♦ Descontrol ♦

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• • • • Ruki• • • • 

En ese momento lo odié, era como si supiera que yo no amaba a Manjiro y yo en cierto modo sabía que él no amaba a su esposa, de lo contrario no estaría ahí conmigo a punto de besarme. Sentí su aliento cerca de mi boca y me puse de pie en un segundo, con el corazón a mil, el calor aún en mis mejillas y pecho y respiré profundamente. Él se puso de pie también y me tomó por la muñeca, me volteó para que lo mirara y no alcancé a decirle que no, porque se agachó, me tomó por el cuello y me besó de manera brusca y desesperada, intenté resistirme, de verdad lo intenté... pero mi cuerpo ardía, por la fecha, por la luna, porque con Taiju siempre tuvimos aquella química que nos hacía volvernos locos al estar cerca.

Con rabia me colgué de su cuello y él me levantó por las piernas para casi azotar mi espalda en la pared de aquel cuartito. Su lengua seguía siendo la misma, suave y atrevida y sus manos y movimientos eran ahora más fuertes. Me bajó y a besos me empujó hacia el interior de aquella caseta semioscura, cerró la puerta y me levantó nuevamente, nuestros besos y jadeos sonaban descarados para ser algo secreto, pero no me importaba nada, en ese momento volvía a sentirme como una jovencita rebelde teniendo una vez más al chico de sus sueños. No me opuse cuando me sostuvo con una sola mano por mis nalgas y con la otra bajó mi vestido por la parte de arriba, dejando a su merced mis pechos desnudos, los cuales acarició. 

Por la forma en que resollaba, supe que estaba igual o más excitado que yo y eso me enloquecía más. Nada había cambiado en ese aspecto.

De un momento a otro me bajó y se arrodilló ante mí, metiendo sus manos enormes bajo mi vestido, enganchó sus dedos en mis bragas y las bajó lentamente, sin dejar de mirarme. Subió la falda hasta dejarla en mis caderas y se lanzó de lleno con su boca a mi entrepierna, tuve que afirmarme de la puerta para no caer al sentir su lengua rozando mi clítoris ya empapado. Gemí fuerte y él se quedó ahí por unos segundos, luego se levantó y me besó en la boca nuevamente. Le ayudé a quitarse el cinturón blanco, a bajar sus pantalones y bóxer de una vez y después de acariciar su miembro totalmente erecto y presto a cumplir, él volvió a levantarme por las piernas.

—No uses esa mesa... —le dije susurrando, antes de que me llevara a cualquier parte. Pero de ahí en adelante no salieron más que gemidos de mi garganta, porque él entró en mí de una vez, no lo hizo fuerte, solo me afirmó, me levantó un poco y me dejó caer sobre su miembro, que pasó a mi interior como si perteneciera a ese lugar por naturaleza.

	—No necesito una mesa, Ruki

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—No necesito una mesa, Ruki... cualquier lugar es perfecto para hacerte mía. —me apoyó en un rincón del cuartito, sin darnos tregua. Podía sentirlo hasta el fondo de mí, con un poco de dolor, pero era un dolor que me gustaba, un pequeño dolor que indicaba el frenesí que sentíamos el uno por el otro, sin daño. Estaba a punto de acabar y sentía su masculinidad palpitando dentro de mí, listo para descargar todas sus células masculinas en mi interior. Gruñó despacio y se quejó, yo grité una vez y él, como en los viejos tiempos, me tapó la boca con un beso. En ese momento la puerta se abrió y el orgasmo fue interrumpido abruptamente.

Taiju Shiba - Lecciones de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora