¿Sano?

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°°Ruki°°

Nunca le tuve miedo a Manjiro, lo había visto pelear un montón de veces y dejar inconscientes a muchos hombres incluso mucho más grandes que él, pero de alguna manera sabía que no sería capaz de hacerme daño.

Entré en el salón de lujo que tenía en su edificio de Bonten, era una sala donde solían esperar algunas personas muy importantes que harían negocios con él. Hacía calor y saqué un poco de agua para luego sentarme en el mullido sofá cerca de un ventanal enorme por el que se podía ver toda la ciudad desde el piso cincuenta. Sanzu se sirvió algo más fuerte y esperó de pie frente al ventanal, parecía enojado aún, aunque mientras me acompañó en el centro comercial, se mostró amable y hasta me ayudó a elegir la ropa que me pondría antes de llegar al edificio. La camiseta de Taiju la guardé en una cartera que me compré.

—¿Manjiro está en el edificio? —pregunté ya aburrida, no me gustaba estar ahí, porque sabía que hacían negocios extraños, turbios entre los negocios pantalla que tenían con empresas reales y llamémoslas «sanas». Sanzu habló mirándome sin ánimo, como si él también estuviera aburrido.

—Está en la sala principal, con unos hombres, haciendo negocios.

—Quiero irme. —dije poniéndome de pie para acercarme a la mesa en donde siempre había dulces frescos para Manjiro, los cuales eran exclusivamente suyos y nadie podía tocar. Miré la variedad y saqué uno de los dorayakis.

—Deja eso ahí, no toques, no son tuyos. —ordenó Sanzu.

—¿Con qué cara puedes ordenarme que no toque lo que no me pertenece? —Sonreí y le di un mordisco al dorayaki, estaba delicioso. —¿Quieres? —le pregunté con una sonrisa medio burlesca. Sanzu negó con la cabeza y dejó la copa en la mesa de los tragos. En ese momento vimos que se abrió la puerta del despacho. Salieron varios hombres vestidos con elegantes trajes oscuros. Sonreían mientras Manjiro los seguía desde atrás, también con semblante alegre. Cuando ellos estuvieron en la sala, Manjiro me vio, se detuvo en su caminar y miró mi mano con el dorayaki mientras yo le devolvía la mirada tranquila y seguía masticando. Todos me miraron medio asustados y miraron a Manjiro. Le di otra mordida al Dorayaki y Manjiro se acercó a mí lentamente con las manos en los bolsillos de su pantalón de siempre. Todos se alarmaron cuando estiró su mano para quitarme el dulce. Lo hizo sin forzar nada, luego le dio una mordida también y sin dejar de observarme ordenó a todos que se retiraran. El único que quedó ahí fue Sanzu.

—Tú también Sanzu. —dijo en calma. Sanzu solo hizo una pequeña reverencia y salió, vi que Manjiro lo siguió con la mirada hasta que desapareció cerrando la puerta tras él. Nos miramos un momento en silencio y luego de que él tragara lo que había comido del Dorayaki me devolvió el poquito que quedaba, me lo comí también mientras él no quitaba sus ojos de mí. Sentí su mano cálida en la mía y me llevó con él a su despacho, me dejó cerca de la puerta y cerró sin seguro.

—¿Dónde estabas? —interrogó mientras metía los brazos bajo los míos para acercarme a su cuerpo por la cintura. Sentí su perfume suave en mi nariz, en su cuello directamente y alcé y subí mis manos a su cuello.

—Hueles raro... —dijo despacio en mi oído.

—¿A qué?

—No lo sé, ¿Sanzu te dio una pastilla? —Me separé un poco de él para mirar su rostro, él aprovechó de ver el mío, estaba muy serio y subió una mano para quitar el cabello de mi cara.

—No... ¿Por qué?

—Hueles a esas pastillas que toma Sanzu... y a ropa nueva. ¿Dónde estabas?

—Me quedé en un hotel, salí a comprar algo de ropa y luego Sanzu me fue a secuestrar, él venía tomando pastillas en la limu.

—Ah... — Me soltó y fue a su escritorio, se sentó en su sillón y al parecer se puso a trabajar. Pasaron unos minutos y no decía nada, solo tecleaba concentrado en su portátil. Luego lo vi bostezar grande. Tomó el teléfono fijo que tenía a un costado y pidió un café cargado con azúcar y que le entraran los dulces. Yo seguía ahí de pie, vi entrar a la chica que le llevó el café, después de la autorización indiferente del dueño. Ella me miró de reojo con cara de asustada y salió.

Taiju Shiba - Lecciones de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora