22: ¿A dónde van los corazones rotos?

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—¡Feliz navidad, feliz navidad, feliz navidad, próspero año y felicidad!

Odiaba tener que cantar villancicos navideños en la escuela, delante de todos, bajo las divertidas miradas del resto de los estudiantes. La mayoría de mis compañeros se la estaban pasando de maravilla, yo era una nube negra que no esperaba encontrarse con el sol. Jimin golpeaba continuamente una pandereta contra su mano, yendo al ritmo de la música, con una enorme sonrisa en el rostro. Ah, como odiaba también a la gente así de positiva y linda, sobretodo si no encontraban mucha molestia en tener el espíritu navideño al máximo.

Mi tortura acabo después de cantar las campanas de Belén.

Bajé del pequeño escenario que habían instalado en la mitad del gimnasio mientras la siguiente clase subía, lista para pasar por la misma humillación que me tocó. Se me pusieron los pelos de punta cuando empezaron a cantar el burrito sabanero.

—Eres todo un Grinch—se quejó mi amigo, enganchando su brazo al mío.—Te ves muy lindo con el gorrito y todo, comienzo a pensar en que una barba falsa no te estaría mal con lo gruñón que eres.

—No es mi culpa que tú seas una mariposa feliz.

—Voy a ignorar eso—me arrastró con el hasta las mesas repletas de snacks y dulces.—Come algo, estás todo flaco y pálido.

—Me la paso comiendo como un cerdo,—cogí una empanada de carne, dándole un buen mordisco—si estoy así es culpa de mi padre, heredé su anemia.

Jimin cogió un plato de plástico y lo llenó de chucherías.

—Ya tendré tiempo de arrepentirme en el baño—dijo mientras se llevó a la boca una manotada de malvaviscos.

—Te dará una diarrea que tapará el baño de tu casa—las palabras apenas eran compresibles, estaba ocupado devorandome lo que quedaba de la empanada.

—Gracias por recordarmelo.

Era veintidós de diciembre, último día de escuela antes de las vacaciones por las fiestas, el consejo estudiantil había tenido la decencia de organizar una fiesta en lugar de tenernos tomando clases, honestamente todo era casi perfecto, excluyendo obviamente el hecho de que nos obligaron a cantar villancicos, la mayoría de alumnos estaban ausentes, ya que partieron con anticipación hacia sus ciudades natales o simplemente se irían a celebrar a otros lugares. Una de las personas que tomó la buena decisión de irse fue Seokjin, quién me regaló un pandulce como disculpa y me deseó suerte.

Su hermano, Taehyung, me ignoraba, lo cual lastimó mi poco ego. Puse un montón de esfuerzo en su regalo de cumpleaños, incluso si fue planeado a última hora, hasta le escribí una carta mostrándole un pedazo de mi que nadie había visto antes.

No quería amargar mi día, así que mandé lejos esos pensamientos y disfruté de la comida junto a Jimin.

—¿Irás a Busan?—le pregunté. El sonrió, sus mejillas estaban llenas de comida.

—Si, pasaremos las fiestas en la finca de mi padre, con toda la familia.

—Mi abuela también tiene una finca, las pasaremos allí—tragué, pensando en si era adecuada decir lo siguiente.—Jungkook y Juna también van a venir

Esperaba que Jimin reaccionara de manera particular ante la mención de su sudichoso ex, pero simplemente asintió, comentando algo acerca de la finca de su padre. Ser amigo de Park después de aquel drama entre nosotros era más fácil de lo que tenía planeado. Él pasó un brazo por mis hombros, atrayendome a su persona, beso sonaramente mi mejilla, y fue ahí cuando logré percibir el olor a alcohol que emanaba. Quise reír.

Cómplices [KookGi] ꪜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora