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○○○RUKI○○○

Mi cuerpo no reaccionaba, pensé que algo me había pasado y que estaba muerta y por eso lo veía ahí en frente de mí con sus ojos dorados brillando. Era como un sueño verlo así, más alto que la última vez que lo vi, más grande en general, de cuerpo y su cabello... azul y blanco, como el mar y los tiburones. Al recordar aquello, mis ojos se posaron en su cuello y también tenía el tribal con forma de olas; el mar de placer que sentía conmigo lo había plasmado en su cuerpo... 

No pude decir nada ni alcancé a oír si él dijo algo, porque todo se me nubló y me pesaron los brazos y piernas, las rodillas se me doblaron y perdí el conocimiento.

Al despertar, lo primero que vi fue su rostro varonil entre las tenues luces de las velas de la iglesia y sonreí. De verdad me creí muerta.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado, sujetando mi cabeza. Me encontraba estirada en el altar de la iglesia y él estaba frente a mí, de rodillas. Su voz sonaba celestial por el eco de aquel templo divino. 

—¿Estoy muerta? —la mueca de su sonrisa no me confirmaba nada.

—No, no lo estás, solo te desmayaste por unos segundos. —Me incorporé para quedar sentada frente a él, no podía dejar de observar todo su rostro, sus rasgos alargados y sus labios gruesos seguían siendo los mismos, pero ahora de verdad parecía un adulto hecho y derecho. Además, su traje elegante le ayudaba a verse más grande aún.

—¿Quieres agua, o algo? —Moví la cabeza para decir que no.

—¿Cómo... qué... ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? —pregunté realmente curiosa mientras recuperaba la fuerza.

—No esperaba encontrarte, Ruki... vine a la iglesia un momento y te vi. Te había visto antes, pero no sabía que eras tú.

—¿Me viste? ¿Dónde?

—Con Sano Manjiro, pero no te había reconocido, por... la mascarilla y porque te vi entre las sombras la primera vez y después pasaste muy rápido por mi lado. —Al verme mejor, se sentó a mi lado. Tampoco sacaba su vista de mí.

—¿Con... Manjiro?

—Sí, he estado haciendo algunos negocios con su grupo y he asistido a un par de eventos desde ayer, en los que estaba él.

—¿Ayer? —Recordé entonces la mirada dorada del tipo que estaba sentado frente a

nosotros en el Club Haitani.

—¿Estabas frente a nosotros anoche en el Club Haitani?

—Sí, y te vi salir con Manjiro, no ibas muy bien ¿Verdad? —Negué con la cabeza. Nos quedamos en silencio y nos miramos por largo rato, como si de esa forma buscáramos al par de jóvenes locos que éramos antes. Sonreí, pero recordé mi cicatriz y que estaba sin mascarilla, por lo que bajé la cabeza, busqué el objeto y me lo puse. Él aclaró un poco su voz y lo oí suspirar.

—¿De qué huías? —preguntó observando la iglesia. Recordé lo sucedido con Manjiro en el restaurante y no supe si enojarme o reír.

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Taiju Shiba - Lecciones de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora