Setsubun

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♦   R u k i   ♦

—¿A dónde me llevas? —interrogué a Manjiro, casi pensando lo peor, él solo me dio una de esas miradas frívolas que helaban la sangre a cualquiera y luego vio hacia adelante, sin responder. Llegamos al edificio de Bonten por la parte de atrás, conocía aquella entrada, pero nunca había ingresado por ahí, se suponía que estaba prohibido el paso incluso a miembros si no tenían una autorización. Ya iba hecha un mar de miedo y me parecía saber que, aunque llorara, Manjiro no cedería.

No sé cuántos subterráneos bajamos por los oscuros y fríos estacionamientos, pero llegamos a uno que parecía ser el más oscuro. Yo iba a bajar apenas Sanzu estacionó el carro, pero al intentar abrir la puerta, ésta seguía bloqueada. El de las cicatrices en los costados de los labios sacó su móvil e hizo una llamada.

—Estamos. —fue lo único que dijo. Luego Manjiro me tomó la mano casi con cariño, entrelazando nuestros dedos. Pensé lo peor, por lo que el llanto no fue si no verdadero, tenía terror de lo que fuera a suceder, pensé que era mi fin.

En ese momento sentí que odiaba al hombre que era mi única familia y cuando intenté bajar del vehículo con prisa, él apretó mi mano.

—¿Crees que podrás correr a alguna parte, Miya? —Su tranquilidad, y que no mirara mis ojos me daba escalofríos.

—Me vas a matar... —murmuré con la esperanza de que mis propios dichos fueran solo una especulación. En ese momento él me soltó la mano y me quedé quieta un momento, lo observé suspirar y bajó la cabeza en un gesto de derrota y tristeza.

—Sanzu... diles que abran todo.

—Pero... el tipo...

—Que se vaya... vete tú también, Miya, vete y no vuelvas nunca. —me sentí extraviada, no tenía la certeza de que Manjiro estuviera perdonándome, y mis sentimientos se cruzaban, quería huir y dejarlo todo, pero al mismo tiempo, sentía que tenía cierta deuda con él por haberme cuidado todos esos años. Además, ¿A dónde iba a ir? ¿Podría contar con Taiju si lo llamaba?

En ese momento me di cuenta de que lo de Taiju no era más que un juego sucio, me quedé quieta, con un pie fuera del vehículo y el otro adentro, Manjiro se volvió hacia mí.

—Vete, Miya. — ¡Me dolía! Me dolía ver sus ojos negros opacarse y enfriarse de esa manera, como si una especie de demonio se apoderada de su espíritu hermoso y se transformara en un monstruo. Miré a Sanzu, él solo esperaba órdenes de Manjiro sin dejar de mirarnos. 

—Sanzu... que abran todo, es una orden. —Lo miró a él, sin moverse del asiento, aún con la cabeza medio agachada. —Sanzu dio un suspiro, bajó del vehículo y lo vi hablando nuevamente con alguien por celular. Yo solo esperé, sin saber qué hacer. Luego Sanzu le abrió la puerta a Manjiro, éste bajó en silencio y mientras yo observaba aquello, sentí una mano fuerte apretando mi brazo. Me sacaron del vehículo de un tirón, luego me cubrieron la cabeza. Me parecía que todo se repetiría, todo lo que me había pasado a los diecinueve. 


♠   M a n j i r o   ♠

Sanzu era inteligente cuando no consumía drogas. Era mi pilar cuando se me acababan las fuerzas. 

Tuve una pequeña esperanza de algo de amor por parte de Miya en ese momento, pero... la fuerza. Nunca intenté forzarla a nada y ella parecía obedecer a una naturaleza contraria, parecía que entre más cariño le diera, más se empeñaba en hacerme sufrir, tal vez era algo inconsciente, tal vez solo vestigios de su pasado doloroso, la falta de la protección de su padre y la rebeldía ante la seguridad que yo quería ofrecerle. Se me pasó un día de esos últimos, que tal vez, solo tal vez, podría usar la psicología inversa, y en vez de entregarle todo mi cariño, comenzar a tratarla como quizás ella pensaba que se merecía.

Taiju Shiba - Lecciones de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora