando la nariz. Intentaba enseñarles a ser fuertes.

Yuzuha aprendió algo más que Hakkai, aunque también tuve que hacer que se arrodillara ante la última niñera, por haberle dicho que era una molestia. Todo porque mi hermana no quiso salir de la habitación para guardar la ropa recién lavada. La obligué a que fuera y viniera desde su cuarto con la ropa, prenda por prenda, pero de rodillas, hasta que sus rodillas sangraron. La niñera amenazó con demandarnos a mi padre y a mí, pero mi padre le debe haber pagado para que no hiciera nada y como yo ya tenía once años, decidió que yo mismo cuidaría de los mas pequeños, algo que yo acepté con mucho gusto, porque el momento en que murió mi madre prometí que sería yo el que protegería a la familia Shiba.

	Aquella tarde, luego de haber hablado con Shinichiro Sano y después de ir a mi casa por ropa deportiva, me reuní con Zura en el parque, para hacer un poco de ejercicios

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Aquella tarde, luego de haber hablado con Shinichiro Sano y después de ir a mi casa por ropa deportiva, me reuní con Zura en el parque, para hacer un poco de ejercicios. Mientras él preparaba un cronómetro para los ejercicios, me puse a pensar que él era muy afortunado; veía a su padre todos los días, aunque fuera un momento y se notaba que el Sr. Fukuji los había educado muy bien, aunque yo hubiese sido mucho más duro con su hermana. Pero ya tenía dieciocho, poco se podía hacer, me explicaba de esa manera por qué ella tenía esa actitud rebelde y el que fuera amiga de los Black Dragon.

Estaba pensando en eso cuando Zura me preguntó cómo conocía a esos tipos.

—En la escuela a la que iba antes, había un tipo de ese grupo que solía golpear a un compañero para quitarle su dinero y... un día lo defendí y peleé con el tipo. Después llegó con un grupo de diez hombres a buscarme a la salida del colegio. Les dije que no quería pelear por pelear, pero no me escucharon. Tuve que ir a confesarme después de esa pelea.

—¿Los golpeaste a todos? —preguntó sorprendido Zura mientras yo hacía barra. Asentí y el pequeño amigo me miró sonriendo —Me gustaría ser tan fuerte como tú.

—Para eso estamos acá. — Luego de ponerse a hacer flexiones de brazos volvió a pararse a mi lado mientras yo seguía en la barra.

—Quería pedirte perdón por mi hermana, Taiju... desde que murió mamá ella dejó de ser una niña buena, como dice una tía. Empezó a juntarse con esos tipos y cambió mucho.

Taiju Shiba - Lecciones de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora