Capítulo trece: Hogwarts.
"...Soltar cosas es aún más importante que añadirlas..."
Regresar a Hogwarts no se sintió tan como en casa como lo había sido alguna vez en el pasado, Harry supuso que tenía mucho que ver con que ahora tenía un verdadero hogar.
Durante el viaje en tren decidió buscar un compartimento vacío, sin embargo se encontró tomando asiento con Luna Lovegood; a quien no le había importado que lanzara un hechizo de bloqueo a la puerta siempre que compartiera un poco de sus conocimientos sobre magia olvidada, el cómo ella estaba al tanto de aquella información seguía siendo un misterio, pero en el pasado le había gustado Luna, y hasta ahora no había salido corriendo luego notar las pequeñas cosas que hacían a Harry diferente, como la palidez extrema, la frialdad en su piel o la falta de pulso, aunque intuía que probablemente pensara que era un vampiro.
Rió para sus adentros imaginando lo que Barnabas diría sobre aquél pensamiento, pero sin embargo, decidió educar a la rubia, quien como toda Ravenclaw le dio toda su atención a lo que impartía.
Fueron al menos dos horas de oratoria antes de que unos delicados golpes lo cortara a la mitad de una interesante teoría sobre como la magia de sangre combinada con runas y sanación oscura podrían curar una gran mayoría de las maldiciones generacionales que existían.
Con un movimiento de mano Harry reveló quien estaba detrás de la puerta y sonrió al ver de quien se trataba, bajó los hechizos de bloqueo y dejó que otro rubio se ingresara a su compartimiento.
-Lord Black- saludó en un murmullo respetuoso, Draco, cerrando la puerta detrás suyo, tomó asiento frente a ambos y saludó con un asentimiento a la niña al lado del señor de su casa materna.
-Draco- saludó Harry, un atisbo de alegría en su voz -Ha pasado un tiempo ¿Cómo está tu madre?- preguntó, logrando que el otro muchacho se relajara y que se sintiera un poco más cómodo.
-Está bien, muy comprometida en cuidar de nuevo de la Tía Andrómeda ahora que se ha confirmado su embarazo... estoy seguro de que será un niño- dijo el rubio con convicción, a su lado, Luna inclino levemente la cabeza, mirando por algunos segundos al vacío.
-La familia Black prosperará nuevamente... - la voz de Luna se oscureció en su tono antes de que su mirada nuevamente se perdiera en algún punto entre los asientos y las ventanas antes de decir -¿Lestranges?... Muerte- un frío intenso inundó el compartimiento; logrando sacar a Luna de su estado casi catatónico y estremeciendo al pobre Draco que casi pareció fundirse en las paredes del compartimiento. La altura de Harry pareció aumentar mientras abandonaba cualquier intención de normalidad; el amago de respiración se detuvo, el parpadeo y cualquier emoción en su rostro se detuvieron, solo quedó una figura pálida y de rostro cadavérico que los miraba con toda la atención que los enormes ojos negros podrían.
-¡Harry!- siseó Draco, el rostro del Maestro de la Muerte se giró hacia él, notando como se abrazaba a sí mismo y el vaho saliendo de sus labios debido a la baja temperatura.
El muchacho de cabellos negros hizo una mueca y asintió en su dirección, reunió toda su magia de nuevo, pero apariencia sobrenatural permaneció mientras se acercaba a una dolorosamente silenciosa Luna... la tomó de ambas mejillas ignorando el jadeo tembloroso y las lágrimas en sus enormes ojos de muñeca.
-No mires hacia donde puedas asustarte, pequeña Luna- habló en voz baja, sin embargo, en el silencio de sepulcro dentro del compartimiento se oía tan fuerte como una gota de lluvia y tan silencioso como un cañón -Aquí hay demasiado en juego como para dejar que algo tan vago como una profecía entre en juego- los largos dedos de Harry, que terminaban en garras apretaron su agarre al rostro de la pequeña tercer año antes de soltarla.
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Ouroboros |Snarry|
Fanfiction-¿Podré ver a mis padres ahora?- preguntó, con lágrimas en los ojos a la figura frente a él. En el bosque prohibido, a punto de ofrecerse como un cerdo para el matadero, Harry; con la piedra de la resurrección en mano, preguntó si podría ver al fin...